Cena ardiente

*

Después de un rato decidí levantarme de la silla y le pedí a Adal que me indicara el camino del tocador. Para mi suerte Adal se ofrece a acompañarme, quise negarme, pero decidí quedarme callada.

Yendo hacia el tocador de mujeres le pregunto qué tan frecuente ha visitado este sitio. Con mi rostro y mis palabras expresé lo hermoso que es este lugar, el dueño se encargó de traer a Italia a esta ciudad.

A pocos pasos llegamos al tocador de mujeres, le digo que me espere, doy media vuelta y entro. Cuando iba a cerrar la puerta, él se atraviesa en mi camino, con su mano deteniendo la puerta, me hago a un lado para darle el paso, no sé cuáles son sus intenciones, ¿será que le gusta entrar a los baños de mujeres? Sí, es que el de las mujeres es más limpio que el de los hombres, bueno, eso es lo que siempre se dice, aunque a veces es mentira.

Él cierra la puerta y pone el seguro, con nerviosismo, veo de un lado a otro, asegurándome que no haya nadie.

—No resisto más —dice en tono desesperado
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