Su segunda noche en el palacio no fue más tranquila que la primera, pero al menos sí más distendida, contando con el cansancio que ya arrastraba desde temprano, más el que su condición le proporcionaba por defecto, bajó del carruaje casi dormitando, afortunadamente gran parte de la servidumbre había sido informada de su condición, por lo que se precipitaron hacia él para ayudarlo a bajar, y guiarlo al interior del palacio, Valiester estaba en modo automático, por lo que vagamente se percató de ver al emperador dándole una señal, mientras que la servidumbre lo llevaban a su habitación donde fue bañado y vestido con ropas más caras y vistosas de lo se atrevería a usar por cuenta propia, y su cabello fue cuidadosamente peinado, como si fuese una noble cortesana, lo que lo hizo sonrojarse, en Sefalis la vida era tan modesta que m&aa
La ostentosa orquesta, tan elegantes que hasta parecían una parte del decorado, detuvo su vals de forma súbita, en perfecta coordinación, esto desconcertó a todos los invitados, quienes se vieron descolocados sin sentir ya la hermosa música de fondo, la mayoría de los presentes ya se encontraban en sus asientos, solo faltaban unos pocos invitados,Valiester no ignoró el detalle de que las pocas sillas que se encontraban vacías, eran las más cercanas al trono del emperador, él y Eadlyn eran los únicos sentados en esa sección, y no tardó en preguntarle a Eadlyn donde estaba toda esa gente. —Son el séquito personal que acompaña al emperador, llegarán junto a él, —mientras decía esto, algo pareció hacer clic en su mente, y se puso de pie casi de un salto. — Escuchame, —agregó, encorvandose y apoyando ambas manos en la mesa. — Me voy a cambiar de lugar, yo no soporto a esta gente, y sinceramente no es con
— Lo siento, no entiendo de lo que estás hablando. — Respondió Valiester, visiblemente tenso, con la mirada inquieta evitando los ojos de su compañera, y los puños tan apretados que sus nudillos emblanquecían. — Su excelencia no puede no saber de lo que hablo, la masacre que marcó una época. — Contestó Aenteiris confundida, una persona tan letrada como lo era Valiester, no podía desconocer hechos históricos de los cuales, en cierto modo, él mismo era parte. — No estoy diciendo que no sepa de lo que hablas, — Corrigió Valiester. — Sino que no entiendo que tendría que ver eso conmigo, yo nací en Sefalis, lejos de la capital. A pesar de que Valiester se esforzaba en mantenerse amigable y guardar calma, la forma en la que sus ojos iban de un lugar a otro, o cómo de repente le dió un tic
No había donde escapar, el fuego se expandió demasiado rápido, devorando todo a su paso. Incluso los altos pilares de mármol que sostenían el techo no tardarían en ceder ante el vigor de las llamas que trepaban ávidamente, hasta el más mínimo rincón del gran palacio se llenó de humo negro que impedía respirar.Una dama de mediana edad corría desesperada por un interminable pasillo, cargando un niño pequeño en su pecho mientras que con su brazo izquierdo sostenía vigorosamente la muñeca de una niña de cuatro años cuyas pequeñas piernas apenas le permitían correr detrás de ella, si su madre la soltara, inevitablemente se quedaría atrás.La dama solía llevar lujosas vestimentas, pero en ese m
Valiester abrió los ojos de golpe, a la vez que un ronco grito escapaba de su reseca garganta. Toda su piel estaba cubierta con una fina capa de sudor frío, que le heló las entrañas apenas fue acariciado por la brisa primaveral. El muchacho permaneció unos instantes sentado en la cama, observando su entorno con aire aturdido, intentando regular su agitada respiración. Solo cuando reconoció el mobiliario, y comprendió que se encontraba en su propia habitación, fue capaz de calmarse, aún así la sensación de sofocamiento y la dificultad para respirar no habían desaparecido del todo, por lo cual, arrastrando los pies desnudos sobre las frías losas, se asomó por la ventana entreabierta, y con los ojos cerrados inhaló una gran bocanada de aire frío en el cual podía olerse la sal del océano. Independientemente de la estación del año
Desde que Saimale se había ido, los días de Valiester se volvieron un poco más grises y monótonos de lo habitual, no solo porque su principal compañera de juegos, su mayor confidente, y quien siempre lo defendía cuando cometía un error o se metían con él ya no estaba, sino por el hecho en sí, de que alguien que representaba un pilar de su vida en los veintidós años que llevaba de esta, por primera vez no estaba a su lado, y eso, incluso para alguien que vivía en un entorno tan tranquilo y protegido como el suyo, resultaba un tanto aterrador; toda su vida había transcurrido en condiciones estáticas e imperturbables, esta era la primera vez que experimentaba un cambio. Viéndolo en retrospectiva, si la partida de su hermana ya había trastocado tanto las cosas, no se imaginaba cómo podría arreglárselas si ge
Era temprano, prácticamente de madrugada, el sol apenas comenzaba a despuntar lejanamente en el horizonte, por lo que el cielo aún estaba más oscuro que iluminado, mezclando el azul, violeta, y gris. Valiester no podía conciliar el sueño, por lo que había salido a la proa del navío en el que llevaba treinta y dos días viajando; el viento era suave, y el oleaje débil, por lo que podía ver claramente su reflejo en el agua. Desde la lejanía, oía el eco del graznido de las gaviotasObservó sus manos, las cuales temblaban de frío y tenían las llemas de los dedos rojas, apretó los puños mientras trataba de ocultarlos bajo su ropa. No muy lejos, veía nítidamente el majestuoso puerto de Ildrias, repleto de luces que a la lejanía, no sería difícil confundir
La majestuosidad que el palacio mostraba por fuera, era apenas la mitad de lo que era por dentro, llevaba sólo cinco minutos caminado, pero a Valiester ya le dolía el cuello de mirar hacia arriba, la onírica pintura que se exhibía en el techo llena de colores, seres mágicos y hermosos héroes de leyenda, Eadlyn tuvo que tironear de su brazo para que prestara atención a sus propios pasos, a riesgo de tropezarse con alguien, o algo.— ¿Qué acaba de pasar? —inquirió el más joven en un discreto susurro a su acompañante.— No hables, —le respondió Eadlyn, con suma firmeza, sin siquiera dedicarle una mirada. —Y camina derecho.Valiester hizo caso omiso, y en silencio fue guiado por una galer&
El día transcurrió tan rápido y tan lento a la vez, que Valiester genuinamente se preguntó si acaso el tiempo corría de forma distinta dentro de la capital. Por un lado, ansioso como estaba por ser la primera vez que pisaba tierra no perteneciente a Sefalis, quería compactar todo el imperio en una sola calle para poder recorrerlo en un día. Acompañado por Eadlyn, sin ningún sirviente, visitó el anfiteatro, llevando consigo la carta de Saimale donde le narraba su visita a este, como si se tratase de una especie de reseña o como si a través de esa carta ella pudiera acompañarlo, lamentablemente su tiempo no sería suficiente para quedarse a ver una obra, esa misma noche sería el banquete que el emperador dispuso en su honor. El plan original, era simplemente pasar el día en el palacio, pero su mente se mantenía demasiado inquieta, no podía dejar de preocuparse por Saimale, y el emperador se encontraba en una