Alexey y yo estábamos aterrizando de nuevo en la fortaleza. La reunión terminó en que Fujimoto le entregaría lo más pronto posible a Yukuta y sus seguidores a La Esfinge. Ya ellos se encargarían de decidir su suerte. Aunque era obvio que ninguno saldría vivo.—¿Crees que los asesinaran a todos? —interrogue aceptando su mano para bajarme del helicóptero. El Boss nunca dejaba que ninguno de sus hombres me tocara, a no ser que fuese absolutamente necesario. Si ocurría por accidente, se apresuraban a alejarse.—No deberías preocuparte por eso. Se hará lo que se tenga que hacer. —admitió guiándome hasta el interior de la casa. Suspiré y lo seguí con pasos cortos, lentos y relajadosEn este mundo no se le tenía miedo a la muerte, pues esta podía llegar en cualquier momento y definitivamente no le importaría que tan poderoso fuera. Cómo morirían, esa era otra cuestión. Nadie quería pasar por las torturas previas y mucho menos si eran impuestas por una organización de criminales sintiéndose v
Se supone que el domingo por la noche estaría preparando mi ropa para el primer día de trabajo. En lugar de eso, me encontraba alistando la maleta para salir en unas horas hacía la otra punta del mundo. Evidentemente eso no estaba en mis planes inmediatos. Arroje un pantalón en la pila que se había ido formando hace al menos cuarenta minutos. ¿Qué demonios tenía que ver yo con sus negocios en Suramérica? Nada, ni siquiera conocía como se hacían los tratos allá o que estaban comerciando juntos. No podía sacarme de la cabeza que Alexey hacía esto por fastidiar y nada más. Quería que no fuese a mi primer día de trabajo. Mis mejillas se colorearon de vergüenza y rabia al recordar lo que ese bruto le había dicho a mi jefe. ¿Cómo le daría la cara ahora? Hace unos minutos recibí un correo con las indicaciones de lo que debía entregar cuando volviera. Por suerte estaríamos en un país cuya extensión de territorio estaba cubierto casi en su totalidad de selva amazónica. Seguramente encontrar
La llegada a Colombia estuvo precedida por unas cuantas turbulencias y no es para menos, literalmente habíamos cruzado desde la otra punta del mundo. El jet aterrizo en una pista de vuelo, en medio de la selva o al menos eso fue lo que pude observar. Bajamos con los voyeviki resguardándonos. La repentina luz del sol hizo que llevara mi mano hasta la frente para cubrirme. Casi empiezo a saltar como una niña pequeña la sentir la calidez del clima, que no se comparaba en nada con el de Rusia, ni de cerca. Fuera nos esperaban cuatro camionetas rodeadas por hombres vestidos poco elegante, pero muy bien armados con ametralladoras. Supuse que era la bienvenida que nos daba el socio de Alexey. Hablando de este, no perdí tiempo y me colgué de su brazo. A diferencia de los hombres de la mafia que ya conocía y no me causaban ningún temor, estos “sicarios” como los llamaban aquí, no parecían tener ningún respeto por la ley. Hacían lo que querían y compraban lo que podían, sin límites de por med
—No puede culparme, sucede cada vez que usted está cerca, señora Volkov. —Susurró esto último sobre mis labios. En cuanto escuche sus palabras, el corazón comenzó a latirme desbocado. ¿De verdad había dicho lo que creía? El sonrojo en mi piel aumento.—Deja de bromear. —respondí golpeando su brazo ligeramente. Aquella era mi forma de controlarme y actuar con la mayor naturalidad posible. No quería que mi estúpido corazón comenzara a imaginarse cosas. Siempre había tenido mi situación clara.—Hablo muy en serio. —afirmó Alexey tomando mi mano, llevándosela hasta sus labios, donde dejó un húmedo beso en el dorso. —Eres la señora Volkov, ¿no? —preguntó dejando de nuevo mi mano en su lugar. Asentí a regañadientes. —No estoy diciendo ninguno mentira entonces. —aclaró viéndose realmente divertido.—Supongo que no. —concorde fastidiada. La sonrisa en su boca se extendió.—No hay nada que discutir. —afirmó complacido. De pronto sentí como sus palmas se deslizaban hacía mi trasero, una expresi
