—¿Cómo me veo? —preguntó Isabella dando un paso atrás para que la observara.Ella llevaba una blusa de color melón, un pantalón negro de tela y unos tacones del mismo a juego con la blusa. Supuso que la intención de Isabella era dar un aspecto sobrio, pero para Salvatore era una imagen sacada de sus fantasías. Se imaginó liberando algunos botones de su blusa para llegar a sus senos. —Hermosa. —Salvatore recorrió a Isabella con la mirada—. ¿Cómo se supone que me concentre en la entrevista contigo a mi lado?Isabella sonrió.—Prometo no distraerte.—Cariño, tu simple existencia me distrae. —Se acercó a ella y la tomó de las caderas—. Sientes en el estado que me pones tan solo con respirar.Isabella se sonrojó.—Debemos bajar pronto.—Lo sé, es el único motivo por el cual aún estás vestida.Sujeto la mano de Isabella y la sacó de la habitación antes de tumbar a Isabella sobre la cama.En la primera planta había bastante movimiento. Personas iban y venían terminando de alistar la sala
Isabella estaba preparada para ver su nombre y rostro aparecer en la televisión y revistas; pero no en la magnitud que sucedió. Las personas parecían reconocerla a donde fuera. Y, como si fuera poco, sus amigas se aseguraron de llevar la cuenta de las veces que se repitió su entrevista en los próximos dos días solo para dejárselo saber cada vez que llamaban.Su celular sonó con notificación de mensajes varias veces también. A ambas les pareció divertido enviarle algunos los mensajes que encontraban en páginas de videos o revistas online, por supuesto solo los más graciosos. Y sí que se había reído con ellos.No eran las únicas que encontraron fascinante bromear sobre su reciente popularidad. Su, siempre ocupado, hermano también había encontrado algunos minutos para llamarla y hacer algunas bromas de las suyas. No le sorprendió ni un poco. Podían preocuparse el uno por el otro, pero nunca desaprovechaban una oportunidad para torturarse. Era parte de ser hermanos.Se tomó todo con humor
—¿Qué crees que dirá su informe? —preguntó Isabella.Con el brazo que tenía sobre sus hombros, Salvatore la acercó aún más a él. Besó su cabeza e inhaló su fragancia.—Que somos la mejor opción.La asistenta social había lucido bastante complacida al ver la interacción entre Caeli e Isabella. Era imposible no ver el amor que Isabella sentía por la pequeña. Él y su sobrina eran afortunados de tenerla en sus vidas. Una vez el auto de la asistenta social desapareció, los dos se dieron la vuelta para regresar al interior de la casa.—Hace un día hermoso. ¿Qué te parece si pasamos un rato en la piscina? —preguntó.—¡Piscia! —gritó Caeli rebotando en sus brazos.Él e Isabella se rieron de la emoción de su sobrina.—Bueno, como negarme ante eso —musitó Isabella y besó a Caeli en la mejilla.La observó absorto. Estaba enamorado de ella sin remedio. ¿Cómo no amarla cuando era tan perfecta? Gracias a ella estaba aprendiendo que el amor no tenía por qué causar dolor. Lo que sus padres habían s
Durante toda su carrera profesional como futbolista, Salvatore nunca había visto nada parecido al espectáculo que le estaba dando la familia de Isabella. Era una batalla de ganar o morir. Más de una vez se había sentido tentado a detener el juego y sacar a Isabella antes de que terminara lastimada. El único motivo por el que no lo había hecho, era porque estaba seguro que ella no lo habría apreciado. Los que habían quedado fuera del partido tampoco se quedaban atrás. Se habían acomodado a los bordes de la zona de juego improvisada y habían elegido a que bando apoyar. La capacidad que tenían para gritar lo sorprendía, debía ser bastante… entretenido sentarse a ver los partidos con ellos, aunque el riesgo de quedarse sordo también era elevado. Miró el reloj en su muñeca y vio que quedaban solo un par de minutos más. El equipo de Isabella estaba perdiendo dos a tres y no había manera de que empataran en tampoco tiempo. El cronómetro en cuanto el tiempo se cumplió y él soltó un silbido
