Aurora mantuvo su mirada fija en Fiorella mientras los hombres avanzaban con Alonzo malherido en brazos. Por un instante, sus pensamientos se arremolinaron con preguntas sin respuesta, pero su expresión permaneció firme. No tenía tiempo para enfrentamientos innecesarios, no cuando la vida de Alonzo estaba en juego.—Llévenlo a una de las habitaciones y avisen a Giuseppe para que prepare lo necesario —ordenó con voz fría, sin apartar los ojos de Fiorella. Los hombres asintieron y continuaron su camino por el pasillo, desapareciendo con rapidez tras una de las puertas laterales.Cuando el silencio volvió a instalarse en el vestíbulo, Aurora cruzó los brazos sobre el pecho y dio un paso hacia adelante. La presencia de Fiorella en la mansión no podía significar nada bueno, y no estaba dispuesta a dejarse intimidar.—¿Qué haces aquí, Fiorella? —preguntó con dureza, sin rodeos.Fiorella dejó escapar una pequeña risa, divertida por el tono autoritario de Aurora. Dio un par de pasos con elega
Fiorella salió de la casa con paso firme, los tacones resonando contra el pavimento mientras apretaba con fuerza las llaves del auto. Estaba furiosa. No podía creer que, después de tanto buscar a Dante, Aurora se lo negara y, él simplemente desapareciera sin dejar rastro. Subió al auto y cerró la puerta de un golpe, descargando parte de su frustración. Encendió el motor con brusquedad y, antes de arrancar, marcó el número de su hermano Vittorio.—¿Qué quieres, Fiorella?, ¿Acaso tú adorado Dante aún no corre a tus brazos? —respondió él con tono seco al otro lado del teléfono, como si ya esperara una de sus quejas.—¡Acabo de ver a tu adorada Aurora! ¿Sabes lo que eso significa, verdad?—soltó ella con veneno en la vozDel otro lado de la línea hubo un silencio tenso antes de que Vittorio respondiera con frialdad:—Ni se te ocurra hacerle nada, Fiorella, o puedes olvidarte de que soy tu hermano —dijo Vittorio secamente, sabía perfectamente lo impulsiva que era Fiorella, así que solo de
El hombre encargado de matar a Antonio llegó al hospital con pasos firmes, pero sin levantar sospechas. Su mirada fría recorría el lugar mientras avanzaba por los pasillos iluminados con una tenue luz blanquecina. Con las manos en los bolsillos y el rostro cubierto por una gorra, se mezclaba fácilmente entre el personal y los visitantes.Al llegar a una esquina, se detuvo unos segundos para asegurarse de que nadie lo observaba. Luego, con rapidez y discreción, entró a un cuarto de suministros médicos. Sus ojos escudriñaron el lugar hasta encontrar lo que buscaba: una bata de médico colgada en un perchero. Se la puso encima de su ropa, ajustándola con cuidado para no llamar la atención, debía ser bastante cuidadoso, sabía que si había este trabajo bien Don Dante lo recompensaría y sin contar que estaría la lado de Don Dante Salió del cuarto con una actitud serena. Caminó con paso seguro, como si conociera perfectamente el hospital. Se detuvo frente a un cartel que indicaba las habita
Ulises salió del hospital con una calma que contrastaba con el caos que acababa de desatar. El cadáver del hombre de Dante aún yacía en el suelo, y el eco del disparo parecía resonar en sus oídos como una melodía de victoria. Caminó por el estacionamiento, se subió a su auto y encendió el motor con una sonrisa satisfecha en el rostro.Sacó su celular del bolsillo y buscó el contacto de Antonio. Apenas presionó el botón de llamada, escuchó la voz de su jefe al otro lado de la línea.—Ya está hecho señor Antonio. El mensaje a Dante ya fue enviado —dijo Ulises con un tono frío.Hubo unos segundos de silencio, hasta que una carcajada abierta y profunda se escuchó del otro lado de la línea.—Por fin mi primito va a conocer lo que es una verdadera venganza. Se ha creído intocable durante demasiado tiempo y creyó haberme derrotado, lo que no sabe es que yo soy como el ave fénix, reviví de las cenizas —dijo Antonio con una emoción oscura.Ulises sonrió de medio lado. Sabía que Antonio había e
