El viernes llegó en un abrir y cerrar de ojos. Ya había llorado bastante cada noche al recordar lo que me sucedió, e incluso volvía a tener pesadillas y despertaba creyendo que todo había sido un simple sueño.
Pero regresaba a la realidad cuando me daba cuenta que estaba en casa de mis padres. Por suerte papá no se puso en contra de que me quedara, más bien se alegró de volver a tenerme de vuelta, aunque me dijo el típico: te lo advertí.
Porque a él nunca le gustó Dante.
El divorcio se había llevado a cabo con éxito gracias a mi abogado, quien me ayudó a obtener por lo menos algo de dinero para cubrir los daños emocionales que me había causado mi ex.
Dante ahora era mi ex esposo y se sentía un poco extraño. Al principio estuvo en desacuerdo al firmar el divorcio, pero no le quedó de otra más que hacerlo y dejarme libre, por más que me siguiera insistiendo en arreglar las cosas.
—¿Estás lista? Tu padre irá al trabajo y yo me iré con él para que me deje en el super mercado, te podemos pasar dejando en el edificio donde tendrás la entrevista —avisó mamá, mirando el reloj en su muñeca—. Ya casi son las ocho.
—Sí, estoy lista. ¿Me veo decente? Digo, intenté copiar la vestimenta de la recepcionista —alegué, dando media vuelta.
Se trataba de una falda de tubo que me llegaba hasta las rodillas, junto a una camisa azul marino de botones. En cierta parte me sentía incómoda por los tacones, no acostumbraba a usarlos.
—Te ves preciosa, mi niña —afirmó, comprimiendo una sonrisa.
—¡Ya nos vamos! —gritó papá desde afuera.
—Ya lo oyes, será mejor irnos antes de que se enoje —bromeó.
Asentí y salí junto a ella, encontrándome con un padre bastante estresado y hablando por teléfono, así que procedió a saludarme en lo que pudo para luego ignorarme el resto del camino al edificio.
El vehículo se detuvo, indicando que el resto dependía de mí. Tenía que escoger rehacer mi vida con ganas ya que tenía el apoyo de mis dos padres. En otras circunstancias ellos me hubiesen dejado de lado.
—Mucha suerte, Ximena —alentó mamá, enseñándome los dedos pulgares.
—Enamora al jefe y tendrás a los demás a tus pies —me animó papá a su manera.
—Trataré de seguir tu consejo, nos vemos más tarde —respondí con sarcasmo, bajándome y cerrando la puerta.
Me preparé mentalmente para entrar al lugar, de inmediato el frío del aire acondicionado me invadió y vi a la misma mujer de la última vez en la recepción. Una hermosa jovencita, le calculaba unos veinte años más o menos. Su cabello negro estaba atado en una cebolla.
Me miró y reconoció porque me saludó.
—Buenos días, vine por la entrevista —hablé.
—Lo sé, Ximena ¿No? El jefe te está esperando en su oficina. Déjame guiarte —argumentó, saliéndose de la recepción hasta quedar a mi lado.
—¿Por qué les interesé? —inquirí en cuanto nos subimos al ascensor.
—Bueno, creo que pronto lo descubrirás —me miró de reojo con una sonrisa.
El pitido del ascensor sonó indicándonos que habíamos llegado a nuestro destino. No tardamos mucho y otras personas, posiblemente eran trabajadores del lugar, esperaban afuera para entrar.
Seguí cada paso de la mujer hasta que se detuvo frente a una puerta de madera que tenía colgado un cartel bastante trabajado. Pero lo que me dejó con los ojos bien abiertos fue haber visto lo que tenía grabado.
"Oficina de Watson"
Watson era el apellido de Dante, lo cual en su momento también fue mío, pero con ayuda de un abogado logré que me lo quitaran de encima para no tener más recuerdos de él.
Tragué saliva, esperando que fuera una simple coincidencia.
—Es aquí, puedes entrar, el jefe ya la estaba esperando —Hizo una reverencia.
