Kali llegó a su casa con el corazón acelerado. Las preguntas y las emociones la consumían mientras caminaba por el pasillo, dirigiéndose hacia la oficina de Alejandro. Ya no podía soportar más la incertidumbre; tenía que saber la verdad, y ese momento de confrontación había llegado.
Al llegar a la puerta del estudio de Alejandro, la vio entreabierta. Escuchó voces al interior, y se detuvo, un tanto sorprendida al descubrir que no estaba sola. Era su esposo, pero también había alguien más. Sintió que una sombra de duda se posaba sobre ella. ¿Quién estaba ahí? Decidió quedarse en silencio y escuchar antes de entrar. Era el mejor amigo de Alejandro, un hombre que conocía bien, pero que nunca había sido cercano a ella. Su nombre era Mikhail Romanov, y a pesar de las tensiones familiares y la discriminación que Kali había enfrentado desde su llegada al círculo social de Alejandro, Mikhail nunca se mostró completamente hostil. Aunque no la defendía abiertamente, siempre mantenía una postura más neutral. Kali sabía que no era precisamente su amiga, pero tampoco era un enemigo. Escuchó a Mikhail hablar, y su voz cargada de preocupación hizo que se quedara quieta, esperando. - Alejandro, ¿en serio vas a seguir con esto? -preguntó Mikhail, su tono algo exasperado-. Sabes que esto está mal. La estás destruyendo, hermano. ¿No te das cuenta? Kali se quedó allí, sin moverse, con el oído pegado a la puerta. La conversación estaba tomando un giro que no esperaba. No quería estar allí, no quería ser parte de este enfrentamiento, pero la curiosidad la mantenía pegada a ese momento, sin poder irse. Decidió dar la vuelta, preparándose para retirarse. Nunca había sido una mujer de escándalos, y sabía que lo que tenía que hablar con su esposo era un tema delicado, algo que prefería tratar en privado. Pero en el instante en que giró, escuchó claramente su nombre, y su pie quedó congelado en el suelo. Era como si algo la hubiera retenido, como si esa palabra se hubiera clavado en su pecho y la obligara a quedarse. La curiosidad la consumió, y, aunque no quería estar allí, se quedó quieta, con los nervios a flor de piel, tratando de no hacer ruido. - Alejandro... ¿de verdad vas a seguir con esto? -Mikhail insistió, su tono algo más bajo, pero igualmente preocupado. Kali escuchó en silencio, el corazón golpeándole en el pecho. En ese momento, Alejandro habló, y sus palabras hicieron que el aire se le escapara del cuerpo. - ¿Qué otra opción tengo? -dijo Alejandro, su voz cargada de rabia-. Ya no puedo más con ella. Todo me da asco, Mikhail. No puedo seguir con esto. - ¿De qué estás hablando? -interrumpió Mikhail, tratando de entender-. No puedes dejar que tus emociones te controlen. Todo esto va a acabar con ella. Ya basta. Si no la quieres, déjala ir. Pero no sigas torturándola. - ¿Sabes lo que es estar casado con alguien como ella? -Alejandro rió con amargura-. No quiero que mi vida esté ligada a una mujer como esa. Y mucho menos que mi ADN se mezcle con el de ella. ¿Te imaginas? No quiero ni pensar en lo que sería tener un hijo con esa... esa mujer. Me da asco, Mikhail. Prefiero irme al infierno, lanzarme por un acantilado a pasar un solo día más con ella. No quiero ni tocarla. Ni siquiera quiero que mi nombre esté vinculado a ella. Kali sintió como si el suelo se le escapara bajo los pies. Sus palabras, esas palabras tan crueles, fueron como una daga clavada en su corazón. Cada sílaba pronunciada por Alejandro la destrozaba más. Se quedó ahí, inmóvil, luchando por controlar las lágrimas que amenazaban con salir. No lo podía creer. Alejandro, el hombre que había sido su vida, la estaba desterrando con su desprecio. Pero algo dentro de ella se rompió, y la desesperación comenzó a apoderarse de su ser. - Alejandro... pero ¿qué dices? -Mikhail intentó calmarlo, pero su amigo no parecía dispuesto a escuchar. - No me entiendes, Mikhail -respondió Alejandro, como si ya nada le importara-. Tú no sabes lo que es estar atrapado en este infierno. No sabes lo que ella me hace. Ya basta, no te metas más. No es tu problema. Mikhail, con algo de frustración en su tono, dijo: - ¿Entonces qué? ¿Te vas a quedar así, atrapado en tu venganza sin dejarla ir? Alejandro, si tanto te desagrada, ¿por qué no te divorcias de ella y la sacas de tu vida? Alejandro se rió nuevamente, pero esta vez, el sonido fue frío, y su mirada llena de determinación. - No voy a dejar que se me escape tan fácil, Mikhail -dijo Alejandro con voz baja, llena de furia contenida-. Ella tiene que pagar por todo. Y no, no la voy a dejar ir sin que pague el precio. No se va a escapar tan fácil. Mi venganza va a ser completa, y no me importa cuánto