Dante caminó por los pasillos en busqueda de Alonzo, con su mirada intensa y su paso firme. No lo encontró en los lugares habituales, dónde él solía estar, así que decidió ir hasta la biblioteca, donde sabía que posiblemente estaría ahí. La mansión aún estaba llena de los miembros del clan, así que ese sería el mejor lugar para encontrar a su amigo.Al entrar en la biblioteca, Dante vio a Alonzo sentado en un sofá, con una mujer en sus piernas. La mujer estaba riendo y acariciando el cabello de Alonzo, quien parecía relajado y contento. Dante se enfureció al instante y se acercó a ellos.—¡Sal de aquí! — le gritó Dante a la mujer, con voz fuerte y autoritaria. La mujer se asustó y salió corriendo de la biblioteca, dejando a Alonzo solo con Dante.Alonzo se levantó del sofá y se acercó a Dante, con una sonrisa en su rostro. —¿Por qué actúas de esta manera?, pareces que estás perdiendo el control hermano. ¿Sabes que no amas a Aurora? ¿Por qué te importa tanto? —dijo Alonzo sin quita
Alonzo trato de mantener la tranquilidad, los hombres vestidos de negro lo sacaron a la fuerza, sujetándolo por los brazos. Uno de ellos le cubrió la cabeza con una capucha oscura, privandolo de la vista. Sin poder defenderse, sintió cómo lo empujaban contra una superficie metálica y lo arrojaban dentro de un vehículo más grande.La camioneta arrancó de inmediato. Durante el trayecto, Alonzo apenas podía respirar bajo la tela gruesa que cubría su rostro. Intentó forcejear, pero una mano firme lo inmovilizó mientras una voz fría le ordenaba quedarse quieto.Después de lo que parecieron horas, el vehículo se detuvo. Lo arrastraron fuera de la camioneta y lo hicieron caminar a trompicones. El sonido de una puerta oxidada deslizándose sobre rieles confirmó su temor: lo habían llevado a un lugar apartado, sin escapatoria.Cuando le quitaron la capucha, sus ojos parpadearon ante la luz tenue de unos focos sucios. Se encontraba en una bodega abandonada, rodeado por rostros inescrutables. Un
La puerta de la habitación de Aurora se abrió con un leve chirrido, y la silueta de la ama de llaves apareció. Se acercó con paso firme hasta la cama donde Aurora estaba atada, con manos cuidadosas, quitó las esposas que Dante le había colocado apenas hace unas horas y la mantenían prisionera. —Vamos, niña, necesitas darte un baño —dijo con voz suave pero firme, ayudándola a incorporarse. Su tacto era sorprendentemente gentil, como si quisiera transmitirle algo más que órdenes. —No temas, Giussepe está bien. Desde ahora trabajara aquí en la mansión para cuidar de ti —agregó con una leve sonrisa, como si sus palabras fueran un bálsamo para el miedo que aún se reflejaba en los ojos de Aurora.Aurora parpadeó, intentando procesar la información, pero había algo más que la inquietaba. —¿Dónde está Dante? —preguntó Aurora con un hilo de voz, buscando respuestas en el rostro sereno de la mujer. La ama de llaves bajó la mirada por un instante antes de volver a encontrarse con sus ojos
Aurora bajó las escaleras con el corazón latiendo con fuerza. Sus pasos eran rápidos, impulsados por una mezcla de ansiedad y esperanza. Al llegar a la sala de estar, sus ojos se iluminaron al ver a Giuseppe de pie, esperándola con los brazos abiertos. Sin pensarlo dos veces, Aurora corrió hacia él y se arrojó a su pecho, abrazándolo con todas sus fuerzas, sintiendo la calidez y seguridad que solo él podía darle.—La mia ragazza, (mi niña) —susurró Giuseppe con voz temblorosa, rodeándola con sus brazos fuertes y protectores. Giuseppe acarició su cabello con ternura, como si quisiera asegurarse de que realmente estaba allí, a salvo. Aurora cerró los ojos por un instante, dejando que su corazón se calmara con el familiar aroma del hombre que había sido como un padre para ella.Separándose un poco, lo miró con los ojos llenos de emoción. —¿Estás bien? —preguntó Aurora, buscando cualquier señal de que no siguiera lastimado. Giuseppe sonrió con dulzura y asintió. —Sí, niña, estoy bien