—Disculpa, ¿de casualidad el jefe se llama Dante? —cuestioné para salir de dudas.
—Oh, no —Negó con las manos—. Lo mejor será que entre y lo averigüe usted misma —me guiñó el ojo.
—Gracias... —murmuré, un poco nerviosa.
La recepcionista se fue, dejándome sola frente a la puerta y con un agrio sentimiento de ansiedad por lo que me esperaba detrás de esa puerta.
Tomé la perilla con cautela e inhalé hondo para tranquilizar a mi cuerpo y decirme a mí misma que eran simples imaginaciones mías. Watson era un apellido popular y cualquiera podría tenerlo ¿No?
Terminé de abrir, adentrándome con lentitud al pequeño espacio de cuatro paredes de mármol. En el centro había un escritorio también de madera, color caoba y con una computadora encima que cubría el rostro del hombre que estaba sentado ahí.
En los alrededores habían puros libros, un sofá pequeño y una mesita de té que tenía encima un jarrón con flores de diversos colores. Mis ojos se centraron en el hombre que se inclinó de lado para poder verme.
—Siéntate, por favor —ordenó.
Me acerqué hasta quedar frente a él, en donde por suerte había una silla simple que nos facilitaría el poder hablar. ¿Hacía cuánto tuve una entrevista? No lo recordaba, pero mis vellos se erizaron en cuanto contemplé su rostro.
Su cabello castaño estaba echado hacia atrás gracias al gel. Sus verdosos ojos me miraba con detenimiento, detallando cada parte de mi ser como si me estuviera juzgando. Reconocería esa nariz puntiaguda en donde fuera.
Era idéntica a la de Dante.
—Nunca esperé que Dante te dejara tener un empleo, me sorprende que haya cambiado esa idea si siempre me hablaba en que prefería que te quedaras en casa —expresó, juntando sus manos sobre la mesa.
Así es, se trataba de su hermano. Eric Watson, el jefe y familiar de Dante. Me preguntaba si el susodicho estaría por ahí, ya que tenía entendido que era su secretario personal.
—Eh... E-Eric, no esperaba que fueras el dueño... —balbuceé, nerviosa.
—¿No? Si hay un cartel bien grande afuera que dice "Rosa Blanca de Watson" —afirmó, alzando una ceja.
Recordé que había uno, pero no le presté atención por las letras pequeñas y porque estaba metida en mis pensamientos, ahogando mis penas.
—Creo que no lo vi —me excusé, desviando la mirada.
Pero él pareció penetrarme con sus ojos, tanto así que se inclinó lo más que pudo frente a mí. Analizando cada rasgo de mis expresiones faciales. Sentí que a pesar del aire acondicionado, yo estaba sudando frío.
—Ximena, ¿por qué estás buscando trabajo? ¿Dante no te mantiene bien? —preguntó, dudoso.
—¿Él no te ha dicho nada? —refuté, cruzándome de brazos—. Y eso que más que hermanos, son colegas.
—Está libre hoy. ¿Ocurrió algo? También lo he notado extraño últimamente, no se concentra en las cosas que le pido como antes. Aunque nunca lo ha hecho, pero ahora está muchísimo peor —explicó, echándose hacia atrás en la silla.
—Para resumirte, nos divorciamos hace tres días —zanjé, abrazándome después del recuerdo.
Eric abrió los ojos con sorpresa, imaginaba que no se esperó una noticia de tal magnitud, mucho menos porque su hermano en ningún momento le mencionó algo.
—¿Qué? ¿Por qué lo harían? Si ambos se amaban como locos —murmuró, extrañado ante mi repentina confesión.
En cierta parte, me parecía que estaba fingiendo su sorpresa...
—Pues no creo que Dante haya sentido el mismo amor que yo sentí por él... —proclamé, mirándolo a los ojos—. ¿Usted traicionaría a la persona que más ama? —le pregunté, con la voz apagada.
