Debía aprender a confiar en él… Caleb la amaba, ¿verdad? Sí, sí lo hacía, se lo demostró toda la noche, él volvió a hacerle el amor, él había dejado la pasión y la fuerza de la primera vez que lo hicieron la noche anterior, y se había dedicado a quererla, a acariciarla por dentro y por fuera, esa pasión calmada y suave, esas palabras y su manera de tocarla le confirmaron que ella había tomado la decisión correcta, estar con él, estaba bien.
—Entonces sólo no dudes y no lo arruines, Leia — se suplicó sabiendo lo mal que él podía ponerla.
Los minutos corrieron tanto como la espuma en el cuerpo de la cobriza, momentos antes de que Leia cortara la corriente de agua, Caleb había entrado dejándole un par de toallas limpias, la curvilínea joven había salido
Casi anocheciendo, fue que por fin Leia y Caleb regresaron a la casa de la cobriza.Habían pasado el día vagando, desayunaron en un restaurante, pasearon por los nevados jardines de las grandes plazas e incluso fueron al cine; de regreso a la ciudad de New Jersey, se detuvieron en la siempre abierta feria de la ciudad, pasaron un día completo como novios, entre los juegos y por los ríos que se unirían paulatinamente al mar en esa ciudad portuaria, hecho que lograría remover mucha de la inseguridad que en la mañana quiso arraigarse en el interior de la cobriza al dudar de Caleb.Una vez que Leia abrió la puerta, un sentimiento de culpabilidad la invadió, al ser consciente que la misma estaba sin seguro…ella había salido corriendo de ahí la noche anterior y había dejado a James en medio de algo, tendría que disculparse con él después
—¿Qué haces? — le preguntó cuando la sintió bajar su mano en medio de sus muslos y acariciarle su miembro.Leia perdió el aliento al verlo y se encogió de hombros —S-sólo demostrarte que… también te extrañé.Cuando Leia se apartó de él y le acarició suavemente el pecho, para terminar arrodillada entre sus piernas, entonces fue el turno de Caleb de perder el aliento.Ella, muriéndose de pena porque, aunque la luz de la habitación estaba apagada, la del pasillo alcanzaba a iluminarlos, coló sus dedos en el dobladillo elástico de ese pantalón deportivo, y luego de acariciar por encima de la ropa la hinchada y sensible masculinidad del rubio, deslizó el pantalón y el boxer del chico, sobresaliendo el firme miembro que casi rozó el propio abdomen masculino
Leia revisó una vez más sus libros.—Llegamos— informó el ojiazul al estacionarse en terrenos universitarios.Leia asintió de prisa y se alzó a besar sus labios, esta vez siendo un poco más efusiva, aunque no tanto como para permitirle al rubio profundizar el beso.—Debo correr, ya voy tarde— informó mientras abría la puerta del coche — ¿Verás a tu asesor en tesis? – le pregunto.Caleb asintió desanimado al apretarse el puente de su nariz, había olvidado su móvil en casa de Leia—Sí, lo buscaré, debe estar dando clase – respondió con fastidio.Ella sonrió, al menos entre la inmensa charla que los había mantenido despiertos hasta casi las tres de la mañana, había convencido a
Con las piernas cruzadas y con su dedo índice golpeado, despacio, una y otra vez sobre la reluciente mesa de cristal de esa sala de juntas, en el edificio de la empresa automotriz más importantes del país y una de las más importantes de ese lado del hemisferio, el sobrio pelinegro agotaba la paciencia que poseía.—Esto ya es una burla — su voz profunda rompió la tensión que el grupo de hombres ahí reunidos mantenían, al mismo tiempo que se ponía de pie.—Estoy seguro que no tarda en llegar— Stefano, que podía ser el único que aparentaba calma, fue quien habló.Connor Miller meneó la cabeza en desaprobación.—Creo que hay algo que no nos está entendiendo — habló fríamente al acercarse a él, ya con su portafolios en la mano — Uste
La mirada fría y ambarina de Connor se posó en las luces prendidas de algunos postes de estilo antiguo que se intercalaban con pequeños árboles de escasas hojas, todavía era temprano, pero el cielo nublado hacía parecer como si estuviera por anochecer, cuando aún no pasaba de las seis de la tarde, él se dirigía al departamento de su propiedad en esa ciudad luego de visitar la mansión de su padre.El sonar de su móvil lo hizo bajar la mirada al móvil empotrado en el elegante tablero del coche.—Si— respondió al reconocer el número de Stefano en la pantalla antes de presionar el botón que activaría el manos libres.—Bien, siento sonar insistente con esto, pero necesito insistir por una nueva reunión — el pelinegro se percató del tono cansado del otro hombre, él mismo n
—¡Ujump! — un carraspeó fingido hizo a Leia voltear rápidamente a ver al dueño del sonido — Siento interrumpir, te he estado buscando, Caleb –El rubio dejó escapar el aliento fastidiado al mismo tiempo que retiraba su mano cuidadosamente del suave seno de su novia, y depositaba a la misma en el suelo.—¿Puedes entrar? — le susurró al notarla apenada.Leia asintió y tomó las llaves que él le daba.—Permiso— susurró la cobriza mientras se juraba que Caleb se las pagaría.Acababa de pasar una de las vergüenzas más grandes.—¿Qué quieres? — preguntó con más paciencia de la que tenía.Stefano que mantenía su rostro ladeado observando a Leia, desliz&
Caleb sintió un nudo en la garganta y un vacío en el estómago aun cuando Leia lo estaba abrazando y hablando sobre lo mucho que le agradecía haber hecho eso por ella, y reiteró que jamás lo había pensado; él la vio para abajo por la diferencia de estaturas y ella alzó su vista para asegurar que, aunque no sabía cómo, iba a pagarle cada centavo que gastaba en ella.—No tienes nada qué pagar — aseguró y su voz sonó ronca por la tensión.Leia sonrió —Por supuesto que sí, las mensualidades no son nada baratas— le recordó al retroceder un paso y verlo a los ojos, pero sin soltarlo.Caleb, todavía con los papeles en la mano, ladeó el rostro.—Que no importa, Leia, ya deja de decirlo — alzó la voz al soltarse y apartarse para c
El costoso y clásico auto del ojiazul levantaba una ligera capa de nieve al ir avanzando a velocidad, por una de las grandes avenidas que lo adentrarían a la ciudad, apretó el puente de su nariz al saber que tendría, posiblemente largos días por delante si pensaba resolver sus problemas pronto.Tomó su móvil y digitó el número de Stefano, colocó el manos libres.—Buenos días — saludó el hombre de mirada rojiza que recién iba entrando a su oficina en ese edificio corporativo — Es bueno escucharte tan temprano y me da gusto saber que te interesas más por los asuntos de la empresa — soltó con medio tono irónico.—Déjate de estupideces— respondió fastidiado — ¿Localizaste al abogado de los Prince? – cuestiono.—Me fue im