SEIKRoberto insistió en que tomáramos unas copas con los guerreros, así que nos dirigimos al comedor de la manada, ya que la sala principal estaba ocupada por las hembras. Estas se reunían antes de la ceremonia de unión, una tradición que las más veteranas no querían romper, mientras que las jóvenes se limitaban a participar con resignación.Los novatos se encargaron de ir al almacén a por comida y alcohol. Mi hermano Kael se fue con ellos, no podía perderlos de vista.Roberto y algunos guerreros juntaron un par de mesas y nos sentamos. Necesitamos una copa más que nunca, habíamos patrullado los alrededores del clan Kalo, pendientes de cualquier movimiento o señal extraña. Vigilar a los vampiros era complicado, ya que podían olernos fácilmente en nuestra forma de lobo, por lo que lo más prudente era desplazarnos en forma humana. Aunque existían formas de disimular nuestro olor, siempre era mejor tomar todas las precauciones necesarias cuando se trataba de vampiros.A la reunión tambié
SEIKNoté como mi beta y algunos guerreros se pusieron incómodos. —Eso es cierto —interrumpió de repente una voz femenina desde el otro lado de la sala. Todos voltearon a ver a la madre de Elisabeth, Nala, quien sonreía con suficiencia mientras se acercaba a nosotros—. Esa joven no es adecuada para ser nuestra Luna. Es solo la hija ilegítima del beta de una manada pequeña…Lo más sensato sería unir a mi hija Elisabeth con el comandante.—Es un matrimonio político—dije.—No entiendo en qué nos beneficia una alianza con Luna Menguante, es una manada que no puede ofrecernos nada de valor—dijo Nala con sorna—. Y si fuera necesaria una alianza, podríamos casarla con cualquier otro hijo del Alfa Axel; no tiene que ser el heredero.La tensión en la sala se hacía cada vez más densa, y mientras los murmullos aumentaban, la figura de Aria apareció en la entrada. Sus ojos estaban apagados, y una sombra de tristeza se reflejaba en su rostro. Algunos la miraron con curiosidad, otros con una mezcl
ARIA Unos murmullos y risas me despertaron. Entreabrí los ojos y vi a Meliá y Marcus mirándome desde una esquina del dormitorio. Sus sonrisas traviesas delataban que planeaban algo. Cuando me incorporé, Melia cambió su expresión y anunció: —Hoy es el día. Vamos a desayunar con Marcus y después empezaremos a arreglarnos. Marcus la miró confundido. —¿Qué? Pero si apenas son las nueve de la mañana y la ceremonia es a las siete de la tarde. —Aria, tenemos muchas cosas que hacer —replicó Melia con un tono que no admitía réplica. —¿No estás siendo un poco dramática? —le respondí incrédula. Bufó, cruzándose de brazos, y dio una palmada para apresurarnos. —¡Manos a la obra! No había forma de contradecirla, así que me dejé llevar. Fuimos a una peluquería donde una mujer loba extrovertida llamada Eva nos atendió. Me sorprendió que me tratara con amabilidad, algo poco habitual en las hembras fuera del círculo cercano al Alfa. Era evidente que a ella no le importaban las políticas de
SEIKEstaba esperando en el gran salón de festejos. A pesar de intentar mantener una postura firme, mis manos evidenciaban mi nerviosismo al apretar y soltar el borde de mi fajín. Mi padre, de pie frente a mí, me observaba con una expresión burlesca, disfrutando de mi incomodidad.El salón era imponente. Las altas paredes de piedra, adornadas con tapices que contaban la historia de nuestra manada, reflejaban la luz de los candelabros colgantes. Las velas, colocadas en grandes apliques de hierro forjado, proyectaban sombras danzantes que llenaban el espacio con un aire solemne, casi místico. Las mesas, aún vacías pero perfectamente dispuestas, estaban cubiertas con manteles blancos y decoradas con centros de ramas verdes y flores silvestres que evocaban la conexión de nuestra manada con la naturaleza.El suave murmullo de los invitados llegando a lo lejos me hacía sentir cada vez más ansioso. Respiré hondo, intentando calmar los latidos de mi corazón. Mi padre, que no dejaba pasar la
