Con mi blog a mano avancé hacia el despacho de Daniel, no quería arriesgarme a que aquellas malvadas lo vieran y descubrieran mi secreto, nadie podía saber de su existencia.
Puse en orden el despacho de mi jefe, cada documento donde correspondía. Sobre el escritorio había fotografías enmarcadas, en una estaba él con su esposa, era tan hermosa, tenía el pelo largo y negro, él también lo tenía de ese color, pero corto. En otra estaban sus adorables y lindos gemelos con una sonrisita clavadita a la de su padre, compadecía de los corazones que serían rotos cuando fueran grandes. Y en la otra fotografía como era de esperar, estaban los tres hermanos juntos, nunca había llegado a conocer a Jessica, su hermanita, pero escuché que ahora vivía fuera de la ciudad con su amiga. Con lo linda que era, era de entender que fueran hermanos.
Después de hurgar en la vida perfecta de mi jefe, salí de su despacho y lo aseguré. Daban las cuatro de la tarde y como tenía la autorización de mi jefe salí del trabajo y pedí un taxi, le dije al taxista que me llevara a una tienda a la cual tenía pensado llegar, pero que hasta ahora no había tenido la oportunidad y pensada aprovecharla, necesitaba hacer algunas compras.
Ya en la tienda, me dirigí a la zona de premamás y compré algunas cosas de bebés que me llamaron mucho la atención, sobretodo unos zapatitos muy chulos entre otras cosas.
Después de hacerme con todo lo que necesitaba, pedí otro taxi el cual me llevó derecho a casa. Vivía en un chalet con tres habitaciones, un gran salón, comedor, cocina totalmente amueblada, dos cuartos de baño y un lavabo. Tenía una asistenta que trabajaba durante el día y un guarda de seguridad Max, que se encargaba de proteger la casa. Sé que pensaran que gano una fortuna al poder permitirme todo ese lujo, pero ese no era el caso. Todo lo que tenía era gracias a mi padre que no permitía que me faltara de nada, suponía que era porque a él si no podía tener, estaba siempre ocupado entre trabajos y viajes que pasaba meses sin verlo. No sabía que estaba trabajando de secretaria y si se enteraba le daría un infarto, me consentía demasiado porque aparte de todo lo mencionado, era su única hija y había perdido a mi madre cuando aún era pequeña, años después él había formado otra familia con la que conviví hasta los dieciocho y decidí dejarlos, mi padre para querer saberlo todo de mí decidió ofrecerme aquella casa, así me tendría siempre controlado, pero Max era casi amigo y no le había hablado a mi padre de mi trabajo que por cierto era temporal, solo le estaba haciendo un favor a mi amiga Maya que estaba embarazada, era un embarazo con riesgo y el médico le había dicho que tenía que guardar reposo. Le pedí que se quedara a vivir conmigo durante ese tiempo para cuidarla y me ofrecí a sustituirla para que no perdiera su trabajo hasta que diera a luz y se recuperara.Max me ayudó con las bolsas y entramos en la casa.
—hoy llegas antes de lo habitual—se fijó mi guardián.—Así es, mi jefe tiene que hacer un viaje mañana y tengo poco que hacer en la oficina.—¿Entonces no tienes que ir a trabajar mañana?—Claro que sí, tengo que ordenar algunas cosas, pero será media jornada. ¡Ya llegué! —informé mientras me dirigía al salón. Le pedí a Max que depositara las cosas sobre la mesa y así lo hizo—Gracias Max.Max me dejó y regresó a su puesto. Maya salió de su cuarto y me encontró en el salón.—¿Ronnie? —me miró sorprendida—¿qué haces aquí a esta hora ¿no te habrán despedido ¿verdad?—¿De verdad crees que he podido hacer algo que haya hecho que me despidan?—Estás enamorada de mi jefe ¿no? —habló mientras se sentaba en el sillón con un poco de dificultad—quizás te haya pillado besando una de sus fotografías en su despacho o peor aún, rompiendo la foto de Sídney.La miré estupefacta y me eché a reír por su ocurrencia, ni siquiera se me había pasado por la cabeza algo igual. Me senté junto a ella.