—Él te... ¿Te engañó? —titubeó. Asentí, sin querer hablar de eso—. Comprendo, no te preocupes, no necesitas aprobar ninguna entrevista conmigo. Te concedo el trabajo —acató, carraspeando.
Eso sí que me dejó anonada por el asombro. No entendía cómo es que llegó a esa conclusión apresurada sin siquiera preguntarme algo sobre mí.
—¿Estás seguro? Creo que lo mejor es hacer la entrevista para que conozcas un poco más de mí... —sugerí, frunciendo el ceño.
—No hace falta. Te conozco lo suficiente gracias a Dante ya que siempre solía hablarme de ti, en aquellos tiempos cuando estaba super enamorado —afirmó, con una ligera sonrisa divertida—. Pero quisiera preguntarte algunas cosas antes, ahora que mencionas que estás soltera.
Otra vez, mi cara se quedó en total desconcierto por sus insinuaciones extrañas. Él me veía con picardía y una curva de lado en sus labios.
—¿A qué viene eso? Porque te informo que me meteré a lesbiana —avisé, señalándolo con el dedo.
Él soltó una carcajada, también se sostuvo el estómago mientras yo lo veía con toda la seriedad del mundo porque no me gustaría tener que meterme con otro hombre, mucho menos con el hermano de mi ex.
Sería extraño.
—Ximena, ¿no te gustaría vengarte de Dante? —cuestionó, juguetón. Se lamió el labio inferior con malicia.
—Eric, discúlpame pero no te estoy entendiendo muy bien. ¿Qué es lo que buscas? Porque tu hermano es tu mano derecha y no creo que le quieras hacer daño —hablé, suspirando.
—La razón por la que soporto a Dante en la compañía es por mis padres, ellos me han obligado a mantenerlo, pero ese hombre es un jodido vago que le encanta salirse con la suya cada que puede. No entiendo cómo pudiste enamorarte de él si sigue comportándose como un adolescente. No le importan mis regaños porque sabe que no puedo despedirlo, hay días en los que falta o simplemente no hace nada por estar coqueteando con la recepcionista u otra mujer que le pase por en frente —soltó, angustiado.
—¿Qué? Todavía sabías que hacía eso y no me decías nada. Muy creíble lo que dijiste hace un momento de: se amaban como locos —bufé, negando con la cabeza.
—De acuerdo, fue mi error. Pero te haré una increíble propuesta que nos beneficiará a ambos, Ximena. Tú decides si la aceptas o no —informó, con diversión en su mirar—. Si lo haces, te quedas con el trabajo y más. Y si no, pues lamentablemente tendrás que buscar en otro lugar.
Me mordí el interior del labio, no sabía si ese hombre me estaba manipulando para su propio beneficio o algo más. Suspiré, pensando en las altas y bajas que podría tener.
Digo, ¿qué es lo peor que me podía pedir?
—Está bien, dime qué es lo que propones.
—Cásate conmigo y verás sufrir a Dante todos los días cada vez que te vea junto a mí. Yo necesito conseguir una esposa pronto y tú vengarte del hombre que te hizo un daño irreparable y jugó con tu corazón. A parte, tendrías la vida asegurada —proclamó, decidido en su mirar.
¡¿Casarme con el hermano de mi ex?!