Por la tarde decidimos salir a disfrutar del clima. Según el socio de Alexey, era ahí cuando se hacían los mejores negocios y ellos tenían muchos problemas que solucionar. Sentía lastima por la persona que estuviese fuese responsable del detenimiento de la mercancía en México. Ninguno de estos dos mafiosos lo perdonaría por el dinero perdido.Tenía intensiones de meterme a la piscina, así que me coloque un traje de baño de dos piezas color lila y por encima una bata blanca de playa. Agarré las gafas de sol que traía y las deje sobre mis ojos. Fuera me esperaban mis hombres para llevarme hasta afuera.Ahí todavía estaban las mujeres que trajeron, aunque ahora acompañadas por varios de los guardaespaldas del narcotraficante. Ambos grupos parecían disfrutar del agua. Levante el mentón y tome asiento en la orilla. Viendo como jugaban con una pelota.Nadie me dirigió la mirada, ni siquiera por mera curiosidad, supuse que eso se debía a Alexey y realmente no me importaba, tampoco quería ver
El resto de los días que pasamos en Colombia fueron increíbles. Sin tener que preocuparnos por los negocios, Alexey y yo pasamos mucho tiempo junto. Ni un solo momento se despego de mi lado. Me acompaño a cabalgar, recorrimos la extensa cantidad de hectáreas que tenía la hacienda y también fuimos a nadar a un rio que quedaba cerca.Incluso pude tomar las fotos que se necesitaban para la revista, ya solo me quedaba escribir la nota. Había muchos animales a los que capturar y lamentaba no poder haberlo hecho con todos. Lo más extraño de todo, es que no peleamos ni una sola vez. Nos limitamos a bromear entre nosotros y hacer lo posible por actuar como una pareja normal.Todo esto se fue al demonio el último día de nuestra visita, debí saberlo.Desperté a medianoche por un extraño ruido golpeando contra las paredes. Me extraño bastante, lo suficiente como para preocuparme, pues estaba demasiado alto como para que cualquier cosa se escuchara. Con cuidado me levante de la cama y calce mis p
—¡Amaranta abre la maldita puerta, ahora! —Los gritos de Alexey me despertaron. Instintivamente observe la ventana, en busca de una salida. Todavía era de noche, por lo que no debía llevar mucho tiempo dormida. —O abres o tiro la puerta. —aseguró furioso.El golpeteo contra la madera me confirmaba que no estaba bromeando. Sonaba realmente enojado, como nunca antes y para que negarlo, si sentí un poco de miedo. Respire varias veces y luego me levante de la cama con cuidado, intentando no temblar.Por suerte no me quite ni la bata, ni las pantuflas cuando me acosté. Inhale una última bocanada de aire antes de poner mi mano sobre el pomo. Retire el seguro y pase la llave lentamente, posponiendo el encuentro lo más que pudiese, pero sabía que era inútil.Hale la puerta con brusquedad, deseando terminar con esta tortura lo más pronto posible. Si me iba a matar, al menos moriría con dignidad. Del otro lado estaba Alexey con el ceño fruncido. Se había bañado y cambiado de ropa. Podía adivina
Desperté totalmente desorientada y por un momento entré en pánico al no reconocer dónde me encontraba. Intente levantarme, pero dos manos me sujetaron para que estuviese quieta en la cama. Levante la vista, encontrándome con unos ojos negros que me observaban con amabilidad. Pertenecían a un hombre mayor, unos cincuenta años.—Solnyshka. —Una figura que si se me hacía conocida vino hasta mí. Sonreí con lentitud al reconocer el rostro de Alexey. —¿Cómo te sientes? —preguntó sentándose a mi lado, tomándome de la mano. —Estaba muy asustado. —admitió débilmente.—Me duele la cabeza y estoy un poco mareada. —explique lentamente, tenía la garganta seca. La luz que entraba por la ventana me provocaba entrecerrar los ojos para evitarlas. —¿Podían cerrar las cortinas, por favor? —interrogue señalándolas en la esquina.Alexey asintió y le hizo una seña a la sirvienta que se encontraba ahí, de la cual a penas había reparado en su presencia, para que se encargara de mi petición. No hubo que repet