—¿E-el divorcio? —balbuceó Dante, impactado ante mi repentina decisión.
Y es que toda mi vida había sido una jodida sumisa ante él, me había dejado pisotear cuando me decía: mi amor, tu no debes trabajar por ser mujer, por ello es mejor que te quedes en la casa.
Me lo creí...
Ese tipo de cosas yo me las tomaba normal, que solo eran para protegerme. Dante fue el amor de mi vida, desde mi punto de vista. No sabía cómo iba a hacer para olvidarlo si habíamos experimentado tantas cosas juntos, tantas primeras veces que me marcaron.
Me dolía el alma en ese momento, una punzada en el corazón que no desaparecía por más que intentaba ser fuerte.
—Hoy me llevaré mis cosas, mañana me pondré en marcha para que en los próximos días firmes el divorcio, Dante —refuté, caminando hacia el armario en donde teníamos una maleta.
—¿Te irás así? ¿Y a dónde piensas ir? —cuestionó, siguiéndome el paso.
—Por lo menos vístete y deja de tener las bolas al aire —reproché, al ver que el hombre seguía desnudo.
—No hay algo que no hayas visto... Ximena —comentó, con la voz apagada—. ¿Estás segura de que vas a echar todo lo que hemos construido a la basura?
—Preferiría no volver a verlo jamás —argumenté, arrugando la boca con asco al saber que se metió dentro de otra mujer—. Y te recuerdo, Dante, que tú fuiste el que echó todo a la basura cuando decidiste serme infiel —zanjé, mirándolo con recelo.
Saqué la maleta, era bastante grande y pesaría con las ropas que le metería, pero tampoco planeaba llevarme todo el mismo día. Yo no podía quedarme con la casa, lástima que Dante fue el que la compró y puso a su nombre por lo que me sería difícil ganar eso, además, tampoco soy tan cruel como él.
Lo mejor sería alejarme de los objetos que me recordaban a él, como por ejemplo el sofá en donde solíamos ver películas de noche...
Mis ojos volvieron a llorar al traer esos dolorosos recuerdos que me hacían desear que la situación que me estaba ocurriendo fuera una mentira. Moqueé una última vez para que mi marido no me viera.
—Ximena, amor... ¿Podemos arreglar las cosas? No quiero que te vayas —rogó, tomándome del brazo—. En verdad estoy muy arrepentido. Lo de Rebeca no significó nada.
Pero me solté con una fuerza que ni yo misma conocía para continuar guardando cada prenda que me pertenecía, al igual que algunos productos míos.
—N-ni se te ocurra volver a tocarme con tus asquerosas manos —sollocé, con un hilo de voz.
Me estaba conteniendo, pero me era imposible que las lágrimas no salieran de manera incontrolable. Dante tenía el ceño fruncido y una mirada de arrepentimiento, pero no lo iba a perdonar solo por que se hiciera la víctima.
—Ximena... Lamento mucho el daño que te he causado, de verdad. Admito que fue mi error y está bien si no me perdonas jamás, pero al menos dame una oportunidad de demostrarte un cambio en mí —alegó, casi susurrando.
Dante se dirigió a la cama en donde tenía sus ropas tiradas en diferentes lugares, hasta en el suelo. Ver eso solo me causó mucha más rabia y decepción interna al punto de apretar mis puños con fuerza.
—No, Dante. No seré de esas que perdonan las infidelidades de sus maridos solo porque no quieren dejarlo —confesé, secando mis lágrimas—. No caeré tan bajo porque yo sí tengo dignidad y sé que no vas a cambiar. ¿Crees que voy a poder tener la mente tranquila después de lo que hiciste? —lo encaré.
—Pero hay hombres que sí cambian por sus mujeres —informó, terminando de vestirse.
—No voy a arriesgar mi estabilidad emocional por ti —dictaminé, viéndolo con mis ojos más asesinos.
Terminé de guardar mis cosas, llenando la maleta hasta el tope y con dificultad la puse en el suelo ya que era de rueditas.
—¿No quieres que te ayude a llevar la maleta? Por lo menos déjame hacer eso —inquirió, acercándose a mi posición.
—Espacio personal, Dante. No quiero volver a sentir tu piel ¿Entiendes? No puedo creer que aún quieras arreglar las cosas después del daño que hiciste —expresé, poniendo mi mano en forma de pared.
—Entiéndeme, Ximena... Quiero demostrarte que cometí un error, un enorme error que sé que es irremediable. Perdóname —siguió, arrepentido de lo que hizo.
Pero sus palabras no causaban nada en mí, más que dudar de cada cosa que salía de su boca. Había puesto a Dante en un pedestal durante el tiempo que pasamos juntos, sin esperar que me hiciera eso.
