—Probablemente. Aunque secretamente estarán felices de que hubiese logrado ponerle los pelos de punta a Alexey Volkov. —Me lanzó una sonrisa pícara que no dude en imitar. —Lamentablemente tendré que confesarles que no fue obra mía, sino de su joven e inteligente esposa. —declaró en un tono de fingido dolor.—No sé preocupe, su secreto estará a salvo conmigo. —asegure guiñándole un ojo. El ritmo de la música cambio y Yukata-san tomó una de mis manos entre la suya y empezó a deslizarnos por toda la pista de baile. Estaba realmente impresionada por ello.Era un muy buen bailarín, mejor de lo que había imaginado y realmente parecía disfrutar de la actividad. Gracias a su talento no bailábamos, sino que flotábamos en el piso. Para el ojo externo sin duda alguna debíamos ser algo digno de admirar.—Debo admitir que es usted muy astuta. No quisiera tenerla como enemiga. —afirmó estirando mis brazos sobre la cabeza. —Nunca había visto al Boss tan tensó como esta noche. —Me contuve de echar un
Me sentí aliviada cuando aterrizamos. El cansancio estaba matándome y sentía los pies muy hinchados. Debía quitarme estos tacones cuanto antes. Alexey estaba dormido con la cabeza ligeramente inclinada sobre la ventana del helicóptero.Se había dejado crecer la barba y ahora era una sombra de pelo rubio en su rostro, lo cual le daba un aspecto mucho más masculino e intimidante. La forma tan pacifica en que se veía dormido me causaba mucha ternura. Lamentablemente tuve que despertarlo.—Alexey ya llegamos. —susurre con suavidad, moviéndolo del brazoIntente hacerlo con la mayor delicadeza posible, pero aun así su mano fue directamente hacía la Makarov que colgaba de su cintura. Estuvo desorientado unos segundos, hasta que por fin me observó con reconocimiento. No se notaba feliz.Atrás había quedado el hombre que dormía como un ángel y en su lugar me dejo al mismísimo diablo del infierno. Alce mi mano frente a él para cortar cualquier reprimenda que fuese a decir, no tenía nada de gana
Alexey no vacilo a la hora de venir a ayudar, de hecho, parecía incluso deseoso de hacerlo. El toque de sus manos sobre mi piel me envió una corriente eléctrica por todo el cuerpo, causando que me apartara inmediatamente, presa del pánico por aquello. El Boss me miró confundido, sus labios se habían separado para hablar, pero negué con la cabeza, haciéndole saber que todo estaba bien. —Muchas gracias. —dije antes de esconderme en el vestidor. Estando allí me dejé caer sobre un banquillo. Definitivamente las sensaciones que ese hombre me causaba terminarían por volverme loca. Lo peor es que me sentía de la misma forma. Y había descubierto que mi cuerpo respondía de forma automática ante él. Mejor corrijo esa oración, porque es el eufemismo del año. Eso ya lo sabía perfectamente, pero ahora lo estoy aceptando. Al menos conmigo misma, porque tal parece que era la única a la que engañaba. La idea me provoco una carcajada. Eso hasta que recordé que él salía con otra mujer. Mi animo se
Nunca me acostumbraría a andar en helicóptero, la sensación era demasiado incomoda. Agradecí que no tardamos mucho tiempo en aterrizar de nuevo. Como siempre, nos recibieron en lo alto de una azotea. El viento me alborotaba el cabello.—¿Acaso vamos a una batalla campal? —Alexey enarcó una ceja en mi dirección. Era evidente que no entendía mi comentario. —Mira la cantidad de guardaespaldas que llevamos. —afirmé señalándolos. —¿Algo de lo que deba preocuparme? —pregunte.Compuse mis brazos en mi cintura en forma de jarras. Más le valía comenzar a explicarme todo. Si había alguna amenaza sobre nosotros, era importante que lo supiera. No quería llegar allí y ser la única que ignoraba todo. Me negaba a verme como ignorante.—Están aquí por precaución. —respondió caminando hacía el ascensor. Tuve que correr para alcanzarlo, ya que por cada paso que daba yo debía dar tres. —En este tipo de reuniones nunca se sabe lo que pueda pasar. —aseguró encogiéndose de hombros.Muy bien, ahora si estab
