La noche caía lentamente sobre la ciudad. El motor del auto rugía suavemente mientras Dante atravesaba la amplia avenida que lo conducía a la mansión. No era la primera vez que cruzaba esos portones, pero aquella noche algo en el aire se sentía diferente.Cuando el vehículo se detuvo frente a la entrada principal, uno de los guardias le abrió la puerta con una reverencia contenida. Dante salió con la misma elegancia calculada de siempre, ajustando el cuello de su chaqueta negra. Sus pasos resonaron con firmeza al cruzar el mármol imponente de la mansión. Más adelante se encontraba Giuseppe, a la espera de Aurora.—Buenas noches, Don Dante —saludó Guisepe con una ligera inclinación de cabeza.—¿Dónde está Aurora? —inquirió Dante sin rodeos, con su voz profunda y autoritaria.—La señora Aurora no tardará en bajar —respondió Giuseppe, manteniendo su postura impecable.Dante no preguntó absolutamente nada más, se giró sobre sus talones y caminó hacia la barra, dónde tenía innumerables li
Dante conducía con las manos firmes sobre el volante, por primera vez en mucho tiempo Dante sentía paz y tranquilidad. A su lado, Héctor el hombre que iba con él revisaba el cargador de su pistola, silencioso pero atento a cada movimiento. El motor rugía con fuerza, cortando el viento de la noche.Dante miró por el espejo retrovisor. Cuatro camionetas negras aparecieron en la distancia, acercándose rápido. La tensión le recorrió la espalda como un latigazo, su paz y tranquilidad se veía arruinada una vez más.—Saca tu arma. Alístate para actuar —ordenó Dante la voz baja pero tajanteHéctor asintió, deslizando la pistola fuera de la funda y acomodándola en su mano derecha. No preguntó, no hacía falta. Cuando Dante hablaba en ese tono, era porque la situación estaba a punto de explotar.Desde el asiento trasero, Aurora se inclinó hacia adelante con el ceño fruncido. Su cabello caía en desorden sobre sus hombros, los ojos reflejaban una mezcla de confusión y miedo, no entendía que estaba
El aire olía a pólvora y asfalto caliente mientras la camioneta de Dante zizageaba peligrosamente, con uno de los neumáticos traseros reventado por el disparo de Ulises. A pesar de los intentos de Héctor por controlar el vehículo, la pérdida de estabilidad era evidente, y la persecución estaba llegando a un punto crítico.—¡No puedo mantenerla! Don Dante —gruñó Héctor, apretando los dientes mientras forcejeaba con el volante.Dante, desde el asiento trasero, observaba por el espejo lateral cómo las camionetas negras se acercaban a toda velocidad, rodeándolos como lobos a su presa. Sus ojos fríos no mostraban miedo, pero sí una intensidad feroz. Deslizó la mano al bolsillo interior de su chaqueta y, con rapidez, envió su ubicación a Alonzo. Era su única oportunidad de refuerzos, el único que podía ayudarlo en ese momento, solo esperaba que lograra llegar a tiempo, sabía perfectamente quién estaba detrás de ellos y que no se detendría hasta cumplir sus objetivos.Aurora, encogida junto
La noche se sentía más pesada que nunca, cargada de adrenalina y tensión. El aire estaba saturado de peligro mientras Aurora, con las piernas temblorosas, abría lentamente la puerta de la camioneta. El ruido de los disparos se había desvanecido por un momento, dejando un silencio espeso que le oprimía el pecho. Cada paso que daba fuera del vehículo parecía un paso más hacia el abismo.Ulises, de pie junto a su grupo, entrecerró los ojos al verla bajar. Su mirada se volvió oscura, hambrienta. Despacio, se humedeció los labios, como si saboreara el momento.—Vaya, vaya… ahora entiendo por qur Dante y mi jefe están tan locos por ti. Eres una maldita obra de arte —murmuró con una sonrisa torcida él.Aurora tragó saliva con dificultad mientras avanzaba hacia él. Sabía que no tenía opción. Si no lo hacía, Dante moriría. Pero cada célula de su cuerpo le pedía que corriera, que huyera de esa mirada que la desnudaba sin pudor.Cuando estuvo a su alcance, Ulises extendió una mano y la tomó bru