—Te avisaré para que firmes el divorcio. Me iré con mis padres y encontraré un buen trabajo, el que me negaste —comenté, sin que el nudo en la garganta se me fuera.
—Si no te dejé trabajar fue por tu bien. Lo mejor es que el hombre traiga dinero a la casa y que la mujer se encargue de los quehaceres —aclaró.
—Yo... t-también creí que eso era lo mejor, pero mírame. N-nos vamos a separar y yo no tendré ningún ingreso, me volví dependiente a ti, Dante, eso es lo que más me duele... —titubeé, tapándome la boca.
—Hey, Xime —colocó una mano en mi hombro. Se lo permití—. Puedes elegir quedarte conmigo... No te faltará nada y lo sabes.
Lo miré con incredulidad en mi expresión. En verdad que ese hombre era un descarado al pensar que yo olvidaría todo de la noche a la mañana. Mi ceño se frunció junto a la tensión en mi mandíbula.
Lo odiaba.
Y al mismo tiempo lo seguía amando.
Eran tantas emociones mezcladas que ya quería irme de ahí de una vez por todas para no volver a saber de él, aunque me lastimara dejarlo...
Algo me decía que no me fuera, que me quedara, pero era más grande la dignidad que también me decía: sal de ahí, no vuelvas jamás.
—Adiós, Dante. Prefiero empezar de cero que estar con un maldito imbécil como tú —respondí, rodando la maleta conmigo.
Empecé a caminar por la casa para buscar la salida. Me envolvía un sentimiento de aflicción al ver los cuadros guindados en la pared, de nosotros... Conmemorando nuestros mejores momentos.
De nuevo la punzada volvió a mi pecho, más fuerte que nunca porque estaba tomando una decisión que cambiaría mi vida llena de rutina. En donde siempre le hacía el desayuno a Dante para que se fuera a trabajar tranquilo.
Así como también le preparaba la cena por lo cansado que él llegaba, para luego hablar de tonterías y reírnos en conjunto o hacer el amor.
Debía mentalizarme en que esas experiencias quedaron en el pasado y nunca más volverían por mi propio bien.
No me di cuenta que el hombre me siguió hasta la puerta principal.
—Xime, piénsalo mejor, por favor. ¿No estábamos buscando un hijo? —cuestionó, tomándome del brazo.
—Suéltame —dije, zafándome de su agarre de un jalón—. Eso quedó en el pasado. Sí quiero tener un hijo, pero por lo visto ya no será contigo...
—No digas eso... Sabes que lo hemos estado intentando desde hace meses —recordó.
—Pero puedes hacérselo a esa tal Rebeca ¿No crees? Digo, si es que ella busca algo serio contigo —Abrí la puerta de golpe, con mis dientes chocando.
—Ximena...
—Adiós, Dante. Lástima que preferiste cambiar a tu esposa por una cualquiera —le recordé, tomando la maleta para salir de la casa.
—Querida, por lo menos déjame llevarte en el auto... —pidió, saliendo junto a mí.
—Gracias por la oferta, pero puedo irme en taxi.
No dije más, también ignoré sus llamados en donde decía mi nombre para no alterarme más de lo que estaba. Luché para mantenerme firme y no caer en la debilidad que me causaba ese hombre.
Me alejé de la que alguna vez fue mi casa por años. Me alejé del amor de mi vida porque decidió traicionarme y romper cada una de sus promesas. Fue doloroso, tenía que admitirlo, pero era eso o seguir viviendo con inseguridades hacia él de que me volviera a engañar.
Ya nuestro matrimonio estaba roto, por su culpa...
Tomé el primer taxi que pasó para ir a casa de mis padres, en donde seguramente mamá me diría: te lo dije. Porque nunca le cayó bien Dante, aunque él se mostró como un buen hombre, lo cual al final resultó no ser del todo cierto.
Llegué a casa, toqué la puerta y una mujer castaña me abrió. Sus arrugas se hicieron presentes en cuanto sus cejas se hundieron al verme.
Y es que yo me encontraba llena de lágrimas y posiblemente con los ojos hinchados, agregando unos cuantos mocos.
—Cariño ¿Qué sucedió? —cuestionó, abrazándome en cuanto solté la maleta.
—M-mamá... —balbuceé, entre sus brazos. Oler su perfume me traía mucha paz—. D-Dante... Dante me engañó... —solté.
—Oh, cariño... Tranquila —me acurrucó más entre su cuello—. Todo va a estar bien.
