La llegada a Colombia estuvo precedida por unas cuantas turbulencias y no es para menos, literalmente habíamos cruzado desde la otra punta del mundo. El jet aterrizo en una pista de vuelo, en medio de la selva o al menos eso fue lo que pude observar. Bajamos con los voyeviki resguardándonos. La repentina luz del sol hizo que llevara mi mano hasta la frente para cubrirme. Casi empiezo a saltar como una niña pequeña la sentir la calidez del clima, que no se comparaba en nada con el de Rusia, ni de cerca. Fuera nos esperaban cuatro camionetas rodeadas por hombres vestidos poco elegante, pero muy bien armados con ametralladoras. Supuse que era la bienvenida que nos daba el socio de Alexey. Hablando de este, no perdí tiempo y me colgué de su brazo. A diferencia de los hombres de la mafia que ya conocía y no me causaban ningún temor, estos “sicarios” como los llamaban aquí, no parecían tener ningún respeto por la ley. Hacían lo que querían y compraban lo que podían, sin límites de por med
—No puede culparme, sucede cada vez que usted está cerca, señora Volkov. —Susurró esto último sobre mis labios. En cuanto escuche sus palabras, el corazón comenzó a latirme desbocado. ¿De verdad había dicho lo que creía? El sonrojo en mi piel aumento.—Deja de bromear. —respondí golpeando su brazo ligeramente. Aquella era mi forma de controlarme y actuar con la mayor naturalidad posible. No quería que mi estúpido corazón comenzara a imaginarse cosas. Siempre había tenido mi situación clara.—Hablo muy en serio. —afirmó Alexey tomando mi mano, llevándosela hasta sus labios, donde dejó un húmedo beso en el dorso. —Eres la señora Volkov, ¿no? —preguntó dejando de nuevo mi mano en su lugar. Asentí a regañadientes. —No estoy diciendo ninguno mentira entonces. —aclaró viéndose realmente divertido.—Supongo que no. —concorde fastidiada. La sonrisa en su boca se extendió.—No hay nada que discutir. —afirmó complacido. De pronto sentí como sus palmas se deslizaban hacía mi trasero, una expresi
Por la tarde decidimos salir a disfrutar del clima. Según el socio de Alexey, era ahí cuando se hacían los mejores negocios y ellos tenían muchos problemas que solucionar. Sentía lastima por la persona que estuviese fuese responsable del detenimiento de la mercancía en México. Ninguno de estos dos mafiosos lo perdonaría por el dinero perdido.Tenía intensiones de meterme a la piscina, así que me coloque un traje de baño de dos piezas color lila y por encima una bata blanca de playa. Agarré las gafas de sol que traía y las deje sobre mis ojos. Fuera me esperaban mis hombres para llevarme hasta afuera.Ahí todavía estaban las mujeres que trajeron, aunque ahora acompañadas por varios de los guardaespaldas del narcotraficante. Ambos grupos parecían disfrutar del agua. Levante el mentón y tome asiento en la orilla. Viendo como jugaban con una pelota.Nadie me dirigió la mirada, ni siquiera por mera curiosidad, supuse que eso se debía a Alexey y realmente no me importaba, tampoco quería ver
El resto de los días que pasamos en Colombia fueron increíbles. Sin tener que preocuparnos por los negocios, Alexey y yo pasamos mucho tiempo junto. Ni un solo momento se despego de mi lado. Me acompaño a cabalgar, recorrimos la extensa cantidad de hectáreas que tenía la hacienda y también fuimos a nadar a un rio que quedaba cerca.Incluso pude tomar las fotos que se necesitaban para la revista, ya solo me quedaba escribir la nota. Había muchos animales a los que capturar y lamentaba no poder haberlo hecho con todos. Lo más extraño de todo, es que no peleamos ni una sola vez. Nos limitamos a bromear entre nosotros y hacer lo posible por actuar como una pareja normal.Todo esto se fue al demonio el último día de nuestra visita, debí saberlo.Desperté a medianoche por un extraño ruido golpeando contra las paredes. Me extraño bastante, lo suficiente como para preocuparme, pues estaba demasiado alto como para que cualquier cosa se escuchara. Con cuidado me levante de la cama y calce mis p