Frente a los ojos de Isabella se desarrolló una de las escenas más emotivas. Salvatore levantó a Caeli sobre sus piernas y la abrazó.—Cariño mío —dijo él y luego la besó en ambas mejillas.Caeli tomó a Salvatore de las mejillas con sus manitos y se estiró para besarlo en la frente. Por un instante fue como si el resto hubiera dejado de existir para ellos. La conexión que ambos compartían era más que evidente.—Esto es tu culpa. —Ismaele se puso de pie, sus ojos llenos de furia—. Ella es mi hija, pero gracias a ti está confundida.Salvatore, quién hasta ese momento había estado absorto mirando a Caeli, levantó la mirada y abrió la boca para responder, pero Isabella decidió hacerse cargo.—¿Cuándo es sus cumpleaños? ¿A qué edad dijo sus primeras palabras? ¿Cuándo le salió su primer diente? —Lanzó una pregunta tras otra. Mantuvo la voz calmada en todo momento para no alterar a Caeli.Ismaele se quedó en silencio, como era de esperar.—Padre no es el que engendra —continuó—. ¿Sabes lo ma
Salvatore se dirigió a su oficina, seguido por Abele. —¿Qué es lo que querías decirme? —Perdimos a la señorita Nina. Justo cuando creía que las cosas estaban mejorando. —¿Cómo sucedió? Se supone que tenías a alguien vigilándola. Después del incidente con Isabella, sus hombres habían llevado a Nina con la policía debido a que había violado su orden de alejamiento. Había estado encerrada apenas unas cuantas horas antes de que sus padres se encargaran de pagar su fianza. Salvatore había hablado con ellos y les había sugerido que la devolvieran al centro psiquiátrico. Con todo lo que estaba sucediendo con Caeli, había estado demasiado ocupado para encargarse de Nina. Así que le había ordenado a Abele que pusiera a alguien a seguirla en todo momento y que le informaran de cualquier cosa que luciera sospechosa. Nina había estado recluida en su casa y no había hecho ningún intento por contactarlo desde la última vez que la vio. —Ayer por la tarde acudió a una fiesta en casa de unos
Isabella sonrió al escuchar el chillido de felicidad de Caeli al bajar por el tobogán. No podía creer que ahora no tenía que preocuparse de perderla alguna vez. No solo Ismaele había desaparecido de sus vidas, ahora estaba vinculada legalmente a ella. Nunca había pensado que sería así como se convertiría en madre, pero no podía estar más feliz. —¡Bella, mira! —gritó la pequeña corriendo para volver a subir por las escaleras. Llevaban al menos una hora en el parque infantil y ella no parecía ni un poco cansada, pero era seguro que en cuanto la subiera al coche no pasaría mucho antes de que se quedara dormida. Siempre era así, un rato estaba corriendo sin parar y al otro estaba dormida sin que nada la perturbara. Las pesadillas se habían acabado, aunque Caeli aun llamaba a su mamá a veces. Isabella se aseguraba de mostrarle fotos de Aurora y Salvatore le contaba historias de ella antes de dormir. La psicóloga de Caeli les había orientado al respecto. —Señora —dijo Abele acercándose
Los padres de Isabella se disculparon y los dejaron a solas. Salvatore les había contado todo cuando llegaron al hospital mientras el médico evaluaba a Isabella. Ninguno de los dos los lo culpó, pero ambos dejaron en claro lo que sentían por Nina. Sabía que Matteo no se iba a quedar de brazos cruzados, Isabella era la niña de sus ojos. —¿Nina? —preguntó Isabella devolviéndolo al presente. —Sí. Lo lamento mucho. —No eras tú quien iba al volante, no tienes que disculparte. —De hecho, hay algo que no te dije… —Salvatore le habló sobre como sus hombres habían perdido rastro de Nina. Si no se lo habría ocultado desde el principio, tal vez no estarían allí. —¿Por qué no me lo contaste? —preguntón Isabella en cuanto él terminó de hablar. —Estabas tensa por lo de Caeli. No quería añadirte más preocupaciones. Ahora me doy cuenta que no fue la mejor manera de actuar. Isabella se quedó en silencio durante algunos segundos. —Incluso si ella desapareció. ¿cómo estás tan seguro de que fue el