Éramos del mismo tamaño. Solo necesité un abrazo de ella para calmarme y sentir que todo estaría bien. Ella nunca fue mala conmigo y siempre me apoyó en todo aunque no estuviera de acuerdo.
Me hizo pasar, avisándome que papá no estaba en casa ya que se encontraba trabajando. En ese momento me sentí como una adolescente cuando me llevó al cuarto para que le contara mejor las cosas.
Una adolescente que pasaba por su primera decepción amorosa, porque sí, Dante había sido mi primer y único amor, el que pensé que era genuino, que duraría toda la vida, y me terminó fallando de la peor manera...
Ya había llorado bastante con el apoyo de mamá. Me sentía seca y que ya no me iba a salir ninguna lágrima, mucho menos si evitaba recordar a Dante.—Ya verás que todo te saldrá bien, no te puedes echar a morir por un hombre que no vale la pena ¿De acuerdo? —Llevó la palma de su mano a mi mejilla.Estábamos sentadas en la cama de la que alguna vez fue mi habitación. Mis padres quisieron conservarla para el recuerdo, sin saber que algún día volvería a ella, por lo que tenía todavía algunos póster de las bandas de rock que solía escuchar.—Nunca he trabajado... No sé qué haré —murmuré, con las manos temblorosas.—Hey, mírame —me obligó a mirarla—. No digas tonterías. Todos tenemos la capacidad de aprender cualquier cosa, nuestra mente es la que nos limita —añadió, tocando mi frente con la yema de sus dedos.—Tengo veintiocho años, mamá ¿Quién va a querer contratar a una novata con esa edad? —inquirí, alzando una ceja.—Tengo el empleo perfecto para ti. Hace poco vi en el periódico que ha
El viernes llegó en un abrir y cerrar de ojos. Ya había llorado bastante cada noche al recordar lo que me sucedió, e incluso volvía a tener pesadillas y despertaba creyendo que todo había sido un simple sueño.Pero regresaba a la realidad cuando me daba cuenta que estaba en casa de mis padres. Por suerte papá no se puso en contra de que me quedara, más bien se alegró de volver a tenerme de vuelta, aunque me dijo el típico: te lo advertí.Porque a él nunca le gustó Dante.El divorcio se había llevado a cabo con éxito gracias a mi abogado, quien me ayudó a obtener por lo menos algo de dinero para cubrir los daños emocionales que me había causado mi ex.Dante ahora era mi ex esposo y se sentía un poco extraño. Al principio estuvo en desacuerdo al firmar el divorcio, pero no le quedó de otra más que hacerlo y dejarme libre, por más que me siguiera insistiendo en arreglar las cosas.—¿Estás lista? Tu padre irá al trabajo y yo me iré con él para que me deje en el super mercado, te podemos
—¿E-estás loco? —titubeé, confundida.¿Cómo se le ocurría semejante barbaridad? Si él ya sabía que yo pasé por las manos de su hermano, ¿no le daba asco pensar en que fui usada durante años? Me abracé a mí misma buscando el consuelo que me faltaba por pensar mal de mí.—No hace falta que nos enamoremos. Míralo desde una perspectiva de negocios en donde ambos obtendremos un beneficio. ¿No insinuaste en que ya no quieres volver a enamorarte? Pues no tienes que hacerlo, y yo tampoco —explicó, viéndose coherente en ese sentido.Me puse a pensar en que todo me resultaría más fácil si aceptaba porque tendría un increíble trabajo y a parte sería esposa de un CEO. mi vida había sido suficientemente aburrida como para desperdiciar ese brutal cambio.Si lo rechazaba seguro me terminaría yendo terrible en la búsqueda de otros empleos. Era una oportunidad única la que me estaba ofreciendo ese castaño.¿Vengarme de Dante? Tal vez eso haría que mi corazón se arreglara, o tal vez no. De todas formas
—¿Cómo que te vas a casar otra vez? ¿Estás loca? —interrogó mamá, con el ceño fruncido.Estábamos en la mesa, comiendo el desayuno y decidí soltarles la gran noticia a ambos. Papá me quedó viendo sin tener mucha sorpresa ante mi repentina confesión, pero mamá casi echaba humos por la cabeza.—Será un compromiso arreglado, por contrato, como le digan. No me enamoraré de ese tipo y será beneficioso para ambos, mamá —expliqué, sonando el plato con la cuchara.Era cereal.—¿Pero en serio tenía que ser con su hermano? —inquirió, estupefacta.—Entre los dos hermanos Watson, Eric me parece un mejor hombre para ti —habló papá, dejando a mi madre con la boca abierta—. Es un CEO, lo he visto en las noticias y su capacidad es increíble. Lo admiro, así que me alivia mucho que hayas cambiado al imbécil de Dante por un verdadero hombre, Ximena —añadió, ojeando el periódico.—¿Tú estás de acuerdo con que se vaya de nuevo? —le preguntó mamá.Vale, yo quedé en shock por lo que dijo mi padre ya que ni
