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4. La verdad detrás del Dolor

Kali llegó a su casa con el corazón acelerado. Las preguntas y las emociones la consumían mientras caminaba por el pasillo, dirigiéndose hacia la oficina de Alejandro. Ya no podía soportar más la incertidumbre; tenía que saber la verdad, y ese momento de confrontación había llegado.

Al llegar a la puerta del estudio de Alejandro, la vio entreabierta. Escuchó voces al interior, y se detuvo, un tanto sorprendida al descubrir que no estaba sola. Era su esposo, pero también había alguien más. Sintió que una sombra de duda se posaba sobre ella. ¿Quién estaba ahí? Decidió quedarse en silencio y escuchar antes de entrar.

Era el mejor amigo de Alejandro, un hombre que conocía bien, pero que nunca había sido cercano a ella. Su nombre era Mikhail Romanov, y a pesar de las tensiones familiares y la discriminación que Kali había enfrentado desde su llegada al círculo social de Alejandro, Mikhail nunca se mostró completamente hostil. Aunque no la defendía abiertamente, siempre mantenía una postura más neutral. Kali sabía que no era precisamente su amiga, pero tampoco era un enemigo.

Escuchó a Mikhail hablar, y su voz cargada de preocupación hizo que se quedara quieta, esperando.

- Alejandro, ¿en serio vas a seguir con esto? -preguntó Mikhail, su tono algo exasperado-. Sabes que esto está mal. La estás destruyendo, hermano. ¿No te das cuenta?

Kali se quedó allí, sin moverse, con el oído pegado a la puerta. La conversación estaba tomando un giro que no esperaba. No quería estar allí, no quería ser parte de este enfrentamiento, pero la curiosidad la mantenía pegada a ese momento, sin poder irse. Decidió dar la vuelta, preparándose para retirarse. Nunca había sido una mujer de escándalos, y sabía que lo que tenía que hablar con su esposo era un tema delicado, algo que prefería tratar en privado.

Pero en el instante en que giró, escuchó claramente su nombre, y su pie quedó congelado en el suelo. Era como si algo la hubiera retenido, como si esa palabra se hubiera clavado en su pecho y la obligara a quedarse. La curiosidad la consumió, y, aunque no quería estar allí, se quedó quieta, con los nervios a flor de piel, tratando de no hacer ruido.

- Alejandro... ¿de verdad vas a seguir con esto? -Mikhail insistió, su tono algo más bajo, pero igualmente preocupado.

Kali escuchó en silencio, el corazón golpeándole en el pecho. En ese momento, Alejandro habló, y sus palabras hicieron que el aire se le escapara del cuerpo.

- ¿Qué otra opción tengo? -dijo Alejandro, su voz cargada de rabia-. Ya no puedo más con ella. Todo me da asco, Mikhail. No puedo seguir con esto.

- ¿De qué estás hablando? -interrumpió Mikhail, tratando de entender-. No puedes dejar que tus emociones te controlen. Todo esto va a acabar con ella. Ya basta. Si no la quieres, déjala ir. Pero no sigas torturándola.

- ¿Sabes lo que es estar casado con alguien como ella? -Alejandro rió con amargura-. No quiero que mi vida esté ligada a una mujer como esa. Y mucho menos que mi ADN se mezcle con el de ella. ¿Te imaginas? No quiero ni pensar en lo que sería tener un hijo con esa... esa mujer. Me da asco, Mikhail. Prefiero irme al infierno, lanzarme por un acantilado a pasar un solo día más con ella. No quiero ni tocarla. Ni siquiera quiero que mi nombre esté vinculado a ella.

Kali sintió como si el suelo se le escapara bajo los pies. Sus palabras, esas palabras tan crueles, fueron como una daga clavada en su corazón. Cada sílaba pronunciada por Alejandro la destrozaba más. Se quedó ahí, inmóvil, luchando por controlar las lágrimas que amenazaban con salir. No lo podía creer. Alejandro, el hombre que había sido su vida, la estaba desterrando con su desprecio. Pero algo dentro de ella se rompió, y la desesperación comenzó a apoderarse de su ser.

- Alejandro... pero ¿qué dices? -Mikhail intentó calmarlo, pero su amigo no parecía dispuesto a escuchar.

- No me entiendes, Mikhail -respondió Alejandro, como si ya nada le importara-. Tú no sabes lo que es estar atrapado en este infierno. No sabes lo que ella me hace. Ya basta, no te metas más. No es tu problema.

Mikhail, con algo de frustración en su tono, dijo:

- ¿Entonces qué? ¿Te vas a quedar así, atrapado en tu venganza sin dejarla ir? Alejandro, si tanto te desagrada, ¿por qué no te divorcias de ella y la sacas de tu vida?

Alejandro se rió nuevamente, pero esta vez, el sonido fue frío, y su mirada llena de determinación.

- No voy a dejar que se me escape tan fácil, Mikhail -dijo Alejandro con voz baja, llena de furia contenida-. Ella tiene que pagar por todo. Y no, no la voy a dejar ir sin que pague el precio. No se va a escapar tan fácil. Mi venganza va a ser completa, y no me importa cuánto tiempo me lleve. Lo que me ha hecho, lo que me ha hecho sentir, eso no lo va a quedar así. No puedo dejarla ir, ni si quiera la dejaré tener la tranquilidad de pensar que todo esto se acaba aquí.

Kali no pudo soportarlo más. El dolor era insoportable, y las palabras de Alejandro la perseguían, retumbando en su mente. Ella ya no podía estar allí. Dio un paso atrás, temerosa de que la escucharan, pero su cuerpo estaba paralizado por la rabia y la tristeza. Se dio la vuelta, con el alma rota, y salió de la casa, sin que ellos se percataran de su presencia. Las puertas se cerraron detrás de ella, pero el eco de las palabras de Alejandro siguió resonando en su mente.

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