¡Quiero jugar un poco!

—Me gusta, es una manía que tengo —encoge sus hombros al mismo tiempo que pone en blanco sus ojos—, oye, se escuchara atrevido, pero tengo ganas de saber que te trae a este lugar, ¡ya sé! Mal de amores—chasquea con sus dedos—, es que en tu rostro se puede ver—deja a un lado el vaso que estaba tomando para luego deslizar sus manos sobre la mesa sin tirar nada, hasta que llegan a mis manos.

Mis ojos van directo a sus ojos, y segundos después bajan lentamente, hacia sus voluptuosos pechos. La boca la siento seca. De pronto mi cabeza me traicionó, ya que empecé a desnudarla y compararla con Gisela, no tenía necesidad de cerrar los ojos para decir que esa chica es la indomable de mi jefa.

—¿Quieres un chicle? —suelto la estupidez más grande del mundo y automáticamente ella aleja sus manos para llevarla a su boca, soplar sobre ella y esperar que… No sé lo que está haciendo.

—Qué vergüenza, ¿tengo mal aliento?

—No, no quise decir eso, qué tonto, no puedo medir mis palabras, te juro que quise
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