La camioneta avanzaba a toda velocidad por la carretera oscura, solo iluminada por los faros que cortaban la noche como cuchillas. El motor rugía mientras Ulises, sentado junto a Aurora en el asiento trasero, no le quitaba los ojos de encima. Esa mirada intensa y cargada de deseo le helaba la sangre.—Eres incluso más hermosa de cerca —murmuró él, con una sonrisa torcida en los labios.Aurora, con el corazón latiendo con más fuerza en el pecho, se apartó lo más que pudo contra la puerta. Sentía su piel arder de asco ante la forma en que la devoraba con la mirada.—¡Aléjate de mí y déjame bajar!—grito Aurora con la voz tensa, tratando de mantener la calma.Ulises soltó una carcajada ronca. Le divertía verla tan asustada, como un conejo al cual lo acaban de atrapar. De repente, el conductor de la camioneta giró la cabeza con preocupación.—Nos vienen siguiendo —informó con tono grave.Ulises apretó la mandíbula y miró por el retrovisor. Varias luces se acercaban rápidamente detrás de e
Dante guardó el arma en la pretina de su pantalón. Su mandíbula estaba tensa, sus ojos oscuros seguían clavados en el horizonte donde la camioneta de Ulises había desaparecido. El ruido de los disparos aún resonaba en sus oídos, mezclándose con el rugido del motor alejándose a toda velocidad.Respiró hondo, intentando calmar la furia que hervía en su pecho. Luego, con dificultad, comenzó a caminar hacia Aurora. Cada paso le dolía, una punzada aguda le atravesaba la pierna izquierda, pero no le importaba. Su única preocupación en ese momento era ella.Aurora seguía de pie, con el cuerpo rígido y los dedos aún temblando ligeramente, Apenas se percató de la sangre en su rostro, producto de los vidrios rotos, hasta que sintió la mano de Dante tocar suavemente su brazo.—¿Estás bien? —dijo Dante, su voz sonó más suave de lo habitual, aunque la preocupación seguía latente en sus palabras.Aurora lo miró, respirando con dificultad, y asintió lentamente.—Sí… estoy bien —susurró Aurora, aunq
Aurora dejó el botiquín sobre la mesa de centro y se puso de pie, sintiendo cómo el aire se volvía más denso en la habitación. A pesar del calor que subía por su piel, se obligó a mantener la calma. Dante la observaba en silencio, sus ojos oscuros fijos en ella, cargados de algo que no podía, o no quería, descifrar.—Será mejor que suba a mi habitación —dijo Aurora finalmente, su voz más suave de lo que pretendía.Dante no respondió de inmediato. Lentamente, se colocó de pie, ignorando el dolor punzante en su pierna. Cada paso que daba hacia ella lo hacía con firmeza, hasta que sus dedos se cerraron alrededor de su brazo. Con un movimiento decidido, la hizo girar para enfrentarla, y así quedar a escasos centímetros de sus labios.—¿Qué diablos me estás haciendo? —susurró Dante, su tono grave y áspero, cargado de frustración contenida.Aurora alzó una ceja, confundida por sus palabras. Su corazón comenzó a latir más rápido cuando la mirada de Dante descendió hasta sus labios.—¿De qué
El motor rugió con fuerza cuando Dante detuvo su auto frente a la mansión. La noche estaba silenciosa, pero dentro de su cabeza el caos no cesaba. Apretó el volante por un momento, intentando calmar la rabia que hervía bajo su piel. No podía sacarse de la mente la imagen de Aurora escapando de sus brazos, el sabor de sus labios aún persistía en los suyos, encendiendo un deseo que no había podido saciar.Al bajar del auto, un dolor punzante le recorrió la pierna herida, recordándole el precio de estar siempre en medio del fuego cruzado. Aun así, no se detuvo. Avanzó con paso firme hacia la puerta principal, sus pasos resonando en el mármol del vestíbulo cuando entró.El silencio en la casa se sentía pesado, como si todo estuviera conteniendo la respiración. Subió las escaleras con dificultad, apoyándose levemente en la barandilla, sintiendo cómo la herida en su pierna latía con más intensidad. Pero eso no importaba. Lo único que tenía en mente era verla.Al llegar al segundo piso, cami