tiempo me lleve. Lo que me ha hecho, lo que me ha hecho sentir, eso no lo va a quedar así. No puedo dejarla ir, ni si quiera la dejaré tener la tranquilidad de pensar que todo esto se acaba aquí. Kali no pudo soportarlo más. El dolor era insoportable, y las palabras de Alejandro la perseguían, retumbando en su mente. Ella ya no podía estar allí. Dio un paso atrás, temerosa de que la escucharan, pero su cuerpo estaba paralizado por la rabia y la tristeza. Se dio la vuelta, con el alma rota, y salió de la casa, sin que ellos se percataran de su presencia. Las puertas se cerraron detrás de ella, pero el eco de las palabras de Alejandro siguió resonando en su mente.Un viaje entre la destrucción y el renacer.Sumérgete en un viaje donde el amor y la traición se entrelazan de la forma más cruel. Acompaña a Kali en su descenso al abismo del engaño y en su lucha por renacer desde las cenizas. Esta no es solo una historia de desamor, es una historia de fuerza, de transformación y de la verdad oculta tras las mentiras.¿Hasta dónde puede romperse un corazón antes de aprender a sanar? Descúbrelo en Mentiras que Rompen, Fuerzas que Sanan.Kali creía en el amor. No en el amor perfecto de los cuentos de hadas, sino en aquel que se construye con el tiempo, con confianza y dedicación. Por eso, cuando Alejandro entró en su vida, con su mirada intensa y su actitud arrolladora, ella supo que estaba dispuesta a apostar todo por él. Lo dejó todo atrás: su hogar, sus sueños individuales, su propia esencia. Se entregó por completo, convencida de que era el precio del amor verdadero. Pero lo que nunca imaginó fue que aquel amor que la hizo sentir invencible sería l
Kali Ivánova nació en la ciudad de Krasnaya, una pequeña localidad al norte de Almazov, una ciudad industrial que era conocida por sus imponentes construcciones. Desde pequeña, Kali había tenido una relación especial con los edificios, con las estructuras que se levantaban, que parecían contar historias sin necesidad de palabras. Creció en una familia humilde, pero con una fuerte inclinación hacia el arte de la construcción. Su padre, un obrero de la construcción, la llevaba con él a las obras cuando no podía encontrar con quién dejarla. Desde entonces, se enamoró de ese mundo de bloques, planos y proyectos.A diferencia de muchas otras mujeres, Kali nunca se conformó con ser solo la esposa de un arquitecto o ingeniera. Desde joven, se forjó su propio destino. Cuando terminó la secundaria, se trasladó a la capital, Almazov, donde comenzó a estudiar arquitectura en una de las universidades más prestigiosas de Rusia. Pero lo que realmente la hizo destacar no fue su inteligencia ni su ha
Tras llorar durante un largo rato, Kali se levantó con dificultad. Fue a la cocina, tratando de calmarse. Se sirvió un vaso de agua fría, pero cuando fue a poner el vaso en el refrigerador, algo llamó su atención. Al abrir la puerta del refri, vio un recordatorio de la próxima inyección, pegado con una pequeña nota en la que decía: "Próxima inyección en 3 días. No olvidar."Algo en su interior se sacudió. Recordó la conversación que acababa de escuchar. "Vitamina...". De inmediato, la pieza del rompecabezas encajó. ¿Qué tipo de vitamina era esa? ¿Por qué la seguían administrando cada cuatro meses? El malestar que había estado sintiendo en su cuerpo durante tanto tiempo comenzaba a tener más sentido. "Esto no es una vitamina común."Kali cerró la puerta del refrigerador con suavidad, su mente dando vueltas en un torbellino de pensamientos. Se dejó caer sobre una silla, mirando al vacío. Entonces, recordó los primeros días de su relación con su esposo. Cuando todo comenzó, él la convenc
Al día siguiente, La ansiedad de Kali creció como una sombra al acecho. No podía concentrarse, sus pensamientos iban y venían, y la información que Héctor había mencionado ya no la dejaba tranquila. Sentada frente a la pantalla de su computadora, miraba la respuesta de él una y otra vez, sin encontrar ningún consuelo. "Es un asunto delicado... Mejor déjalo para otro momento," recordaba las palabras de Héctor y sentía una mezcla de desconcierto y frustración.¿Qué tipo de vitamina no se podía encontrar en internet? ¿Por qué él estaba tan renuente a ayudarla? Estaba segura de que algo no estaba bien, pero las piezas del rompecabezas no terminaban de encajar.Finalmente, la inquietud la obligó a hacer lo que había estado evitando. Tenía que saber la verdad, sin importar lo que costara. Se levantó de la silla, tomó el teléfono y marcó el número de Alejandro. Sin embargo, cuando la llamada comenzó a sonar, un pensamiento la detuvo en seco. ¿Qué pasaría si él sabía más de lo que decía? ¿Qué