—Lo mejor será que demos de baja a Luciano Lombardo cuanto antes. —concluyó un hombre asiático miembro de La Triada. —Es imperativo que mitiguemos cualquier complot en nuestra contra. —declaró dejando caer el puño en su mesa. El golpe provocó un sonido gueco que me hizo saltar en mi silla. Me hubiese caído de no ser por Alexey.Todos asintieron, mostrándose de acuerdo con sus palabras.Llevaban aproximadamente cuarenta minutos debatiendo el castigo que merecían dichos traidores. Nadie había intentado matarse aún, lo cual era todo un logro en si mismo.Cada poco segundos alguno de los presentes me observaba con curiosidad, también reconocimiento. Entonces Alexey les lanzaba una mala mirada y me cubría con su cuerpo.—¿Qué haremos con la Yakuza? —preguntó el representante de La Camorra. Detrás de él sus hombres lo corearon, pero los silencio con un solo movimiento de cabeza. —Según el documento es solo un pequeño grupo sublevándose. Y el nombre del jefe no figura por ninguna parte. No p
—Luego de que mi padre falleciera decidimos ocultarnos. Conocíamos perfectamente las leyes de la mafia: Primero disparar y luego preguntar. —Se produjo un coro de risas a causa de mis palabras y yo esboce una sonrisa sardónica, como si de verdad me hiciera gracia. No tenían ni idea de lo mucho que se calentaba mi sangre al recordarlo.El jede del Consejo llamó la atención para que el escandalo cesara y pudiese continuar con mi relato. El único gesto sincero que había regalado aquella noche se la llevó él. Me era imposible tratarlo de otra forma, pues mi padre tendría su edad, más o menos.—Gracias, Antonio. —El hombre asintió en mi dirección e hizo un movimiento con la mano, instándome a continuar. —Lamentablemente mi hermano Vladimir fue asesinado antes de que llegásemos a un lugar seguro. —Intente controlar el enojo que sentía, para que este no se filtrará en mis palabras y me delatase de alguna forma.—¿Qué hay de tu madre? —inquirió Marcos mirándome con renuencia. Decenas de malas
Alexey y yo estábamos aterrizando de nuevo en la fortaleza. La reunión terminó en que Fujimoto le entregaría lo más pronto posible a Yukuta y sus seguidores a La Esfinge. Ya ellos se encargarían de decidir su suerte. Aunque era obvio que ninguno saldría vivo.—¿Crees que los asesinaran a todos? —interrogue aceptando su mano para bajarme del helicóptero. El Boss nunca dejaba que ninguno de sus hombres me tocara, a no ser que fuese absolutamente necesario. Si ocurría por accidente, se apresuraban a alejarse.—No deberías preocuparte por eso. Se hará lo que se tenga que hacer. —admitió guiándome hasta el interior de la casa. Suspiré y lo seguí con pasos cortos, lentos y relajadosEn este mundo no se le tenía miedo a la muerte, pues esta podía llegar en cualquier momento y definitivamente no le importaría que tan poderoso fuera. Cómo morirían, esa era otra cuestión. Nadie quería pasar por las torturas previas y mucho menos si eran impuestas por una organización de criminales sintiéndose v
Se supone que el domingo por la noche estaría preparando mi ropa para el primer día de trabajo. En lugar de eso, me encontraba alistando la maleta para salir en unas horas hacía la otra punta del mundo. Evidentemente eso no estaba en mis planes inmediatos. Arroje un pantalón en la pila que se había ido formando hace al menos cuarenta minutos. ¿Qué demonios tenía que ver yo con sus negocios en Suramérica? Nada, ni siquiera conocía como se hacían los tratos allá o que estaban comerciando juntos. No podía sacarme de la cabeza que Alexey hacía esto por fastidiar y nada más. Quería que no fuese a mi primer día de trabajo. Mis mejillas se colorearon de vergüenza y rabia al recordar lo que ese bruto le había dicho a mi jefe. ¿Cómo le daría la cara ahora? Hace unos minutos recibí un correo con las indicaciones de lo que debía entregar cuando volviera. Por suerte estaríamos en un país cuya extensión de territorio estaba cubierto casi en su totalidad de selva amazónica. Seguramente encontrar
