—Veo que no perdiste el tiempo, Dante —mascullé, cruzada de brazos.Era obvio que se había emparejado oficialmente con Rebeca, después de lo que me juró, después de que incluso me dijera que iba a cambiar. Puras mentiras, porque su expresión era de total vergüenza al verme.—¿Eres la nueva recepcionista? —preguntó, asombrado.—Sí, ¿y tú no piensas trabajar hoy? —respondió Jeanniel, mirándolo con recelo.Al parecer también le caía mal, no estaba segura, pero el pelinegro lo veía con una rabia intensa, como si su simple presencia le molestara. La rubia se adelantó, arrugó la nariz y amenazó a Jeanniel con el dedo.—Él y yo tenemos una cita, así que lo siento pero no vendrá a trabajar —aclaró ella, con una maliciosa sonrisa.—Es increíble cómo te rebajas a los caprichos de una niña, Dante —masculló Jeanniel, con ironía.Y es que tenía razón, Rebeca no aparentaba tener más de veinte años por lo suave que se veía su piel, sobre todo el hecho de que no tenía ni una sola arruga visible.Su m
Me detuve en una esquina cuando me di cuenta que el pasillo no tenía final. Apoyé mis manos en mis rodillas y me encorvé lo suficiente para poder tomar el aire que le faltaba a mis pulmones debido al trote.Me había comportado como una mujer inmadura al salir huyendo de la escena, no esperaba que nadie viniera por mí y eso era mucho mejor ya que mis ojos no paraban de soltar lágrimas de impotencia.Dante era un imbécil.Tenía que olvidarlo a toda costa si quería cumplir mi venganza porque lo menos que él se esperaba era que yo me metiera con otro hombre, y mucho menos que fuera su hermano.Pero no importaba qué tanto intentara olvidar los lindos momentos que tuvimos, según mi punto de vista. La punzada no se iba y me carcomía el interior de la garganta, anhelando gritar y expulsar cada gota de dolor dentro de mí.—Ximena... —jadeó alguien, atrás de mí.Me giré rápidamente, esperando encontrar a... ¿Dante? No... Él no era, tenía que decirle a mi cabeza de una vez por todas que ya ese h
Un nuevo día había llegado y gracias a Jeanniel aprendí muchísimas cosas sobre cómo ser la recepcionista. La emoción que sentía por haber adquirido nuevos conocimientos no me la quitaba nadie.No imaginaba que podía hacerlo. Me encontraba en el auto de mis padres, yendo de camino al trabajo ya que sería mi segundo día y estaba llena de entusiasmo porque me gustaba lo que tenía que hacer.Me distraía de los malos pensamientos.—¿Ya te topaste con Dante? Me habías dicho que trabaja ahí —cuestionó mamá, en el asiento del copiloto.—Eva, no deberías de hacerle esas preguntas. Ese desgraciado no tiene que volver a mencionarse —reprochó mi padre, él iba manejando.—Bueno ayer apareció en la recepción con su amante... —murmuré, decaída al recordarlo.—¡¿En serio se atrevió?! No puedo creer lo patán que es ese hombre. Sabía que no era bueno para ti, pero tarde o temprano tenemos que aprender de nuestros errores —soltó mi madre, girando el cuerpo hacia atrás para verme.—Todavía recuerdo cuand
Me había quedado sola en la recepción. Esa mínima discusión que tuve con Dante fue suficiente para alterar mi humor y empeorarlo, por lo que estaba sentada en la silla de la recepción, apoyando mi antebrazo en el mesón y tocando la cerámica en movimientos repetidos con mis uñas.Tal vez me sentía ansiosa porque no llegaba nadie, me parecía extraño que Dante fuera el único en aparecerse a tempranas horas, si cuando estaba casada con él solía llegar tarde al trabajo todo el tiempo, según lo que me comentaba.Una silueta familiar se adentró en el lugar, pasando la puerta principal y mirándome con una enorme sonrisa. Se trataba de Jeanniel. Acomodó sus lentes en cuanto llegó a mi ubicación.—¿Y bien? ¿Cómo le está yendo a la nueva? —preguntó, en tono burlón.—Muy mal si Dante siempre será el primero en llegar —respondí, con una forzada sonrisa de dientes apretados.—¿Dante llegó temprano? Es imposible —alegó, negando con su mano—. Es muy raro que lo haga, sobre todo antes de las ocho.—Lo
