Y mientras Leia bailaba con Connor, cada vez con más cercanía y familiaridad, al punto de parecer que flotaban acompañados por las decenas de parejas más, Caleb veía esto con ojos celosos.—Si tanto te molesta, ¿por qué no nos unimos? — sugirió la chica con una sonrisa luego de beber su tercer copa.—Mph— él sonrió de forma torcida y molesta al tiempo de darles la espalda a todos en la pista — ¿y caer en su juego? — preguntó de forma irónica al beber otro trago de whisky.—¿Estás ofendiéndome? — preguntó ella con un poco de diversión.—¿Me vas a decir que es casualidad?— devolvió él al verla de reojo.Adelaide extendió su sonrisa —No… no del todo— confesó fascinada al darse cuenta que Connor tenía razón al decir que el tipo no era estúpido.Justo cuando Adelaide pretendía seguir hablando, un anterior compañero de facultad se acercó a saludarla, dándole tiempo al rubio de regresar su vista a la pista de baile, vagó visualmente entre las parejas presentes y no logró ver a la razón de su
—Si me lo preguntas, luces mucho más hermosa tú que ella— dijo atrayendo la atención de la cobriza en sus brazos — Te ves realmente preciosa— añadió completamente seguro que era de las pocas personas realmente atractivas que había ahí presentes.Leia soltó el aliento desanimada, creyendo que su padre lo decía por hacerla sentir bien, regresó su mirada a Caleb y su acompañante y vio a la chica reír al haber tropezado con alguna pareja a su espalda y casi caer.«¿Qué?» se preguntó al ver a Adelaide llevar sus dos brazos al cuello de Caleb y éste sujetarla de la espalda desnuda, a consecuencia de ese vistoso escote, Leia detuvo entonces sus pasos, ella vio cierta preocupación en los ojos azul zafiro y le molestó los segundos que esos dos se vieron a los ojos.—Es un idiota.—¿Qué?—Un maldito cretino— volvió a hablar Leia y tras soltar a su padre se dio media vuelta.—Espera, Leia— pidió él al seguirla.Salieron de la pista y muy poca gente se percató que se alejaban, la mayoría estaba i
Luego de unos minutos en que el llanto de Leia era lo único que se escuchaba por encima, incluso, del soplar del viento en el exterior, ella debilitó su abrazo en el rubio; jaló aire de forma entrecortada y se sintió tonta al negar en silencio.—Yo…—¿Me amas con locura? — trató Caleb de completar su frase.Ella apenas pudo sonreír —Eres un presumido— terminó por decir.—Mph— él le acarició el cabello — Bueno… eso ya lo sabíamos— agregó con un poco de seriedad.—Siento ser tan estúpida, siento haberte hecho pasar por tanto…— se disculpó y ladeó su mirada.—Eres casi una niña, no sabias nada de la vida, siempre soñando con las cosas que te forzaron a s
El aliento de Leia se mezcló con el de Caleb cuando jadeante dejó de besar sus labios, el ojiazul le había arrancado el vestido y se había deshecho de su propia camisa, los senos desnudos de la cobriza chocaban suave y excitantemente en el sudado pecho del rubio al subir y bajar sobre él, al continuar en medio de ese acto carnal, en el que no habían dejado de tocarse, besarse y verse a los ojos.Las manos fuertes del rubio se apretaron en la blanca piel de la cadera de Leia, la misma que lucía un ligero enrojecimiento producto del sacrificio de sus bragas a manos del chico que se empujaba bajo ella, buscando llegar más dentro.—Estamos siendo muy irresponsables— susurró Leia al apretar sus ojos cuando Caleb deslizó su cuerpo, recostándose más sobre el sofá, sólo para tener mejor visión del cuerpo perfecto de Leia siendo ba&nti
Besos torpes y entrecortados sustituyeron a las palabras y se regalaron varios minutos para sólo calmarse y sentirse; cuando el frío comenzó a calar, Caleb acomodó sus pantalones e invitó a la desnuda chica a ponerse de pie, Leia apenas pudo levantar su vestido y cubrirse el cuerpo cuando fue alzada de la cintura y el trasero por el joven que enseguida comenzó a caminar. Ella bajó su mirada a él y su largo cabello resbaló por su rostro rozando el de él. —No pareces cansado— soltó con un tinte de gracia cuando Caleb comenzó a subir las escaleras. —Créeme que lo estoy— confesó y dejó un pequeño beso a la joven que sostenía por instinto su vestido, buscando no entorpecerle el paso. Leia se abrazó más de él mientras le sonreía y se sentía absolutamente cansada, segura que él debería estarlo aún más, cuando llegaron por fin al final de la escalera, Oreo se les unió buscando cariño, pero fue excluido casi ridículamente por el rubio que cerró la puerta justo cuando el felino se disponía
—¿Y no se supone que deberías estar en tu habitación? – cuestiono Darlene.La niña asintió — Sí, pero como estoy un poco mejor, me dejan venir a visitar a otros pacientes — explicó sin darle mucha importancia.—Y te quedaste con Emireth, ¿por qué…? — preguntó extrañada sabiendo de antemano que a su amiga no le resultaban muy agradables los niños.Astrid se encogió de hombros.Justo cuando Darlene veía a la niña acercarse y ver a Emireth, ésta abrió los ojos.—Mire, despertó –Darlene se acercó y también la vio a la cara.Los ojos de Emireth se abrieron y cerraron un par de veces acostumbrándose a la luz tras los rostros de Darlene y la ni&n
Los días siguientes en la universidad fueron cansados, pero nada fuera de lo normal, el clima frío solía mantener más tranquilos los ánimos y, por ende, era más sencillo poner atención; regularizarse con sus materias había exigido mucha de la concentración y empeño de Leia, por lo que había dejado de prestar atención a las miradas que seguía teniendo encima luego del pequeño escándalo en el que ella y su familia se vieron involucrados, se había encontrado a James un par de veces por los pasillos, pero ya no hacía falta más que intercambiar un par de miradas incomodas, casi siempre, ligeramente forzadas, a decir verdad, apenas podía creer qué tanto había cambiado desde que entró a la universidad, hasta ese día, no se reconocía mas como esa chiquilla tonta y enamorada de James que fue toda su vida hasta que llego hasta
Los ojos rojizos de Stefano se fijaron sobre el rubio de ojos zafiro mientras éste se paseaba por la enorme oficina que le pertenecía, mientras leía el contenido de esas hojas que recién le había entregado. —Debe ser una broma— soltó Caleb al alzar sus azulinos ojos al hombre que era su mano derecha — ¿esto es todo en una semana? — agregó alzando el folder azul marino que le había sido entregado. Stefano frunció los labios en una ligera decepción y asintió despacio mientras se levantaba del escritorio, lugar donde había permanecido apoyado. El rubio mantuvo su mirada extrañada en la rojiza del alto castaño. —Algo no está bien – dijo convencido de que así era. —¿Y si dice la verdad? – le cuestiono Stefano. Caleb negó —No, todo está demasiado calmado como para que sea verdad— dijo y a pesar de todo, sus ojos mostraron un frío asombro. —¿Qué planeas hacer? — preguntó el otro. —Comunícate con tu investigador y qué te diga exactamente dónde está Emireth — ordenó al caminar a su esc