—Veo que no perdiste el tiempo, Dante —mascullé, cruzada de brazos.Era obvio que se había emparejado oficialmente con Rebeca, después de lo que me juró, después de que incluso me dijera que iba a cambiar. Puras mentiras, porque su expresión era de total vergüenza al verme.—¿Eres la nueva recepcionista? —preguntó, asombrado.—Sí, ¿y tú no piensas trabajar hoy? —respondió Jeanniel, mirándolo con recelo.Al parecer también le caía mal, no estaba segura, pero el pelinegro lo veía con una rabia intensa, como si su simple presencia le molestara. La rubia se adelantó, arrugó la nariz y amenazó a Jeanniel con el dedo.—Él y yo tenemos una cita, así que lo siento pero no vendrá a trabajar —aclaró ella, con una maliciosa sonrisa.—Es increíble cómo te rebajas a los caprichos de una niña, Dante —masculló Jeanniel, con ironía.Y es que tenía razón, Rebeca no aparentaba tener más de veinte años por lo suave que se veía su piel, sobre todo el hecho de que no tenía ni una sola arruga visible.Su m
Me detuve en una esquina cuando me di cuenta que el pasillo no tenía final. Apoyé mis manos en mis rodillas y me encorvé lo suficiente para poder tomar el aire que le faltaba a mis pulmones debido al trote.Me había comportado como una mujer inmadura al salir huyendo de la escena, no esperaba que nadie viniera por mí y eso era mucho mejor ya que mis ojos no paraban de soltar lágrimas de impotencia.Dante era un imbécil.Tenía que olvidarlo a toda costa si quería cumplir mi venganza porque lo menos que él se esperaba era que yo me metiera con otro hombre, y mucho menos que fuera su hermano.Pero no importaba qué tanto intentara olvidar los lindos momentos que tuvimos, según mi punto de vista. La punzada no se iba y me carcomía el interior de la garganta, anhelando gritar y expulsar cada gota de dolor dentro de mí.—Ximena... —jadeó alguien, atrás de mí.Me giré rápidamente, esperando encontrar a... ¿Dante? No... Él no era, tenía que decirle a mi cabeza de una vez por todas que ya ese h
Un nuevo día había llegado y gracias a Jeanniel aprendí muchísimas cosas sobre cómo ser la recepcionista. La emoción que sentía por haber adquirido nuevos conocimientos no me la quitaba nadie.No imaginaba que podía hacerlo. Me encontraba en el auto de mis padres, yendo de camino al trabajo ya que sería mi segundo día y estaba llena de entusiasmo porque me gustaba lo que tenía que hacer.Me distraía de los malos pensamientos.—¿Ya te topaste con Dante? Me habías dicho que trabaja ahí —cuestionó mamá, en el asiento del copiloto.—Eva, no deberías de hacerle esas preguntas. Ese desgraciado no tiene que volver a mencionarse —reprochó mi padre, él iba manejando.—Bueno ayer apareció en la recepción con su amante... —murmuré, decaída al recordarlo.—¡¿En serio se atrevió?! No puedo creer lo patán que es ese hombre. Sabía que no era bueno para ti, pero tarde o temprano tenemos que aprender de nuestros errores —soltó mi madre, girando el cuerpo hacia atrás para verme.—Todavía recuerdo cuand
Me había quedado sola en la recepción. Esa mínima discusión que tuve con Dante fue suficiente para alterar mi humor y empeorarlo, por lo que estaba sentada en la silla de la recepción, apoyando mi antebrazo en el mesón y tocando la cerámica en movimientos repetidos con mis uñas.Tal vez me sentía ansiosa porque no llegaba nadie, me parecía extraño que Dante fuera el único en aparecerse a tempranas horas, si cuando estaba casada con él solía llegar tarde al trabajo todo el tiempo, según lo que me comentaba.Una silueta familiar se adentró en el lugar, pasando la puerta principal y mirándome con una enorme sonrisa. Se trataba de Jeanniel. Acomodó sus lentes en cuanto llegó a mi ubicación.—¿Y bien? ¿Cómo le está yendo a la nueva? —preguntó, en tono burlón.—Muy mal si Dante siempre será el primero en llegar —respondí, con una forzada sonrisa de dientes apretados.—¿Dante llegó temprano? Es imposible —alegó, negando con su mano—. Es muy raro que lo haga, sobre todo antes de las ocho.—Lo