La noche en el club estaba en su punto más alto. Las luces parpadeaban en destellos dorados y rojizos, reflejándose en las copas de cristal que sostenían los clientes más selectos. La música retumbaba en las paredes, y el aroma a licor caro y perfume intenso flotaba en el aire. En una oficina privada, situada en la planta superior, Dante y Alonzo discutían los detalles de su próxima entrega de oro blanco, sin contar el golpe que le darían a uno de los miembros del clan, uno de los que estuvo de acuerdo con Antonio.Ambos lucían imponentes, aunque no estaban del todo recuperados de las heridas que casi los habían matado semanas atrás. Alonzo, con el rostro ligeramente más pálido de lo habitual, frotaba su hombro adolorido, mientras Dante, sentado con una pierna cruzada sobre la otra, ocultaba con maestría el malestar que aún lo aquejaba.—El cargamento llegará el viernes en la madrugada. Ya he dispuesto que Pablo supervise el traslado, pero no me gusta la vulnerabilidad que tenemos ah
La noche caía lentamente sobre la ciudad. El motor del auto rugía suavemente mientras Dante atravesaba la amplia avenida que lo conducía a la mansión. No era la primera vez que cruzaba esos portones, pero aquella noche algo en el aire se sentía diferente.Cuando el vehículo se detuvo frente a la entrada principal, uno de los guardias le abrió la puerta con una reverencia contenida. Dante salió con la misma elegancia calculada de siempre, ajustando el cuello de su chaqueta negra. Sus pasos resonaron con firmeza al cruzar el mármol imponente de la mansión. Más adelante se encontraba Giuseppe, a la espera de Aurora.—Buenas noches, Don Dante —saludó Guisepe con una ligera inclinación de cabeza.—¿Dónde está Aurora? —inquirió Dante sin rodeos, con su voz profunda y autoritaria.—La señora Aurora no tardará en bajar —respondió Giuseppe, manteniendo su postura impecable.Dante no preguntó absolutamente nada más, se giró sobre sus talones y caminó hacia la barra, dónde tenía innumerables li
Dante conducía con las manos firmes sobre el volante, por primera vez en mucho tiempo Dante sentía paz y tranquilidad. A su lado, Héctor el hombre que iba con él revisaba el cargador de su pistola, silencioso pero atento a cada movimiento. El motor rugía con fuerza, cortando el viento de la noche.Dante miró por el espejo retrovisor. Cuatro camionetas negras aparecieron en la distancia, acercándose rápido. La tensión le recorrió la espalda como un latigazo, su paz y tranquilidad se veía arruinada una vez más.—Saca tu arma. Alístate para actuar —ordenó Dante la voz baja pero tajanteHéctor asintió, deslizando la pistola fuera de la funda y acomodándola en su mano derecha. No preguntó, no hacía falta. Cuando Dante hablaba en ese tono, era porque la situación estaba a punto de explotar.Desde el asiento trasero, Aurora se inclinó hacia adelante con el ceño fruncido. Su cabello caía en desorden sobre sus hombros, los ojos reflejaban una mezcla de confusión y miedo, no entendía que estaba
El aire olía a pólvora y asfalto caliente mientras la camioneta de Dante zizageaba peligrosamente, con uno de los neumáticos traseros reventado por el disparo de Ulises. A pesar de los intentos de Héctor por controlar el vehículo, la pérdida de estabilidad era evidente, y la persecución estaba llegando a un punto crítico.—¡No puedo mantenerla! Don Dante —gruñó Héctor, apretando los dientes mientras forcejeaba con el volante.Dante, desde el asiento trasero, observaba por el espejo lateral cómo las camionetas negras se acercaban a toda velocidad, rodeándolos como lobos a su presa. Sus ojos fríos no mostraban miedo, pero sí una intensidad feroz. Deslizó la mano al bolsillo interior de su chaqueta y, con rapidez, envió su ubicación a Alonzo. Era su única oportunidad de refuerzos, el único que podía ayudarlo en ese momento, solo esperaba que lograra llegar a tiempo, sabía perfectamente quién estaba detrás de ellos y que no se detendría hasta cumplir sus objetivos.Aurora, encogida junto