ARIAEl ambiente cambió, adoptando una atmósfera aún más solemne. Los miembros de la manada se movieron con un propósito renovado, y el Alfa hizo un gesto hacia el centro del salón, donde se había dispuesto un altar más grande, adornado con símbolos de nuestra especie. —Ahora, procederemos con la ceremonia de unión de Aria y el pequeño Marcus a nuestra manada.—La voz del Alfa resonó y todos los ojos se volvieron hacia él.Fue en ese momento cuando el pequeño Marcus, que había permanecido en silencio a un lado, se acercó. Con paso firme y decidido, se dirigió hacia el altar, llevando en sus manos una pequeña daga ceremonial.El murmullo entre los miembros de la manada se detuvo cuando lo vieron avanzar. Marcus se detuvo frente al altar, sus ojos brillaban con una mezcla de emoción y respeto. Sin vacilar, le hizo una reverencia al Alfa y después al comandante. De pronto sentí el peso real de lo que Marcus y yo íbamos a hacer. Cuando la ceremonia termine ya no seremos miembros de la m
SEIKDesde mi lugar, podía ver a los jóvenes de la manada riendo y bromeando entre ellos, llenos de energía y despreocupación. Los más pequeños corrían alrededor de las mesas, jugando a atrapar sombras bajo la luz de las velas y soltando risas contagiosas que llenaban el aire. En una esquina, Melia y Aria estaban sentadas juntas, compartiendo una bandeja de dulces.Yo estaba junto a los guerreros, compartiendo una jarra de vino tinto, cuando mi padre, el Alfa, se acercó. Su presencia era imponente, pero sus ojos llevaban un brillo travieso, algo común en él. Mientras los demás hablaban de las últimas patrullas y estrategias, yo apenas podía concentrarme. Mis ojos volvían, una y otra vez, hacia Aria. Ella estaba al otro lado del salón, riendo con Melia mientras compartían dulces.Mi padre no tardó en notarlo. Se inclinó ligeramente hacia mí, con una sonrisa que mezclaba burla y picardía.—No paras de mirarla, hijo. Al menos disimula un poco, o van a pensar que no puedes esperar a term
ARIA Al principio, el anuncio de Seik me tomó completamente por sorpresa. Nunca imaginé que lo haría de esa forma, tan directa y frente a toda la manada. Pero cuando vi las reacciones de todos y escuché las palabras que había dicho, algo dentro de mí se relajó. No podía negar que, a pesar de que fue inesperado, me sentí... bien. Una sonrisa genuina empezó a dibujarse en mi rostro, iluminando mi expresión casi sin darme cuenta. Seik me devolvió la sonrisa, y en ese momento sentí algo más que bienestar: una cálida sensación de ' pertenencia'. Era como si, de repente, todos los miedos y dudas que había cargado al llegar aquí comenzaran a desvanecerse, poco a poco... Por primera vez, me sentí apoyada. Si algo llegara a sucederme, sabía que Seik se encargaría de Marcus, que estaría ahí para protegerlo como si fuera suyo. Esa seguridad era suficiente para calmar mis peores temores. La mayoría de los miembros de la manada estaban de acuerdo con la adopción, y aunque aún quedaban algunas
MELIAEstoy realmente contenta de que mi hermano Seik se haya casado con Aria. Aunque sea un matrimonio político, sé que mi hermano jamás habría aceptado si no estuviera de acuerdo. Nadie puede obligarlo a nada.Cuando vi a Aria por primera vez, supe que era la adecuada para él. No era como esas otras mujeres lobo que solo se interesaban por el estatus dentro de la manada. En cuanto hablé con ella, me di cuenta de que era sincera y, lo más importante, que no me juzgaba. No como lo han hecho otras cambiaformas. Con Aria me siento cómoda, como si pudiera ser yo misma sin temor a sus opiniones.Desde el principio, vi en ella un apoyo, esa conexión femenina que necesitaba desesperadamente. Aunque intenta ocultarse detrás de una máscara de indiferencia, puedo notar cómo poco a poco empieza a abrirse conmigo y con los demás.En el banquete de bodas la llamé "hermana" y vi cómo se ruborizaba. Fue adorable, y no pude evitar sonreír al recordarlo. Pero ese momento feliz se desvaneció rápidam