Luego de aquella mañana lluviosa, pasaron dos días, Leia jugaba cansada a dibujar círculos invisibles con una de sus plumas sobre su libreta, al estar aburrida luego de finalizar su última clase en la universidad.
Regresar ahí había sido difícil, pues su padre nunca estuvo de acuerdo en que su educación continuara en esa universidad pública, por lo que regresar había sido una pequeña victoria que logró obtener; su padre apenas le dirigía la palabra, a decir verdad, la única vez que habían hablado, antes de informarle que retomaría sus estudios ese día, había sido cuando Connor estuvo en su hogar.
Aquél día, un día después de pelear con Caleb, el primogénito de Jacob Miller, le había informado sobre la sugerencia que le había hecho a su padre, aquella en la que él
—Hey, Leia— la voz de Kristel sonó alegre al abrir la puerta de la habitación de la cobriza — Es extraño volver a hacer una visita normal luego de tanto tiempo— añadió la joven al entrar y ver a su amiga tumbada en cama y con varios cuadernos rodeándola.La cobriza extendió una sonrisa con algo de nostalgia.—Lo sé, ha pasado mucho – respondió.—¿Qué haces? – le pregunto a su amiga.—Tarea— le dijo al verla sentarse en la cama.—Y, ¿qué tal va todo? — preguntó Kristel al tomar distraídamente uno de sus cuadernos.—La universidad mejorando de a poco— explicó — Y lo demás… parece avanzar— dijo y su mirada se entristeció al ver su m&oacu
—¿A qué demonios ha venido? — preguntó Enzo cuando terminó de analizar visualmente al joven ojiazul de arrogante aspecto. Su respiración era pesada al desagradarle su presencia en el lugar, sin embargo, el otro conservaba una fría calma que lo molestaba más. Caleb, en silencio y firme en la decisión tomada, bajó su mirada y con sus dos pulgares levantó los dorados seguros del portafolio que descansaba en el escritorio, Enzo arrugó el ceño ante la fría pasividad del chico frente a él. El rubio endureció su mirada y tensó su mandíbula al alzar el rostro y girar el portafolio, dejando expuesto, ante la mirada suspicaz de Enzo Prince, el contenido del mismo. —A esto— su voz fue seca y firme, al deslizar sobre el pulcro escritorio el portafolio de fina piel. La mirada café y desconfiada del patriarca del lugar se posó sobre el contenido del portafolio, para luego alzarse al rubio frente a él. —¿Qué es esto? — mencionó el mayor y un grado de confusión se escapó por su gruesa voz. Cal
—Adelante— la voz cansada de Emireth sonó con un poco de fastidio, al invitar a entrar a quien fuese que tocaba su puerta.Darlene entró con el ceño fruncido — ¿Por qué tienes sin seguro la puerta? — preguntó extrañada teniendo en cuenta lo precavida que era su amiga, sus ojos negros se fijaron en el cuerpo de la pálida joven tumbado sobre uno de los sofás de la sala, mientras se cubría los ojos, agotada.—¿Qué quieres? – cuestiono Emireth con frialdad.La recién llegada dejó escapar el aliento ante el desinterés de la joven.—Hablé con Caleb, vengo de verlo — informó logrando que Emireth la viera de reojo.La de pelo perfectamente lacio cerró los ojos fastidiada — No debiste hacerlo, yo lo haré
El rubio resopló al soltarla y acorralarla contra la puerta del coche y su cuerpo, cerró los ojos un segundo y luego los abrió clavando su azulina y todavía fría mirada, en los ojos cafés y molestos de Leia.—Hablaremos de esto en casa— dijo moderando su voz ronca — No es tan malo como parece o debes estar pensando – añadió.—¿Qué no es tan malo? — preguntó la chica indignada — Mi padre me vendió y estoy segura que no planea volver a verme — reprochó con voz dolida, y por la cercanía, casi hablándole a la cara — ¿sabes lo que eso significa? –—Leia…—Significa— interrumpió alzando la voz— que estoy más sola que nunca— agregó y sus ojos se llenaron de lágrimas de impot
