Capítulo 0014

Había un sonido fuerte de viento al otro lado del teléfono, haciendo que la voz de Ximena sonara distante y débil.

—¿Qué dijiste? Habla más fuerte... No puedo escucharte...

—¡Te estoy preguntando dónde estás! —Lisandro intensificó su tono, pero Ximena seguía sin entenderle.

Lisandro colgó y cambió su tono de voz a uno mucho más suave cuando le habló a Felicia: —Mañana, el tío regresará más temprano para recogerte después de la escuela.

Felicia sonrió con alegría: —¿De verdad, tío?

Esa noche, Ximena regresó a casa después de anochecer.

Lisandro no había comprado cena para Ximena, como una forma de castigo por su desobediencia.

A Ximena no parecía importarle. Masajeó su rígido cuello, demasiado cansada para hablar, y cocinó un paquete de fideos instantáneos.

Mientras Lisandro se sentaba en el sofá navegando en su teléfono, ocasionalmente levantaba la vista para mirar a Ximena, mostrando una expresión descontenta.

Felicia se acercó a Ximena con un kit de construcción de robot. Ximena le señaló las instrucciones para que lo leyera ella misma.

Felicia parecía un poco decepcionada y frunció el labio.

Lisandro llamó a Felicia a su lado.

Había visto robots como ese antes; su hijo tenía algunos, aunque eran modelos más avanzados y de mejor calidad.

El robot de Felicia parecía de los que se compran en mercadillos.

Rápidamente, Lisandro ensambló el robot.

Felicia estaba encantada y aplaudió: —¡Tío, eres increíble! Mamá no sabe armar estos.

Lisandro acarició la cabeza de Felicia: —¿Te gustan los robots, Felicia?

Ella asintió: —Me encantan.

—¿Pensé que a las niñas les gustaban las muñecas? —preguntó Lisandro.

Felicia esbozó una sonrisa: —Las muñecas son tan infantiles. A Felicia le gustan los robots, Batman, los juguetes con carácter.

—¿Qué le gusta a Felicia? —Lisandro sacó su teléfono y empezó a ver varios juguetes de alta gama.

Felicia observó las numerosas imágenes, señalando con entusiasmo varios: —Me gustan todos estos, pero son tan caros. Con que Felicia los vea está bien.

Lisandro le revolvió el cabello cariñosamente y añadió todos los juguetes que le gustaban a Felicia al carrito de compras, luego procedió a pagar.

—¿Tío se los va a regalar a Felicia? —Felicia abrió la boca en asombro.

—Todo lo que a Felicia le guste. —Lisandro sonrió tiernamente, muy diferente al temido y decidido hombre que todos conocían.

No sabía por qué, pero sentía un cariño especial hacia Felicia.

¿Quizás porque se compadecía de su historia?

—¡El tío es demasiado bueno con Felicia! —Felicia rio con alegría, su voz era melodiosa y agradable, como un pequeño ángel que purifica el alma.

De repente, Lisandro sintió el impulso de proteger esa sonrisa de Felicia por siempre.

Hacerla feliz y libre de preocupaciones siempre.

Le pidió a Felicia que se fuera a dormir, pero ella insistió en enviar corazones, sacando un teléfono móvil antiguo y abriendo una transmisión en vivo.

—Si no lo hago, tía se enfadará —comentó Felicia, cuyos dedos, blancos y delicados como brotes de bambú, pulsaban la pantalla del teléfono.

Era evidente que lo hacía con frecuencia.

En la transmisión estaban Rebeca y Andrés. Rebeca repetía constantemente «mi esposo» con una risa dulce y tierna, totalmente diferente a su actitud histérica anterior.

Andrés, por otro lado, parecía el mismo de siempre, con una expresión neutra y una actitud sincera y simple. Incluso les decía a los seguidores que no necesitaban enviar regalos, solo comprar los productos anunciados sería suficiente.

Probablemente, Rebeca le dio una patada a Andrés bajo la mesa, ya que su expresión cambió a una de dolor. Usó la excusa de ir al baño y cojeó al salir.

—Felicia, ¿tu tía es mala contigo? —preguntó Lisandro.

Felicia negó con la cabeza: —No, es que Felicia no se porta bien y siempre hace que tía se enoje.

Lisandro miró a Felicia, tan obediente y sensata, y una idea cruzó por su mente.

¿Qué tal si Felicia fuera su hija?

Definitivamente haría de Felicia la princesita más feliz del mundo.

—¿Has visto a tu papá? —preguntó Lisandro, queriendo saber quién era ese hombre.

¿Por qué abandonaría a una hija tan adorable y bonita?

Felicia sacudió la cabeza, sus dos coletas se balanceaban de un lado a otro: —Mamá dice que papá murió.

—¿Murió?

—Sí, murió de una forma terrible, lo atropelló un camión grande.

Lisandro se quedó callada.
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