La llegada a Colombia estuvo precedida por unas cuantas turbulencias y no es para menos, literalmente habíamos cruzado desde la otra punta del mundo. El jet aterrizo en una pista de vuelo, en medio de la selva o al menos eso fue lo que pude observar. Bajamos con los voyeviki resguardándonos. La repentina luz del sol hizo que llevara mi mano hasta la frente para cubrirme. Casi empiezo a saltar como una niña pequeña la sentir la calidez del clima, que no se comparaba en nada con el de Rusia, ni de cerca. Fuera nos esperaban cuatro camionetas rodeadas por hombres vestidos poco elegante, pero muy bien armados con ametralladoras. Supuse que era la bienvenida que nos daba el socio de Alexey. Hablando de este, no perdí tiempo y me colgué de su brazo. A diferencia de los hombres de la mafia que ya conocía y no me causaban ningún temor, estos “sicarios” como los llamaban aquí, no parecían tener ningún respeto por la ley. Hacían lo que querían y compraban lo que podían, sin límites de por med
—No puede culparme, sucede cada vez que usted está cerca, señora Volkov. —Susurró esto último sobre mis labios. En cuanto escuche sus palabras, el corazón comenzó a latirme desbocado. ¿De verdad había dicho lo que creía? El sonrojo en mi piel aumento.—Deja de bromear. —respondí golpeando su brazo ligeramente. Aquella era mi forma de controlarme y actuar con la mayor naturalidad posible. No quería que mi estúpido corazón comenzara a imaginarse cosas. Siempre había tenido mi situación clara.—Hablo muy en serio. —afirmó Alexey tomando mi mano, llevándosela hasta sus labios, donde dejó un húmedo beso en el dorso. —Eres la señora Volkov, ¿no? —preguntó dejando de nuevo mi mano en su lugar. Asentí a regañadientes. —No estoy diciendo ninguno mentira entonces. —aclaró viéndose realmente divertido.—Supongo que no. —concorde fastidiada. La sonrisa en su boca se extendió.—No hay nada que discutir. —afirmó complacido. De pronto sentí como sus palmas se deslizaban hacía mi trasero, una expresi
Por la tarde decidimos salir a disfrutar del clima. Según el socio de Alexey, era ahí cuando se hacían los mejores negocios y ellos tenían muchos problemas que solucionar. Sentía lastima por la persona que estuviese fuese responsable del detenimiento de la mercancía en México. Ninguno de estos dos mafiosos lo perdonaría por el dinero perdido.Tenía intensiones de meterme a la piscina, así que me coloque un traje de baño de dos piezas color lila y por encima una bata blanca de playa. Agarré las gafas de sol que traía y las deje sobre mis ojos. Fuera me esperaban mis hombres para llevarme hasta afuera.Ahí todavía estaban las mujeres que trajeron, aunque ahora acompañadas por varios de los guardaespaldas del narcotraficante. Ambos grupos parecían disfrutar del agua. Levante el mentón y tome asiento en la orilla. Viendo como jugaban con una pelota.Nadie me dirigió la mirada, ni siquiera por mera curiosidad, supuse que eso se debía a Alexey y realmente no me importaba, tampoco quería ver
El resto de los días que pasamos en Colombia fueron increíbles. Sin tener que preocuparnos por los negocios, Alexey y yo pasamos mucho tiempo junto. Ni un solo momento se despego de mi lado. Me acompaño a cabalgar, recorrimos la extensa cantidad de hectáreas que tenía la hacienda y también fuimos a nadar a un rio que quedaba cerca.Incluso pude tomar las fotos que se necesitaban para la revista, ya solo me quedaba escribir la nota. Había muchos animales a los que capturar y lamentaba no poder haberlo hecho con todos. Lo más extraño de todo, es que no peleamos ni una sola vez. Nos limitamos a bromear entre nosotros y hacer lo posible por actuar como una pareja normal.Todo esto se fue al demonio el último día de nuestra visita, debí saberlo.Desperté a medianoche por un extraño ruido golpeando contra las paredes. Me extraño bastante, lo suficiente como para preocuparme, pues estaba demasiado alto como para que cualquier cosa se escuchara. Con cuidado me levante de la cama y calce mis p