Los días luego de esa mañana pasarían largos y solos para cierta cobriza, que se esforzaba por pensar que era un lapso anormal y pasajero en la vida de Caleb, se recordaba, en especial cuando la inseguridad quería vencerla, que él también era una persona con ocupaciones y obligaciones, no iban a estar todo el tiempo uno junto al otro, aun así, no pudo evitar que su sonrisa se apagara y que la soledad comenzara a deprimirla cada vez que se desocupaba.
Caleb iba a dormir a la casa, generalmente ya estaba en ella cuando Leia regresaba de trabajar, un par de noches cenaron algo ligero juntos, pero él estaba distante; ya se le estaba haciendo costumbre a la cobriza verlo trabajando en su portátil o pendiente del móvil… Caleb parecía ignorarla de tan ensimismado que estaba…no lo culpaba, los problemas en su empresa parecían ir demasiado mal.
Le era im
—¡No me importa en lo absoluto! — dejó claro el ojiazul al golpear frustrado el escritorio tras el cual estaba.Frente a él, Alfred, Stefano y cuatro empleados más de distintas áreas lo observaban en silencio, y con total asombro los que apenas lo conocían — Esto ha demorado demasiado, convéncelos, amenázalos o promételes lo que sea, pero quiero esa aprobación de inmediato — advirtió al ponerse de pie y tallarse cansadamente el puente de su nariz mientras se dirigía al enorme ventanal que su oficina tenía.Stefano tragó imperceptiblemente y asintió despacio.—Aunque aceptaran, el tiempo de acción sería de al menos diez días hábiles — recordó.—¿Qué haremos con Connor Miller? — preguntó el astuto
—¿Y qué tal todo? — preguntó Leia con una sonrisa tonta mientas se tocaba con un dedo su labio, lugar donde Caleb acababa de morderla.—Todo perfecto — mintió el joven mientras comenzaba a salir del estacionamiento de la universidad.El rubio se dio cuenta entonces de lo difícil que era mantener a Leia alejada de toda la mierda que había alrededor de él, tragó difícilmente y evitó la mirada entre azul y verdosa de la joven al asegurarse que valía la pena…toda ella valía la pena.—¿Volverás a la empresa? — preguntó ella al verlo de reojo.Él negó — No por hoy…o el fin de semana — dijo y agregó para placer de la chica — Vayamos a comer, al cine o a pasear donde quieras — sugirió el ojiazul siendo co
Cuarenta minutos después, Caleb había salido de ducharse y portaba un delgado pantalón deportivo azul oscuro y una camisa sin mangas, Leia alzó su vista a verlo y detallar lo fornido que lucía su pecho, casi se quema con el aceite al freír los empanizados camarones que preparaba.—Demonios, Leia— se regañó al volver a prestar atención a lo que hacía.—¿Todo a salvo? — preguntó Caleb al asomarse, Leia entrecerró los ojos.—Por supuesto, ¿qué pensabas? –Él apenas sonrió —¿Te molesta si mientras espero reviso mis correos? –—Ah, por supuesto que no, además, no demoraré — aseguró y le sonrió.El ojiazul tomó dirección a la pequeña
Leia alzó sus entre azulinos y verdosos ojos al frente donde su profesora de Desarrollo Industrial daba su clase.—Esta visión comprende que la revolución industrial inició un proceso de acumulación de capital y…— explicaba mientras ella la veía hablar, pero no lograba siquiera recordar cuál era el tema que estaban llevando.La cobriza soltó un suspiro que incluso fue audible para su profesor que volteó a verla, pero prefirió ignorarla para no entorpecer la asimilación de quienes sí prestaban atención.«Casémonos, Leia. Sé mi esposa… por favor»Recordar la voz ronca y profunda de Caleb en aquel momento le erizó la piel, la necesidad en esas palabras le había llegado al corazón y la mantenían pensando únicamente en ello, se mordió el labio sintiendo una emoción en forma de calidez rodeándola mirando aquel hermoso anillo que posaba en su dedo mientras seguía ignorando su clase, ¿Casarse? ¿De verdad?Bajó la vista a su libreta y mientras veía los pocos apuntes que tenía, sobó su brazo ba
Quince minutos antes del mediodía Caleb se encontraba descendiendo de su vehículo estacionado frente a la enorme torre, donde el primogénito de los Miller tenía las oficinas de su despacho jurídico, alguna vez había estado ahí, pero con fines distintos al que ahora lo aquejaba.Saludó con un movimiento de cabeza al guardia que le abrió puerta de cristal, el mismo que estaba encargado de indicar a los visitantes los distintos pisos y oficinas ahí localizadas, el elegante ojiazul pasó directo a los elevadores al conocer exactamente a dónde debía dirigirse.Sonreiría de manera arrogante, ese edificio era uno de los más exclusivos de la ciudad, elegante incluso en los más recónditos rincones, no le sorprendía en lo absoluto que Connor lo eligiese como cede de la cadena de abogacía que ya estaba formando; tenía relativamente poco tiempo y, aun así, ya figuraba como uno de los abogados de más renombre, no quería pensar cómo estaría en unos años.Reconocer eso sólo lo hizo estar seguro de su
Leia suspiró agotada — No recuerdo que las escaleras fueran tantas — se quejó con cierta gracia y siguió subiendo.Apenas pasaba del mediodía cuando recibió un mensaje de Hillary, la pelicorta la invitaba a reunirse en su antigua habitación, esa que por varios meses compartió con Kristel, y aunque si bien tenía trabajos que realizar y temas que repasar, también era cierto que no tenía cabeza para mucho, así que tras encogerse de hombros y sonreír, iba justo en ese momento a reunirse con ellas.Antes de tocar la puerta escuchó risas y un insulto soltado por la castaña dirigido a la pelicorta que no tardó en reprochar, esto sólo le provocó que su sonrisa se enanchara, tocó la puerta y Kristel respondió con un ‘está abierto’ entonado en medio tono irónico, pues sabía bi
—¿Hola?—Leia…—Ah, papá— respondió la cobriza al reconocer el grueso tono de voz de su progenitor —¿Cómo han estado? Me da gusto escucharte— añadió y sonrió al recargarse sobre la grisácea pared tras ella.—Todo parece ir bien, o medianamente, aunque en realidad eso no es lo que me obliga a llamarte — respondió y Leia casi pudo imaginárselo caminando a pasos lentos, como solía hacerlo cuando hablaba con seriedad, así como en ese momento.Ella tragó discretamente.—¿Ah, no? — preguntó fingiendo naturalidad.—No, Leia, lo que en realidad necesito escuchar de ti, es por qué razón me has desobedecido— habló fuerte y claro haciéndola abrir los ojos
Minutos antes de las cinco de la tarde Caleb se levantó de la enorme silla tras el escritorio de su oficina, había estado esperando por Stefano mientras se ocupaba de otros asuntos relacionados con la empresa, en ese instante el intercomunicador sonó.—Si— habló al presionar el botón que lo enlazaba con su secretaria.—Acaba de llegar el señor Stefano — informó como anteriormente le había pedido.—Dile que venga, por favor – ordeno el rubio.La joven afirmó y el rubio dejó de presionar el botón para dirigirse al ventanal que le exhibía una ciudad fría y gris, pues en el transcurso del día el clima había empeorado considerablemente, suponía que durante la noche iba a nevar.—¿Querías verme? — cuestionó