Caleb jugó con su lengua mientras soportaba la molestia de la chica dirigida a él. —… ahora cuando te has salido con la tuya pretendes hablar, ¿sobre qué? ¿sobre lo que pienso o siento?¿Importa eso ahora?— reprochó viéndolo a los ojos. —Por supuesto que sí – Ella recorrió con sus ojos indignados el rostro sereno del joven —¿Cómo puedes ser tan cínico? Siempre has pensado sólo en ti, ¿por qué demonios pretendes que crea que ahora te importo? – Él cerró los ojos comenzando de nueva cuenta a molestarse. —Tú y mi padre han… —¡Sí, joder! — alzó él la voz interrumpiéndola — Creo que eso ya lo tenemos claro— le dijo viéndola a los ojos — ¿Fue un bajo recurso? Sí, pero no me importa, ¿por qué demonios crees tú que me siento bien o conforme con esto? Pensabas dejarme sin siquiera escucharme primero – —¿Insinúas que tienes tú algo que reclamar? – respondió Leia ofendida. —¿Intentar divorciarte y casarte con otro te resulta poca cosa? — ironizó el chico. —Seguro eso es menos que hacer q
A media madrugada Leia despertó, la luz de la luna le golpeaba suavemente la cara y abrir sus ojos había sido casi doloroso, por lo mucho que había llorado; su cabeza dolía y su estómago también la molestaba, sólo que éste, exigiendo alimento. Leia se maldijo internamente por tener hambre, cerró los ojos y se refugió en el calor que le proporcionaba una manta sobre su cuerpo. Frunció el ceño al extrañarse y se sentó sobre el colchón. «¿Y esta manta?» se preguntó mentalmente. Ella no se la había colocado, entonces… Giró su rostro y buscó a Caleb quien definitivamente tuvo que haber sido el que la cubrió. Observó primero la cama y se notó sola en ésta, su vista fue atraída a la hermosa visión de la ciudad, el enorme río que los separaba de ésta y uno de los puentes, dejó de darle importancia y volvió a recorrer la habitación con la mirada. Un par de sofás vacíos estaban cercanos al ventanal, una palmera de interior se encontraba en una esquina, a un costado había un tocador y algunos
—Este es tu juego de llaves— le dijo dejándolas sobre la barra, Leia se apresuró a tomarlas pero él se lo impidió al no soltarlas. La vio a los ojos —. Estas dos son las principales— le dijo señalándoselas. Leia asintió sin darle mucha importancia. —¿A dónde irás? —No he decidido el orden, tengo varias cosas que hacer— dijo ella — ¿compraste comida para Oreo?— cambió de tema mientras husmeaba en los distintos compartimentos de esa cocina integral. El rubio se dirigió a pasos firmes al fondo y de uno de los cajones sacó el pequeño costal de alimento, para dejarlo de mala gana sobre la mesa. —Yo también voy a salir— dijo y sacó las llaves de su coche, cediéndoselo, para dejarlas sobre la mesa a un costado del alimento felino —. Asegúrate de estar aquí antes de las dos, que es cuando traerán tus cosas, ya que yo no podré recibirlas— dijo dándose media vuelta sin intención de discutir. Ella pareció ignorarlo al acariciar a Oreo que recién llegaba. —Me extraña que algo tan simple no
—¿Cómo me pides eso en estos momentos? – cuestiono Leia con dolor. —La última discusión que tu madre y tu padre tuvieron fue por ti— interrumpió Nicoleta dejándola helada —¿Sabes por qué? – Leia apenas pudo negar, sus ojos temblaban suavemente de incredulidad y se apreciaban rojizos. La anciana sonrió débilmente — Ella al final se negó a que se te obligara a casarte con el joven James o el joven Connor, como muchos años antes se había predispuesto, defendió hasta el ultimo momento tu derecho de elegir a quien amar – Pasar saliva nunca le había dolido tanto a Leia como en ese momento. Nicoleta acomodó una última flor y entonces volteó a ver a la cobriza sentada a un metro de ella — Entonces dime, ¿crees que ella estaría feliz de verte así? — preguntó y resbaló suavemente su mirada por el cuerpo de la llorosa chica. —No lo sé— confesó la joven que sí, se sentía mucho mejor de lo que se sentía cuando llegó ahí, pero que todavía no se atrevía a aceptar esas palabras como ciertas y s