Capítulo 0015
Después de tomar un baño, Ximena y Felicia se preparaban para dormir. Felicia estaba tan cansada que se quedó dormida mientras Ximena le secaba el cabello.

Lisandro se detuvo en la entrada del baño.

Madre e hija lucían pijamas rosas idénticos, ambas con largas melenas. A simple vista, parecían casi idénticas, pero al mirar de cerca, los labios y la nariz de Felicia no se parecían tanto a los de Ximena.

Justo cuando Ximena estaba a punto de cargar a Felicia, Lisandro se adelantó, levantó a la niña en brazos y la llevó a su habitación. Luego, con discreción, se retiró sin mirar más de la cuenta a Ximena ya en pijama.

El comportamiento caballeroso y respetuoso de Lisandro hizo que Ximena se sintiera cómoda, y poco a poco su desconfianza disminuía.

Ella no estaba segura de cómo describir a Lisandro. Aparte de su distante frialdad, era increíblemente cortés. Sus acciones y palabras siempre eran precisas y elegantes.

—Señor Mendoza, gracias —dijo.

Aunque Lisandro se había quedado más tiempo del que Ximena hubiera preferido, ella estaba conmovida por la amabilidad que mostró hacia Felicia.

Su hija anhelaba el cariño paterno. Cada vez que veía a otros niños con sus padres, la mirada de Felicia se llenaba de anhelo.

Y estos días, Felicia había estado radiante, todo gracias al amor paternal que encontró en Lisandro.

Algo que Ximena, por mucho que intentara, no podía ofrecer.

Lisandro se detuvo y, con voz fría, dijo: —No deberías haberle dicho a Felicia que su padre murió. Es cruel.

Mirando a su hija durmiendo pacíficamente, Ximena respondió: —¡Podría haberle contado mentiras para construirle un sueño! Pero los sueños siempre terminan y es mejor enfrentar la realidad desde el principio.

—¿Y tú? ¿Puedes enfrentar tu propia realidad? —le cuestionó Lisandro con cierto tono burlón.

Ximena titubeó un momento: —Creo que lo manejo bastante bien.

Observando la habitación con decoración de princesa, Lisandro comentó: —¿Decoraste esta habitación hace mucho?

—Hace tres meses. Pintamos, ventilamos, limpiamos, compramos muebles y luego, poco a poco, trasladé mis cosas aquí sin que nadie en casa lo notara —dijo Ximena con un toque de orgullo.

Aunque la casa era alquilada, era el pequeño hogar que compartía con Felicia.

—Siempre trabajas con un plan, eres meticulosa y cuidadosa —observó Lisandro, con una mirada intrigante.

Detectando el tono subyacente en sus palabras, Ximena replicó: —Señor Mendoza, ¿tiene algún prejuicio contra mí?

Sin responder, Lisandro caminó hacia la salida.

Ximena lo siguió y lo detuvo: —Puedo entender tu situación. Perder tu primer matrimonio de esa manera, cualquiera se sentiría mal.

Lisandro se detuvo, sin voltear a mirarla, pero su imponente figura hizo que Ximena se sintiera abrumada.

A él realmente no le importaba si era su primer matrimonio o no.

Con su estatus, no le faltarían mujeres dispuestas a casarse con él, incluso si fuera su segundo, tercer o cuarto matrimonio.

Pero Ximena, una joven que había redecorado y mudado a una nueva casa, manteniendo todo en secreto durante tres meses, le hacía cuestionar si casarse con él no había sido parte de un plan premeditado.

—¡Piénsalo por ti misma! ¿Por qué crees que tengo prejuicios contra ti? —Lisandro se detuvo después de dar un par de pasos y preguntó,

—¿Ese desgraciado realmente murió?

Los dedos de Ximena se apretaron con fuerza, pero su rostro permaneció sereno: —Sí, murió. Fue una muerte horrible, sin cuerpo intacto.

Lisandro no estaba del todo convencido, pero no insistió en el tema.

En los días siguientes, Lisandro seguía sin querer irse de la casa de Ximena. Cada vez que ella sugería que se fuera, él simplemente se quedaba callado.

—¿Acaso no tienes un trabajo? —Ximena estaba intrigada. ¿No había buscado trabajo después de retirarse?

Lisandro continuó en silencio.

—¿No podrás trabajar debido a alguna condición física? —Era la única razón lógica que Ximena podía imaginar.

Sin prestarle atención, Lisandro continuó jugando con Felicia.

Últimamente, Felicia tenía muchos más juguetes, tantos que su pequeña habitación estaba casi llena.

Ximena le había dicho a Lisandro varias veces que no gastara innecesariamente, ya que podía malcriar a la niña.

Sin embargo, Lisandro respondió: —Puedes reembolsármelo. Te pasaré la factura.

Ximena esbozó una media sonrisa y se fue.

Lisandro soltó una risa burlona.

Sin tener que conocer a fondo a Ximena, bastaba con mirar la decoración de su casa para darse cuenta de que era alguien obsesionada con el dinero.

Tenía un maneki-neko, una alfombra que decía «Éxito y Prosperidad», adornos que decían «Que te llueva el dinero», y unas plantas de buena suerte para dinero como albahaca y trébol de cuatro hojas en la mesa del salón.

¡Cuánto amaba el dinero esta mujer!

Incluso su foto de perfil en WhatsApp era una versión caricaturizada de la Santa Muerte.

Aunque Lisandro no tenía el número de WhatsApp de Ximena, lo había visto por casualidad.

Cada vez estaba más convencido de que Ximena solo quería casarse con él por su dinero.
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