—Lo mejor será que demos de baja a Luciano Lombardo cuanto antes. —concluyó un hombre asiático miembro de La Triada. —Es imperativo que mitiguemos cualquier complot en nuestra contra. —declaró dejando caer el puño en su mesa. El golpe provocó un sonido gueco que me hizo saltar en mi silla. Me hubiese caído de no ser por Alexey.Todos asintieron, mostrándose de acuerdo con sus palabras.Llevaban aproximadamente cuarenta minutos debatiendo el castigo que merecían dichos traidores. Nadie había intentado matarse aún, lo cual era todo un logro en si mismo.Cada poco segundos alguno de los presentes me observaba con curiosidad, también reconocimiento. Entonces Alexey les lanzaba una mala mirada y me cubría con su cuerpo.—¿Qué haremos con la Yakuza? —preguntó el representante de La Camorra. Detrás de él sus hombres lo corearon, pero los silencio con un solo movimiento de cabeza. —Según el documento es solo un pequeño grupo sublevándose. Y el nombre del jefe no figura por ninguna parte. No p
—Luego de que mi padre falleciera decidimos ocultarnos. Conocíamos perfectamente las leyes de la mafia: Primero disparar y luego preguntar. —Se produjo un coro de risas a causa de mis palabras y yo esboce una sonrisa sardónica, como si de verdad me hiciera gracia. No tenían ni idea de lo mucho que se calentaba mi sangre al recordarlo.El jede del Consejo llamó la atención para que el escandalo cesara y pudiese continuar con mi relato. El único gesto sincero que había regalado aquella noche se la llevó él. Me era imposible tratarlo de otra forma, pues mi padre tendría su edad, más o menos.—Gracias, Antonio. —El hombre asintió en mi dirección e hizo un movimiento con la mano, instándome a continuar. —Lamentablemente mi hermano Vladimir fue asesinado antes de que llegásemos a un lugar seguro. —Intente controlar el enojo que sentía, para que este no se filtrará en mis palabras y me delatase de alguna forma.—¿Qué hay de tu madre? —inquirió Marcos mirándome con renuencia. Decenas de malas
Alexey y yo estábamos aterrizando de nuevo en la fortaleza. La reunión terminó en que Fujimoto le entregaría lo más pronto posible a Yukuta y sus seguidores a La Esfinge. Ya ellos se encargarían de decidir su suerte. Aunque era obvio que ninguno saldría vivo.—¿Crees que los asesinaran a todos? —interrogue aceptando su mano para bajarme del helicóptero. El Boss nunca dejaba que ninguno de sus hombres me tocara, a no ser que fuese absolutamente necesario. Si ocurría por accidente, se apresuraban a alejarse.—No deberías preocuparte por eso. Se hará lo que se tenga que hacer. —admitió guiándome hasta el interior de la casa. Suspiré y lo seguí con pasos cortos, lentos y relajadosEn este mundo no se le tenía miedo a la muerte, pues esta podía llegar en cualquier momento y definitivamente no le importaría que tan poderoso fuera. Cómo morirían, esa era otra cuestión. Nadie quería pasar por las torturas previas y mucho menos si eran impuestas por una organización de criminales sintiéndose v
Se supone que el domingo por la noche estaría preparando mi ropa para el primer día de trabajo. En lugar de eso, me encontraba alistando la maleta para salir en unas horas hacía la otra punta del mundo. Evidentemente eso no estaba en mis planes inmediatos. Arroje un pantalón en la pila que se había ido formando hace al menos cuarenta minutos. ¿Qué demonios tenía que ver yo con sus negocios en Suramérica? Nada, ni siquiera conocía como se hacían los tratos allá o que estaban comerciando juntos. No podía sacarme de la cabeza que Alexey hacía esto por fastidiar y nada más. Quería que no fuese a mi primer día de trabajo. Mis mejillas se colorearon de vergüenza y rabia al recordar lo que ese bruto le había dicho a mi jefe. ¿Cómo le daría la cara ahora? Hace unos minutos recibí un correo con las indicaciones de lo que debía entregar cuando volviera. Por suerte estaríamos en un país cuya extensión de territorio estaba cubierto casi en su totalidad de selva amazónica. Seguramente encontrar