—¿De verdad me crees capaz de una estupidez igual?—Cariño, de ti se puede esperar cualquier cosa.—Pero te recuerdo que Daniel está casado, por más que esté enamorada nunca se me ocurriría meterme en su relación. Y aunque lo hiciera, sabes que no ganaría. Ya sabes cómo es tu jefe con el tema de las mujeres. Yo solo quiero encontrar un hombre como él—solté un suspiro y me dejé caer contra el sofá.—Sabes que es casi imposible ¿verdad? — la miré, me estaba viendo.—Lo sé, pero quiero creer que sí.—Te he dicho varias veces que puedes enamorarte de su hermano. Tienen la misma sangre y son uña y carne, ¿quizás sea lo que necesitas?—Ni me lo menciones, es todo lo opuesto a Daniel, o sea, a mi hombre ideal. De hecho, hoy ha insinuado que mi nombre era de hombre.—¿Es que te ha hablado? — se incorporó para verme mejor.—Claro, pero para ofenderme.—No te ha ofendido, es que Ronnie así como suena, es nombre de hombre. Dime, ¿qué se siente escucharlo hablarte?—¿Y a él qué más le da? Es mi nombre, conozco chicas que tienen nombres que sí son de hombres y también hay hombre que comparten nombres de mujer. — escuché cómo Maya suspiraba y ponía los ojos en blanco.—Me da igual todo eso—soltó—solo quiero saber qué se siente que ese hombre carismático te hable— como es evidente, mi amiga también formaba parte de ese club de mujeres que consideraban que Nicolás era el hombre perfecto.—Nada, no se siente nada aparte de rabia cuando lo primero que se lo ocurre es ofender a una persona a quien nunca le había dirigido la palabra. —abrí una de las bolsas para sacar el plástico de frutas que había comprado.—¿Quieres que me disculpe por él?—No es necesario—dije poniéndome en pie con el plástico de naranjas—ya lo hizo el hombre perfecto por él—dije con una sonrisa de boba en los labios. —Ese hombre sí tiene alma.—Enamorada perdida—me dijo Maya.—Me da igual.Caminé a la cocina y abrí el grifo para lavar las frutas y meterlas en un cuenco.—Entonces ¿a qué se debe que hayas llegado antes de tiempo hoy? —la escuché desde la cocina. Caminé de regreso al salón con el cuenco lleno de frutas. La encontré revolviendo las bolsas que yo había traído—Mi jefe, o sea, nuestro jefe me ha dado permiso para regresar a casa antes—deposité el cuenco sobre la mesa y me senté otra vez junto a Maya que ahora estaba mirando el contenido de lo que había traído.—¿Qué es todo esto? —dijo revisando los pares de zapatitos y algunas mantas de bebé. —sonreí.—¿Tú qué crees? Es para nuestro bebé —cabeceé contra su vientre y lo acaricié. Escuché cómo suspiraba Maya.—¿No crees que ya has hecho suficiente por mí? no quiero que te molestes tanto por mí.—¿Molestia? ¿pero qué dices? Tú le has dado emoción a mi vida, aunque no quieras contarme quién es el padre—retiré la cabeza para mirarla con la esperanza de que ahora sí fuera a confesarme ese misterioso secreto que guardaba bien oculto para ella.—Son lindos—dijo refiriéndose a las ropitas, como iba diciendo, no había manera de hacerla hablar del padre de su futuro hijo. —Prometo que algún día te pagaré por todo lo que haces por mí.—No digas tonterías, si no hago esto por ti, ¿por quién más lo haré?—Eres lo mejor que me ha pasado.—bueno—balanceé la cabeza—eso sí no voy a discutirte. —me sonrió y yo también le sonreí. —Ahora cuidemos de nuestra criatura, que en cualquier momento puede darnos una sorpresa. —tomé un mango de la cazuela y se lo entregué a Maya quien lo tomó. Me comí algunas uvas.Subí el volumen de la tele que ya estaba prendida, mostraba unos dibujos animados. Le hablé de mi día y charlamos de todo un poco como casi siempre que salía de trabajar.