—¡Amaranta abre la maldita puerta, ahora! —Los gritos de Alexey me despertaron. Instintivamente observe la ventana, en busca de una salida. Todavía era de noche, por lo que no debía llevar mucho tiempo dormida. —O abres o tiro la puerta. —aseguró furioso.El golpeteo contra la madera me confirmaba que no estaba bromeando. Sonaba realmente enojado, como nunca antes y para que negarlo, si sentí un poco de miedo. Respire varias veces y luego me levante de la cama con cuidado, intentando no temblar.Por suerte no me quite ni la bata, ni las pantuflas cuando me acosté. Inhale una última bocanada de aire antes de poner mi mano sobre el pomo. Retire el seguro y pase la llave lentamente, posponiendo el encuentro lo más que pudiese, pero sabía que era inútil.Hale la puerta con brusquedad, deseando terminar con esta tortura lo más pronto posible. Si me iba a matar, al menos moriría con dignidad. Del otro lado estaba Alexey con el ceño fruncido. Se había bañado y cambiado de ropa. Podía adivina
Desperté totalmente desorientada y por un momento entré en pánico al no reconocer dónde me encontraba. Intente levantarme, pero dos manos me sujetaron para que estuviese quieta en la cama. Levante la vista, encontrándome con unos ojos negros que me observaban con amabilidad. Pertenecían a un hombre mayor, unos cincuenta años.—Solnyshka. —Una figura que si se me hacía conocida vino hasta mí. Sonreí con lentitud al reconocer el rostro de Alexey. —¿Cómo te sientes? —preguntó sentándose a mi lado, tomándome de la mano. —Estaba muy asustado. —admitió débilmente.—Me duele la cabeza y estoy un poco mareada. —explique lentamente, tenía la garganta seca. La luz que entraba por la ventana me provocaba entrecerrar los ojos para evitarlas. —¿Podían cerrar las cortinas, por favor? —interrogue señalándolas en la esquina.Alexey asintió y le hizo una seña a la sirvienta que se encontraba ahí, de la cual a penas había reparado en su presencia, para que se encargara de mi petición. No hubo que repet
Tal y como lo prometió Alexey, partimos a la mañana siguiente después de que el doctor me checase por última vez y confirmara que estaba perfectamente bien para viajar. Nos despedimos de su socio, que afirmó que siempre éramos bienvenidos en su hacienda.Lo que menos disfrutaba era el viaje por tierra hasta la pista de aterrizaje, pero en cuanto vi el jet del ruso estacionado, no pude evitar emocionarme. Quería estar en Rusia cuanto antes y mientras más pronto nos marcháramos, más pronto estaríamos de ese lado.Una vez montada en el avión, observe que no estaba igual que la última vez. Le habían agradado algunos cambios en la parte de atrás, el lado derecho ya no parecía una fila de asientos, pues estos fueron sustituidos por una especie de sofá cama muy moderno.Me voltee hacía Alexey quien venía justo detrás de mí. Enarque una ceja en su dirección, solicitándole la debida explicación por aquello. Era cuando menos, muy extraño.En toda mi vida, jamás pensé ver a Alexey sonrojado, apa
En cuanto aterrizamos en la pista de Alexey, sentí que volvía a respirar. No creía que pudiese extrañar tanto este helado clima. Caía una fuerte nevada, que por lo visto endurecería la nieve más tarde. Lo único que deseaba era llegar a mi habitación y descansar.Le echaba la culpa a la anemia en mi cuerpo. Me sentía más fatigada que de costumbre. Ahora entendía porque quería dormir todo el tiempo y los constantes mareos que me atacaban. Esperaba que con la dieta que me recetaron pronto estaría como nueva.—¿Te sientes bien? —interrogó Alexey ofreciéndome su mano para ayudarme a bajar. Había descubierto un lado realmente caballeroso del Boss, que quedaba cubierto por la enorme cantidad de violencia en la que se veía envuelto constante o diariamente.—De repente sentí nauseas, pero supongo que se debe al nuevo medicamento y al hecho de que veníamos en el aire. —explique tratando de restarle importancia. Alexey asintió, pero igual no soltó mi mano hasta que llegamos a mi habitación. Un l