Durante toda su carrera profesional como futbolista, Salvatore nunca había visto nada parecido al espectáculo que le estaba dando la familia de Isabella. Era una batalla de ganar o morir. Más de una vez se había sentido tentado a detener el juego y sacar a Isabella antes de que terminara lastimada. El único motivo por el que no lo había hecho, era porque estaba seguro que ella no lo habría apreciado. Los que habían quedado fuera del partido tampoco se quedaban atrás. Se habían acomodado a los bordes de la zona de juego improvisada y habían elegido a que bando apoyar. La capacidad que tenían para gritar lo sorprendía, debía ser bastante… entretenido sentarse a ver los partidos con ellos, aunque el riesgo de quedarse sordo también era elevado. Miró el reloj en su muñeca y vio que quedaban solo un par de minutos más. El equipo de Isabella estaba perdiendo dos a tres y no había manera de que empataran en tampoco tiempo. El cronómetro en cuanto el tiempo se cumplió y él soltó un silbido
Frente a los ojos de Isabella se desarrolló una de las escenas más emotivas. Salvatore levantó a Caeli sobre sus piernas y la abrazó.—Cariño mío —dijo él y luego la besó en ambas mejillas.Caeli tomó a Salvatore de las mejillas con sus manitos y se estiró para besarlo en la frente. Por un instante fue como si el resto hubiera dejado de existir para ellos. La conexión que ambos compartían era más que evidente.—Esto es tu culpa. —Ismaele se puso de pie, sus ojos llenos de furia—. Ella es mi hija, pero gracias a ti está confundida.Salvatore, quién hasta ese momento había estado absorto mirando a Caeli, levantó la mirada y abrió la boca para responder, pero Isabella decidió hacerse cargo.—¿Cuándo es sus cumpleaños? ¿A qué edad dijo sus primeras palabras? ¿Cuándo le salió su primer diente? —Lanzó una pregunta tras otra. Mantuvo la voz calmada en todo momento para no alterar a Caeli.Ismaele se quedó en silencio, como era de esperar.—Padre no es el que engendra —continuó—. ¿Sabes lo ma
Salvatore se dirigió a su oficina, seguido por Abele. —¿Qué es lo que querías decirme? —Perdimos a la señorita Nina. Justo cuando creía que las cosas estaban mejorando. —¿Cómo sucedió? Se supone que tenías a alguien vigilándola. Después del incidente con Isabella, sus hombres habían llevado a Nina con la policía debido a que había violado su orden de alejamiento. Había estado encerrada apenas unas cuantas horas antes de que sus padres se encargaran de pagar su fianza. Salvatore había hablado con ellos y les había sugerido que la devolvieran al centro psiquiátrico. Con todo lo que estaba sucediendo con Caeli, había estado demasiado ocupado para encargarse de Nina. Así que le había ordenado a Abele que pusiera a alguien a seguirla en todo momento y que le informaran de cualquier cosa que luciera sospechosa. Nina había estado recluida en su casa y no había hecho ningún intento por contactarlo desde la última vez que la vio. —Ayer por la tarde acudió a una fiesta en casa de unos
Isabella sonrió al escuchar el chillido de felicidad de Caeli al bajar por el tobogán. No podía creer que ahora no tenía que preocuparse de perderla alguna vez. No solo Ismaele había desaparecido de sus vidas, ahora estaba vinculada legalmente a ella. Nunca había pensado que sería así como se convertiría en madre, pero no podía estar más feliz. —¡Bella, mira! —gritó la pequeña corriendo para volver a subir por las escaleras. Llevaban al menos una hora en el parque infantil y ella no parecía ni un poco cansada, pero era seguro que en cuanto la subiera al coche no pasaría mucho antes de que se quedara dormida. Siempre era así, un rato estaba corriendo sin parar y al otro estaba dormida sin que nada la perturbara. Las pesadillas se habían acabado, aunque Caeli aun llamaba a su mamá a veces. Isabella se aseguraba de mostrarle fotos de Aurora y Salvatore le contaba historias de ella antes de dormir. La psicóloga de Caeli les había orientado al respecto. —Señora —dijo Abele acercándose