Salí del cuarto de baño con el albornoz secándome el pelo con la toalla después de darme una ducha totalmente relajante. Me acerqué a la cama donde tenía mi bolso, me senté sobre ella y abrí el bolso, quería coger mi cuaderno y releer todo lo que tenía apuntado, eso me relajaba y me hacía suspirar y desear tener a alguien en mi vida. Rebusqué dentro del bolso y no aparecía, ¿Por qué? Pensé, probablemente se había quedado en el salón. Me levanté de la cama y Salí de mi cuarto en dirección a la sala de estar donde hacía unos minutos había dejado a Maya. Se había quedado dormida en el salón. Me acerqué con cuidado hacia ella y le desperté con delicadeza para no asustarla. Abrió los ojos y me miró.—¿Ronnie? — le sonre&
Nicolás llevó la mano a su bolsillo donde sacó su celular que acababa de sonar por el mensaje que le había enviado. Leyó el mensaje y noté que fruncía el ceño, no sabía de quién era el mensaje porque no conocía mi número. Volvió a repasarnos con la mirada buscando al responsable del mensaje hasta que topó con mi mirada la cual le decía todo, me miró algo sorprendido, seguro que no se esperaba que yo fuera la responsable de aquello, qué vergüenza.—Podéis regresar todos a vuestros puestos —anunció de pronto sorprendiéndonos a todos.—¿Ya? —preguntó Mario—queremos saber de quién es el cuaderno.—Así es, ¿ya sabe de quién es? —apoyó otra curiosa entre la multitud. Nicolás volvió a
Pov NICOLÁS HARRISAquello iba a ser divertido, fue lo que pensé cuando descubrí que precisamente la secretaria de mi hermano era la responsable de aquella cursilería. Me resultaba imposible creerlo o en caso contrario no me habría molestado en reunir a casi la mitad de los empleados para debatir aquello. Si mi padre se enteraba habría una bronca entre nosotros como casi siempre, pero Luis lo sabía, sabía que no perdería tiempo en hacérselo saber, menudo desgraciado, no lo aguantaba. Pero por fortuna para mí, tener una discusión con mi padre era lo más normal del mundo, aunque sin Daniel aqu&i
Pov RONNIKA BELLWOODEstaba en mi escritorio preocupada esperando. Cuando salí de la sala de reuniones quise prestar atención a lo que Nicolás le iba a decir a su padre, quería saber si acabaría hablándole de mi blog, pero no podía mantenerme cerca, podían verme, fue lo peor que su padre tuviera que encontrarnos allí y era gracias a Lucas, ahora empezaba a entender su falta de confianza de parte de Nicolás. Hablando de Nicolás, me había desacreditado allí dentro, no puedo creer que estuviera equivocada en todo lo que pensaba de él, tenía claro que le faltaban cosas de su hermano que no tení
Ya fuera del edificio decidí caminar un rato mientras pensaba en todo lo que me había sucedido aquella mañana. Tomé un taxi y me fui derecha a casa.Maya y Max estaban sentados en la terraza tomando el desayuno mientras jugaban al dominó, la idea debía haber sido de ella. Intenté poner buena cara mientras los saludaba.—Dime que no te han despedido esta vez—dijo Maya consiguiendo que pusiera los ojos en blanco.—¿Por qué siempre piensas que me han despedido?—¿Entonces no te han despedido?—No, no me han despedido. —tuve que asegurarla mientras me sentaba a la mesa con ellos.—Eso quiere decir que has encontrado tu blog sano y salvo—dibujó una sonrisa— ya me preocupaba que lo haya encontrado alguien y piense decírselo a Daniel.Evité mirarla mientras decí
Maya estaba impresionada cuando le conté que Daniel me había dado el permiso de utilizar la tarjeta para pagar la visita al médico y todo lo demás.Después de arreglarnos en la mañana y de tomar el desayuno, con mi auto, un Porsche, nos dirigimos al hospital.Nos recibió su médico y la atendió durante un par de horas, el niño estaba bien, Maya solo tenía que estar relajada sin alteraciones y cumplir con todo lo que le estaba exigiendo el doctor al pie de la letra.Después de la cita decidí llevarla a dar una vuelta por la ciudad. Como a ella también le encantaban los libros como a mí, estacioné junto a una librería. Curioseamos algunas obras y decidimos comprar algunas novelas que nos llamaron mucho la atenci&oacut
Habían pasado más de dos horas allí dentro, no entendía qué podía ser tan importante. Conocía todos sus casos, pero de ese no estaba enterada, ni él mismo se lo esperaba, evidentemente. Cuando entró el señor Harry, Daniel parecía molesto con él, aunque parecía mantenerse tranquilo para escucharlo. Pero ahora parecía que se entendían, conversaban animadamente y no tenía ni la menor idea sobre qué podía ser, de lo que sí estaba segura era que no se trabaja de trabajo y mucho menos del nuevo bufete que es lo que tenían en común, o eso pensaba.Sonó el teléfono sobre mi mesa, lo tomé y se trataba de mi jefe perfecto.—Ronnie, quiero que le marques a mi hermano y le digas que nos encuentre en el nuevo bufete. Pon todo en orden, y dígale a Miguel que prepar
—¿Y bien? ¿dónde te llevo?Estábamos en su auto, pero hasta entonces no le había dicho dónde debía llevarme. Era un Mercedes nuevo modelo, siempre procuraba ir a la última, Daniel en cambio no tenía ese problema, su única preocupación era estar siempre presentable y que todo estuviera perfecto.La verdad es que estaba pensando en un lugar distinto a mi casa y no se me ocurría ninguno todavía. Al final tuve que darle la dirección de una tienda de accesorios a la que solía visitar a veces, así le perdería a Nicolás de vista.Puso el auto en marcha y condujo hacia aquella dirección. Milagrosamente estaba en silencio, ni me miraba ni me hablaba, además ¿de qué hablaríamos? Le miré de reojo y no parecía a