—¿E-estás loco? —titubeé, confundida.¿Cómo se le ocurría semejante barbaridad? Si él ya sabía que yo pasé por las manos de su hermano, ¿no le daba asco pensar en que fui usada durante años? Me abracé a mí misma buscando el consuelo que me faltaba por pensar mal de mí.—No hace falta que nos enamoremos. Míralo desde una perspectiva de negocios en donde ambos obtendremos un beneficio. ¿No insinuaste en que ya no quieres volver a enamorarte? Pues no tienes que hacerlo, y yo tampoco —explicó, viéndose coherente en ese sentido.Me puse a pensar en que todo me resultaría más fácil si aceptaba porque tendría un increíble trabajo y a parte sería esposa de un CEO. mi vida había sido suficientemente aburrida como para desperdiciar ese brutal cambio.Si lo rechazaba seguro me terminaría yendo terrible en la búsqueda de otros empleos. Era una oportunidad única la que me estaba ofreciendo ese castaño.¿Vengarme de Dante? Tal vez eso haría que mi corazón se arreglara, o tal vez no. De todas formas
—¿Cómo que te vas a casar otra vez? ¿Estás loca? —interrogó mamá, con el ceño fruncido.Estábamos en la mesa, comiendo el desayuno y decidí soltarles la gran noticia a ambos. Papá me quedó viendo sin tener mucha sorpresa ante mi repentina confesión, pero mamá casi echaba humos por la cabeza.—Será un compromiso arreglado, por contrato, como le digan. No me enamoraré de ese tipo y será beneficioso para ambos, mamá —expliqué, sonando el plato con la cuchara.Era cereal.—¿Pero en serio tenía que ser con su hermano? —inquirió, estupefacta.—Entre los dos hermanos Watson, Eric me parece un mejor hombre para ti —habló papá, dejando a mi madre con la boca abierta—. Es un CEO, lo he visto en las noticias y su capacidad es increíble. Lo admiro, así que me alivia mucho que hayas cambiado al imbécil de Dante por un verdadero hombre, Ximena —añadió, ojeando el periódico.—¿Tú estás de acuerdo con que se vaya de nuevo? —le preguntó mamá.Vale, yo quedé en shock por lo que dijo mi padre ya que ni
—Veo que no perdiste el tiempo, Dante —mascullé, cruzada de brazos.Era obvio que se había emparejado oficialmente con Rebeca, después de lo que me juró, después de que incluso me dijera que iba a cambiar. Puras mentiras, porque su expresión era de total vergüenza al verme.—¿Eres la nueva recepcionista? —preguntó, asombrado.—Sí, ¿y tú no piensas trabajar hoy? —respondió Jeanniel, mirándolo con recelo.Al parecer también le caía mal, no estaba segura, pero el pelinegro lo veía con una rabia intensa, como si su simple presencia le molestara. La rubia se adelantó, arrugó la nariz y amenazó a Jeanniel con el dedo.—Él y yo tenemos una cita, así que lo siento pero no vendrá a trabajar —aclaró ella, con una maliciosa sonrisa.—Es increíble cómo te rebajas a los caprichos de una niña, Dante —masculló Jeanniel, con ironía.Y es que tenía razón, Rebeca no aparentaba tener más de veinte años por lo suave que se veía su piel, sobre todo el hecho de que no tenía ni una sola arruga visible.Su m
Me detuve en una esquina cuando me di cuenta que el pasillo no tenía final. Apoyé mis manos en mis rodillas y me encorvé lo suficiente para poder tomar el aire que le faltaba a mis pulmones debido al trote.Me había comportado como una mujer inmadura al salir huyendo de la escena, no esperaba que nadie viniera por mí y eso era mucho mejor ya que mis ojos no paraban de soltar lágrimas de impotencia.Dante era un imbécil.Tenía que olvidarlo a toda costa si quería cumplir mi venganza porque lo menos que él se esperaba era que yo me metiera con otro hombre, y mucho menos que fuera su hermano.Pero no importaba qué tanto intentara olvidar los lindos momentos que tuvimos, según mi punto de vista. La punzada no se iba y me carcomía el interior de la garganta, anhelando gritar y expulsar cada gota de dolor dentro de mí.—Ximena... —jadeó alguien, atrás de mí.Me giré rápidamente, esperando encontrar a... ¿Dante? No... Él no era, tenía que decirle a mi cabeza de una vez por todas que ya ese h
