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—¿Llegamos? —pregunto por milésima vez.

—No.

Resoplo.

—¿Cuánto falta?

—Annie, sé paciente ¿Sí? —ruedo los ojos que se encuentran cubiertos por un pañuelo negro que huele a él.

—Bien —respondo de mala gana.

Comienzo a tararear una canción que suena, la melodía es pegajosa. Muevo mi trasero en el asiento al ritmo de la música, escucho la risa de Said y me lo imagino burlándose de mí.

—Algo te tenía que salir mal, eh.

—¿Ah? —inquiero confundida.

—Cantas fatal, es peor que un concierto de los asiáticos estos, ¿Cómo es que se llaman?

—Si dices BTS te golpearé. —amenazo.

Suelta una carcajada.

—En mi opinión, cantan horribles. —le lanzo un golpe en el brazo pero logra esquivarlo. —eres muy agresiva.

—Y tú un ignorante que no sabe de talento —ataco.

—Ajá, claro. —siento el auto detenerse.

—¿Llegamos?

—Sí. Espérate, te ayudaré a bajar —se baja y a los segundos toma mi mano.

Salgo del auto, Said posa su brazo alrededor de mi cintura asegurándose de que no vaya a tropezar con mis propios pies.
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