Capítulo 0016

El clima había sido malo estos días, muy nublado.

Ximena, al trabajar en exteriores, tenía que parar temprano si amenazaba lluvia.

Cuando fue a recoger a Felicia del Preescolar Luz del Maíz, para su sorpresa, vio a Lisandro.

Vestía su habitual traje negro, con camisa negra, sin corbata. Su camisa estaba parcialmente desabrochada, y con una mano en el bolsillo, simplemente al estar allí, se convirtió en el centro de atención.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Ximena mientras se acercaba rápidamente y le ofrecía una mascarilla.

Lisandro no la aceptó: —¿A qué te refieres?

—no quiero que los otros conozcan tu rostro. Basta con que sepan que estoy casada, no necesitan saber con quién ni cómo te ves.

Ximena tampoco quería causarle demasiados problemas a Lisandro.

¡Él aún tenía toda una vida por delante, incluido casarse y tener hijos de nuevo!

—Nos divorciaremos pronto —dijo Lisandro con un tono que no ocultaba su molestia.

—Si no lo digo, ¿quién sabrá que me divorcié? —respondió Ximena.

—Así que esa es tu intención —Lisandro entrecerró los ojos, su mirada fría y penetrante.

Parecía que Ximena quería beneficiarse de ser conocida como la esposa de Lisandro.

—¿Y qué más podría ser? —Ximena no quería entrar en detalles.

Necesitaba que la gente creyera que estaba casada para que olvidaran que había quedado embarazada antes de casarse. Con el tiempo, simplemente asumirían que era una madre divorciada.

Alegar que Felicia provenía de una familia monoparental sonaba mejor que lidiar con chismes y rumores dañinos.

—Es tarde, he estado recogiendo a Felicia del kínder durante varios días —dijo Lisandro.

Ximena se sorprendió.

Los otros, al ver que Ximena había llegado, se acercaron para cotillear.

Primero felicitaron a Ximena por su matrimonio y luego comenzaron a elogiar a Lisandro, diciendo lo guapo que era y lo bien que trataba a Felicia.

Obviamente, Ximena se sintió halagada por los elogios hacia su esposo. Finalmente tenía algo de qué presumir frente a estas personas que solían menospreciarla.

Sin embargo, pronto, uno de ellos preguntó con cierto tono sarcástico: —¿Y qué hace tu esposo?

—Es un soldado. Está de vacaciones ahora, pero regresará a su unidad en unos días —respondió Ximena, intentando adelantarse a cualquier chisme o especulación futura sobre su relación.

Los otros comenzaron a murmurar entre ellos, con comentarios como «Estará siempre ausente, dejándola sola» o «No tiene un futuro prometedor», entre otros comentarios cada vez más despectivos.

La envidia era natural en muchos, especialmente cuando veían a alguien que solían despreciar encontrar algo bueno en su vida. Por su mente pasaba la idea de que, si Ximena había encontrado un buen esposo, debía haber alguna trampa o algo negativo detrás, como el hecho de que él podría estar simplemente asumiendo un rol de padrastro.

Ximena se sintió realmente molesta al escuchar esos comentarios. Se puso de pie frente a Lisandro y declaró con vehemencia: —¿Sin personas como mi esposo, que se sacrifican por todos nosotros, creen que podrían disfrutar de la tranquilidad que tienen ahora? ¡Antes de menospreciar a alguien, deberían abrir bien los ojos y darse cuenta de que las personas a las que miran por encima del hombro están allí en el frente, bajo fuego cruzado, protegiendo nuestra paz!

—Lo he visto con mis propios ojos, cayendo junto al río, su uniforme camuflado empapado en sangre, luchando por cada aliento. ¡Su valentía es inigualable!

Fue en ese momento que Ximena se dio cuenta de que la vida pacífica que disfrutábamos era protegida por aquellos que pagaban un alto precio, incluso con sus propias vidas.

Los otros se quedaron sin palabras y, uno por uno, se marcharon avergonzados.

Sin que Ximena lo notara, Lisandro la observaba con una mirada ardiente y protectora, centrada en su delgada silueta.

En estos días que había estado con ella, notó que Ximena tenía un carácter muy dulce. No le gustaba pelear o discutir con los demás y, incluso cuando estaba molesta, siempre hablaba con cortesía.

Esta era la primera vez que veía a Ximena realmente enojada.

Lisandro no sabía exactamente cómo se sentía en ese momento.

La decisión de enlistarse en el ejército fue fuertemente rechazada por toda su familia. Sin embargo, en su juventud, tomó la decisión con la determinación de incluso sacrificar su vida si era necesario. Durante esos seis años, cortó todo contacto con su familia, como si hubiera desaparecido del mundo.

Muchos no aprobaban su elección, y algunos todavía decían que esos seis años fueron la decisión más tonta que había tomado.

Ximena era la primera persona que lo defendía y lo veía desde su perspectiva.

No sabía que, a los ojos de algunos, ¡era visto como un héroe!

Sin darse cuenta, la forma en que Lisandro miraba a Ximena se volvió mucho más tierna.
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