Con las piernas cruzadas y con su dedo índice golpeado, despacio, una y otra vez sobre la reluciente mesa de cristal de esa sala de juntas, en el edificio de la empresa automotriz más importantes del país y una de las más importantes de ese lado del hemisferio, el sobrio pelinegro agotaba la paciencia que poseía.
—Esto ya es una burla — su voz profunda rompió la tensión que el grupo de hombres ahí reunidos mantenían, al mismo tiempo que se ponía de pie.
—Estoy seguro que no tarda en llegar— Stefano, que podía ser el único que aparentaba calma, fue quien habló.
Connor Miller meneó la cabeza en desaprobación.
—Creo que hay algo que no nos está entendiendo — habló fríamente al acercarse a él, ya con su portafolios en la mano — Uste
La mirada fría y ambarina de Connor se posó en las luces prendidas de algunos postes de estilo antiguo que se intercalaban con pequeños árboles de escasas hojas, todavía era temprano, pero el cielo nublado hacía parecer como si estuviera por anochecer, cuando aún no pasaba de las seis de la tarde, él se dirigía al departamento de su propiedad en esa ciudad luego de visitar la mansión de su padre.El sonar de su móvil lo hizo bajar la mirada al móvil empotrado en el elegante tablero del coche.—Si— respondió al reconocer el número de Stefano en la pantalla antes de presionar el botón que activaría el manos libres.—Bien, siento sonar insistente con esto, pero necesito insistir por una nueva reunión — el pelinegro se percató del tono cansado del otro hombre, él mismo n
—¡Ujump! — un carraspeó fingido hizo a Leia voltear rápidamente a ver al dueño del sonido — Siento interrumpir, te he estado buscando, Caleb –El rubio dejó escapar el aliento fastidiado al mismo tiempo que retiraba su mano cuidadosamente del suave seno de su novia, y depositaba a la misma en el suelo.—¿Puedes entrar? — le susurró al notarla apenada.Leia asintió y tomó las llaves que él le daba.—Permiso— susurró la cobriza mientras se juraba que Caleb se las pagaría.Acababa de pasar una de las vergüenzas más grandes.—¿Qué quieres? — preguntó con más paciencia de la que tenía.Stefano que mantenía su rostro ladeado observando a Leia, desliz&
Caleb sintió un nudo en la garganta y un vacío en el estómago aun cuando Leia lo estaba abrazando y hablando sobre lo mucho que le agradecía haber hecho eso por ella, y reiteró que jamás lo había pensado; él la vio para abajo por la diferencia de estaturas y ella alzó su vista para asegurar que, aunque no sabía cómo, iba a pagarle cada centavo que gastaba en ella.—No tienes nada qué pagar — aseguró y su voz sonó ronca por la tensión.Leia sonrió —Por supuesto que sí, las mensualidades no son nada baratas— le recordó al retroceder un paso y verlo a los ojos, pero sin soltarlo.Caleb, todavía con los papeles en la mano, ladeó el rostro.—Que no importa, Leia, ya deja de decirlo — alzó la voz al soltarse y apartarse para c
El costoso y clásico auto del ojiazul levantaba una ligera capa de nieve al ir avanzando a velocidad, por una de las grandes avenidas que lo adentrarían a la ciudad, apretó el puente de su nariz al saber que tendría, posiblemente largos días por delante si pensaba resolver sus problemas pronto.Tomó su móvil y digitó el número de Stefano, colocó el manos libres.—Buenos días — saludó el hombre de mirada rojiza que recién iba entrando a su oficina en ese edificio corporativo — Es bueno escucharte tan temprano y me da gusto saber que te interesas más por los asuntos de la empresa — soltó con medio tono irónico.—Déjate de estupideces— respondió fastidiado — ¿Localizaste al abogado de los Prince? – cuestiono.—Me fue im
Ya con la nublada luna en lo más alto del cielo, Leia estaba acostada en la cama, sola, se quedó dormida con el celular en la mano, durante las horas en la universidad y de trabajo, lo había revisado en innumerables ocasiones… Caleb no había siquiera enviado un mensaje.La mala sensación con la que se quedó una vez que se despidieron esa mañana, se extendió y acentuó en su pecho, y, sintiendo eso, durmió.Tampoco lo llamó, quiso darle su espacio, aunque se quedara con un sinsabor enorme.Había sido decepcionante llegar a la casa y saber que Caleb no estaba, lo había esperado unos minutos para cenar, pero él no llegó; se había duchado y terminado las tareas que no alcanzó a hacer durante sus horas libres en la universidad y finalmente se había acostado resignada.La noch
La mañana siguiente Leia se levantó somnolienta pero presionada por su despertador, Caleb siguió dormido, él parecía estar agotado y fue comprensible para ella, por eso se levantó sin hacer mucho ruido, se cambió y desayunó asegurándose de dejarle algo que comer.Partió a la universidad dejándolo todavía dormido, por la casi hora que estuvo conduciendo hasta la universidad, ignoró tanto el reporte de tráfico del área metropolitana y la música pop, que esa estación que sintonizó estaba tocando; sus pensamientos se habían quedado con aquel rubio chico que seguro seguía dormido, ¿Debía preocuparse ella por eso o sólo dejarlo pasar? La lógica le decía que eran simples problemas como los que cualquier persona tenía, él estaba también por tomar el mando de las empresas de su
Los días luego de esa mañana pasarían largos y solos para cierta cobriza, que se esforzaba por pensar que era un lapso anormal y pasajero en la vida de Caleb, se recordaba, en especial cuando la inseguridad quería vencerla, que él también era una persona con ocupaciones y obligaciones, no iban a estar todo el tiempo uno junto al otro, aun así, no pudo evitar que su sonrisa se apagara y que la soledad comenzara a deprimirla cada vez que se desocupaba.Caleb iba a dormir a la casa, generalmente ya estaba en ella cuando Leia regresaba de trabajar, un par de noches cenaron algo ligero juntos, pero él estaba distante; ya se le estaba haciendo costumbre a la cobriza verlo trabajando en su portátil o pendiente del móvil… Caleb parecía ignorarla de tan ensimismado que estaba…no lo culpaba, los problemas en su empresa parecían ir demasiado mal.Le era im
—¡No me importa en lo absoluto! — dejó claro el ojiazul al golpear frustrado el escritorio tras el cual estaba.Frente a él, Alfred, Stefano y cuatro empleados más de distintas áreas lo observaban en silencio, y con total asombro los que apenas lo conocían — Esto ha demorado demasiado, convéncelos, amenázalos o promételes lo que sea, pero quiero esa aprobación de inmediato — advirtió al ponerse de pie y tallarse cansadamente el puente de su nariz mientras se dirigía al enorme ventanal que su oficina tenía.Stefano tragó imperceptiblemente y asintió despacio.—Aunque aceptaran, el tiempo de acción sería de al menos diez días hábiles — recordó.—¿Qué haremos con Connor Miller? — preguntó el astuto