Despertar Aurora se acercó a Dante, que yacía en la cama, herido. Ella podía ver la sangre que emanaba del costado de su pecho, y su corazón se aceleró lleno de preocupación. Con manos temblorosas y ayuda de Giuseppe, le rasgó la camisa, y su rostro se tensó al ver la herida. La bala había perforado su pecho, Aurora sabía que tenía que actuar rápido para salvarle la vida, una vez más, así como el día en que él se cruzó en su camino, el día en que su vida cambió para siempre.Aurora se puso a trabajar, utilizando sus conocimientos médicos para tratar la herida. Limpió y vendó la herida, y luego le administró antibióticos para prevenir la infección. Mientras trabajaba, Dante gemía de dolor, Aurora se esforzó por mantener la calma y concentrarse en su tarea.A medida que pasaban las horas, Dante comenzó a prender en fiebre. Aurora se mantuvo a su lado, refrescándolo con paños húmedos y administrando medicamentos para reducir la fiebre. A pesar de que lo odiaba por no dejarla ir con An
Dante deslizó las manos con más suavidad por la cintura de Aurora, como si temiera romper algo delicado. El calor de su piel traspasaba la tela, y cada roce parecía encender una chispa que amenazaba con consumirlo. Quería perderse en ese contacto, en el sabor de sus labios, y por un instante, se permitió pensar que ella también lo deseaba. Con una mezcla de necesidad y ternura, inclinó el rostro para volver a besarla, buscando prolongar aquel momento que lo mantenía anclado a algo más que el dolor.Pero Aurora apartó el rostro con suavidad, rompiendo el beso. Su respiración era agitada, y sus manos temblaban levemente mientras lo empujaba con delicadeza para alejarse. Dante sintió el vacío inmediato al perder el contacto con ella, una sensación de pérdida tan repentina que lo dejó paralizado por un segundo. Sus ojos oscuros la buscaron con una mezcla de deseo y frustración contenida.Antes de que ella pudiera dar un paso atrás, él la tomó del brazo con firmeza, aunque sin hacerle da
Vittorio Rossi corría con furia desatada hacia la entrada principal de la bodega, Fiorella era una estúpida por meterse en sus asuntos. Sus pisadas resonaban con fuerza en el pavimento húmedo mientras la luz de la luna apenas iluminaba su silueta oscura e imponente.Vittorio Rossi apretó los dientes al ver a lo lejos el brillo de los faros de un auto encendiéndose.Al llegar, vio a Fiorella cerrando de golpe seco la puerta trasera del auto rojo, Alonzo aún inconsciente, estaba dentro, apunto de morir si no lo llevaban rápidamente a un hospital. Vittorio frunció el ceño, respirando con dificultad, y se plantó frente a su hermana con una mezcla de enojo y frustración.—¿Qué demonios crees que estás haciendo, Fiorella? —escupió con rabia, acercándose al auto.Fiorella, con una calma irritante, apoyó las manos en la cadera y lo miró con una leve sonrisa.—Lo siento, hermanito, pero así como tú vas tras Dante con tus propias intenciones… yo también tengo las mías. Y Alonzo será mi pasaport
Aurora mantuvo su mirada fija en Fiorella mientras los hombres avanzaban con Alonzo malherido en brazos. Por un instante, sus pensamientos se arremolinaron con preguntas sin respuesta, pero su expresión permaneció firme. No tenía tiempo para enfrentamientos innecesarios, no cuando la vida de Alonzo estaba en juego.—Llévenlo a una de las habitaciones y avisen a Giuseppe para que prepare lo necesario —ordenó con voz fría, sin apartar los ojos de Fiorella. Los hombres asintieron y continuaron su camino por el pasillo, desapareciendo con rapidez tras una de las puertas laterales.Cuando el silencio volvió a instalarse en el vestíbulo, Aurora cruzó los brazos sobre el pecho y dio un paso hacia adelante. La presencia de Fiorella en la mansión no podía significar nada bueno, y no estaba dispuesta a dejarse intimidar.—¿Qué haces aquí, Fiorella? —preguntó con dureza, sin rodeos.Fiorella dejó escapar una pequeña risa, divertida por el tono autoritario de Aurora. Dio un par de pasos con elega