Un nuevo día había llegado y gracias a Jeanniel aprendí muchísimas cosas sobre cómo ser la recepcionista. La emoción que sentía por haber adquirido nuevos conocimientos no me la quitaba nadie.No imaginaba que podía hacerlo. Me encontraba en el auto de mis padres, yendo de camino al trabajo ya que sería mi segundo día y estaba llena de entusiasmo porque me gustaba lo que tenía que hacer.Me distraía de los malos pensamientos.—¿Ya te topaste con Dante? Me habías dicho que trabaja ahí —cuestionó mamá, en el asiento del copiloto.—Eva, no deberías de hacerle esas preguntas. Ese desgraciado no tiene que volver a mencionarse —reprochó mi padre, él iba manejando.—Bueno ayer apareció en la recepción con su amante... —murmuré, decaída al recordarlo.—¡¿En serio se atrevió?! No puedo creer lo patán que es ese hombre. Sabía que no era bueno para ti, pero tarde o temprano tenemos que aprender de nuestros errores —soltó mi madre, girando el cuerpo hacia atrás para verme.—Todavía recuerdo cuand
Me había quedado sola en la recepción. Esa mínima discusión que tuve con Dante fue suficiente para alterar mi humor y empeorarlo, por lo que estaba sentada en la silla de la recepción, apoyando mi antebrazo en el mesón y tocando la cerámica en movimientos repetidos con mis uñas.Tal vez me sentía ansiosa porque no llegaba nadie, me parecía extraño que Dante fuera el único en aparecerse a tempranas horas, si cuando estaba casada con él solía llegar tarde al trabajo todo el tiempo, según lo que me comentaba.Una silueta familiar se adentró en el lugar, pasando la puerta principal y mirándome con una enorme sonrisa. Se trataba de Jeanniel. Acomodó sus lentes en cuanto llegó a mi ubicación.—¿Y bien? ¿Cómo le está yendo a la nueva? —preguntó, en tono burlón.—Muy mal si Dante siempre será el primero en llegar —respondí, con una forzada sonrisa de dientes apretados.—¿Dante llegó temprano? Es imposible —alegó, negando con su mano—. Es muy raro que lo haga, sobre todo antes de las ocho.—Lo
Eric no me dio más información por más que le preguntara por el verdadero evento en el que nos conocimos. Me comentó que lo hablaríamos con tranquilidad el día de la cena, así se aseguraba de que yo aceptara.Fue un tanto manipulador de su parte, pero sin importar la razón, iba a ir porque mi corazón me decía que fuera.La hora del almuerzo había llegado y salí de la recepción, tuve que cerrar la puerta porque durante esa hora todo el personal iba a comer, por lo tanto el edificio cerraba y nadie podía entrar ni salir.Caminé hasta el comedor con múltiples pensamientos en la cabeza y rebuscando en lo más profundo de mi memoria a ver si encontraba el fragmento que le faltaba.Pero nada sucedió.Suspiré en derrota y abrí la puerta, habían un montón de trabajadores sentados en sus mesas comunes. Busqué con la mirada al moreno y no me resultó difícil encontrarlo porque me hizo varias señas.—¡Ximena! Veo que te interesa conocer mucho a Eric ¿No? —habló en cuanto llegué, tenía una sonrisa
Habían pasado dos días desde lo sucedido con Dante en el comedor y yo andaba más distraída que nunca por el ligero miedo que me creó.Eric no lo pasó por alto y demostró superioridad al castigar a su hermano, no le pagaría el sueldo durante un mes entero y eso si trabajaba todos los días seguidos. Sabía que no pudo despedirlo porque sus padres le decían que todavía no tenía el poder suficiente sobre ellos hasta que se casara.Y como Dante era hijo de mami y papi, él siempre saldría ganando, sin importar qué barbaridades hiciera. De igual forma, cuando estábamos casados, sus padres siempre me veían y regalaban sonrisas hipócritas, solo porque su hijo menor me quería en su vida.Pero estaba segura de que se enteraron del divorcio y me odiaban como nunca antes. Me iban a odiar más cuando se enteraran de mi compromiso con Eric.—¿Estás bien? Te estoy hablando desde hace un rato... —La voz de Eric me sacó de mis pensamientos.No me di cuenta en qué momento apareció si lo normal era que no