Los padres de Isabella se disculparon y los dejaron a solas. Salvatore les había contado todo cuando llegaron al hospital mientras el médico evaluaba a Isabella. Ninguno de los dos los lo culpó, pero ambos dejaron en claro lo que sentían por Nina. Sabía que Matteo no se iba a quedar de brazos cruzados, Isabella era la niña de sus ojos. —¿Nina? —preguntó Isabella devolviéndolo al presente. —Sí. Lo lamento mucho. —No eras tú quien iba al volante, no tienes que disculparte. —De hecho, hay algo que no te dije… —Salvatore le habló sobre como sus hombres habían perdido rastro de Nina. Si no se lo habría ocultado desde el principio, tal vez no estarían allí. —¿Por qué no me lo contaste? —preguntón Isabella en cuanto él terminó de hablar. —Estabas tensa por lo de Caeli. No quería añadirte más preocupaciones. Ahora me doy cuenta que no fue la mejor manera de actuar. Isabella se quedó en silencio durante algunos segundos. —Incluso si ella desapareció. ¿cómo estás tan seguro de que fue el
Las últimas dos semanas habían sido las más largas de la vida de Isabella. Había tenido suficiente tiempo para pensar en todo más de una vez.Después de su accidente sus padres se habían asegurado de que no hiciera ningún esfuerzo, y no había sido hasta esa semana que por fin había podido regresar al trabajo. Su papá y Salvatore no habían estado muy contentos, pero no era su decisión. Estaba cansada de estar encerrada en casa y no iba a continuar así porque una loca había intentado matarla.Su padre se había puesto en contacto con un amigo que era dueño de una compañía de seguridad y ahora iba a todos lados acompañada de un par de guardaespaldas.«No es que eso hubiera detenido a Nina la primera vez —pensó, pero no lo dijo en voz alta».—¿Han averiguado dónde está? —preguntó mirando a su padre y se llevó su vaso de jugo a los labios.Él la miró como si no supiera de lo que estaba hablando.—Vamos, papá, sé que tú y Salvatore han estado en contacto. Él no me dice nada.Isabella había a
Salvatore fue detrás de Isabella, aterrado ante la posibilidad de que tuviera algo grave. Se preguntó si era la primera vez que se sentía así. La culpa lo carcomió al pensar que él había estado lejos mientras ella estaba enferma.Se puso en cuclillas a su lado y le sujetó el cabello mientras con la otra mano le frotaba la espalda. Se sentía impotente al no poder hacer nada para ayudarla a sentirse mejor.Isabella apoyó la cabeza en su hombro cuando dejó de vomitar. Él bajó la tapa del inodoro y jaló de la palanca.—Déjame ayudarte.Colocó las manos en su cintura y la ayudó a levantarse. Isabella se acercó al lavabo y se mojó el rostro, luego se cepilló los dientes.Salvatore mantuvo sus ojos sobre ella, temeroso de que se fuera a desvanecer en cualquier momento.Cuando ella terminó, la levantó en brazos y caminó directo hacia la puerta de la habitación. —¿A dónde vamos?—Al hospital, un doctor debe revisarte.—No es necesario, ya me siento mucho mejor. Algo que comí ayer debió caerm
Isabella ni siquiera recordaba porque había estado temerosa de como Salvatore reaccionaría si su embarazo resultaba ser cierto. Tan pronto él había escuchado que serían padres, había saltado de su asiento con la emoción marcada en el rostro. Ahora, mientras viajaban de regreso a casa, él tenía una de las manos en su vientre y no dejaba de moverla en círculos. Estaba más que claro que él quería esto tanto como ella. —Deberíamos decírselo a tus padres. —La voz de Salvatore la sacó de sus cavilaciones. Asintió. Quería compartir su felicidad con ellos. —¿Cuánto tiempo crees que pase antes de que los medios de comunicación se enteren de mi embarazo? —Esperaba poder mantenerlo en secreto el mayor tiempo posible—. Ellos sugerirán que te atrape con este embarazo y que por eso volviste conmigo. —En lo que a mí respecta, pueden decir lo que se les antoje. Además, si ese fuera el caso, estoy más que feliz de que me atraparas. Llegaron a casa más rápido de lo que esperaban y apenas entra