Eric no me dio más información por más que le preguntara por el verdadero evento en el que nos conocimos. Me comentó que lo hablaríamos con tranquilidad el día de la cena, así se aseguraba de que yo aceptara.Fue un tanto manipulador de su parte, pero sin importar la razón, iba a ir porque mi corazón me decía que fuera.La hora del almuerzo había llegado y salí de la recepción, tuve que cerrar la puerta porque durante esa hora todo el personal iba a comer, por lo tanto el edificio cerraba y nadie podía entrar ni salir.Caminé hasta el comedor con múltiples pensamientos en la cabeza y rebuscando en lo más profundo de mi memoria a ver si encontraba el fragmento que le faltaba.Pero nada sucedió.Suspiré en derrota y abrí la puerta, habían un montón de trabajadores sentados en sus mesas comunes. Busqué con la mirada al moreno y no me resultó difícil encontrarlo porque me hizo varias señas.—¡Ximena! Veo que te interesa conocer mucho a Eric ¿No? —habló en cuanto llegué, tenía una sonrisa
Habían pasado dos días desde lo sucedido con Dante en el comedor y yo andaba más distraída que nunca por el ligero miedo que me creó.Eric no lo pasó por alto y demostró superioridad al castigar a su hermano, no le pagaría el sueldo durante un mes entero y eso si trabajaba todos los días seguidos. Sabía que no pudo despedirlo porque sus padres le decían que todavía no tenía el poder suficiente sobre ellos hasta que se casara.Y como Dante era hijo de mami y papi, él siempre saldría ganando, sin importar qué barbaridades hiciera. De igual forma, cuando estábamos casados, sus padres siempre me veían y regalaban sonrisas hipócritas, solo porque su hijo menor me quería en su vida.Pero estaba segura de que se enteraron del divorcio y me odiaban como nunca antes. Me iban a odiar más cuando se enteraran de mi compromiso con Eric.—¿Estás bien? Te estoy hablando desde hace un rato... —La voz de Eric me sacó de mis pensamientos.No me di cuenta en qué momento apareció si lo normal era que no
Narrado por Eric.Me llevé a Dante hacia mi oficina, casi lo jalé de la oreja como si fuera un niño, lo cual ya era costumbre para mí. Su comportamiento inmaduro solía molestarme porque él siempre pensaba que el mundo giraba en torno a sí mismo.No le preocupaban las personas que podía dañar a su alrededor, con tal de satisfacer sus propias necesidades.—¡Ya suéltame! Maldición —se quejó, sobando su brazo en cuanto llegamos a nuestro destino—. ¿Cómo carajos tienes tanta fuerza?—Se llama hacer ejercicio, creo que hace un tiempo lo dejaste —respondí, con obviedad.Me senté en mi escritorio, revisando los correos para ver posibles inversionistas o socios a los que les había mandado solicitudes para tratar de expandir Rosa Blanca.No me estaba yendo muy bien en los últimos meses precisamente porque en mi vida no había ocurrido ningún acontecimiento importante como lo sería una boda.No había ni una sola respuesta.Me eché hacia atrás en la silla, estresado porque tenía tantas cosas con l
Me preguntaba qué habrá pensado Eric luego de escuchar las barbaridades sobre mí... Me sentía fatal porque de alguna manera quería quedar bien con él si nos íbamos a casar.No quería que él pensara que yo podía ser una cualquiera. Lo que sucedió con Dante me hizo darme cuenta de lo equivocada que estuve al colocarlo en un pedestal.Ambos hombres se habían ido a la oficina para terminar de zanjar sus asuntos, a saber si se estaban peleando o solo discutían sobre mí. Me preguntaba también de qué hablaban.La ansiedad era algo que me carcomía, no pude evitar rascarme la nuca haciendo presión porque tenía un sentimiento extraño invadiendo mi interior. Necesitaba arreglar las cosas con Eric, o tal vez yo estaba exagerando todo.—Ximena ¿Estás bien? Te ves más pálida que de costumbre —habló Jeanniel, sacándome de mis pensamientos.Levanté el mentón para verlo, no me había percatado de que llegó a la recepción y parecía estar preocupado por mi estado. Hice lo posible para regalarle mi mejor