Despertar Aurora se acercó a Dante, que yacía en la cama, herido. Ella podía ver la sangre que emanaba del costado de su pecho, y su corazón se aceleró lleno de preocupación. Con manos temblorosas y ayuda de Giuseppe, le rasgó la camisa, y su rostro se tensó al ver la herida. La bala había perforado su pecho, Aurora sabía que tenía que actuar rápido para salvarle la vida, una vez más, así como el día en que él se cruzó en su camino, el día en que su vida cambió para siempre.Aurora se puso a trabajar, utilizando sus conocimientos médicos para tratar la herida. Limpió y vendó la herida, y luego le administró antibióticos para prevenir la infección. Mientras trabajaba, Dante gemía de dolor, Aurora se esforzó por mantener la calma y concentrarse en su tarea.A medida que pasaban las horas, Dante comenzó a prender en fiebre. Aurora se mantuvo a su lado, refrescándolo con paños húmedos y administrando medicamentos para reducir la fiebre. A pesar de que lo odiaba por no dejarla ir con An
Dante deslizó las manos con más suavidad por la cintura de Aurora, como si temiera romper algo delicado. El calor de su piel traspasaba la tela, y cada roce parecía encender una chispa que amenazaba con consumirlo. Quería perderse en ese contacto, en el sabor de sus labios, y por un instante, se permitió pensar que ella también lo deseaba. Con una mezcla de necesidad y ternura, inclinó el rostro para volver a besarla, buscando prolongar aquel momento que lo mantenía anclado a algo más que el dolor.Pero Aurora apartó el rostro con suavidad, rompiendo el beso. Su respiración era agitada, y sus manos temblaban levemente mientras lo empujaba con delicadeza para alejarse. Dante sintió el vacío inmediato al perder el contacto con ella, una sensación de pérdida tan repentina que lo dejó paralizado por un segundo. Sus ojos oscuros la buscaron con una mezcla de deseo y frustración contenida.Antes de que ella pudiera dar un paso atrás, él la tomó del brazo con firmeza, aunque sin hacerle da
Vittorio Rossi corría con furia desatada hacia la entrada principal de la bodega, Fiorella era una estúpida por meterse en sus asuntos. Sus pisadas resonaban con fuerza en el pavimento húmedo mientras la luz de la luna apenas iluminaba su silueta oscura e imponente.Vittorio Rossi apretó los dientes al ver a lo lejos el brillo de los faros de un auto encendiéndose.Al llegar, vio a Fiorella cerrando de golpe seco la puerta trasera del auto rojo, Alonzo aún inconsciente, estaba dentro, apunto de morir si no lo llevaban rápidamente a un hospital. Vittorio frunció el ceño, respirando con dificultad, y se plantó frente a su hermana con una mezcla de enojo y frustración.—¿Qué demonios crees que estás haciendo, Fiorella? —escupió con rabia, acercándose al auto.Fiorella, con una calma irritante, apoyó las manos en la cadera y lo miró con una leve sonrisa.—Lo siento, hermanito, pero así como tú vas tras Dante con tus propias intenciones… yo también tengo las mías. Y Alonzo será mi pasaport
Aurora mantuvo su mirada fija en Fiorella mientras los hombres avanzaban con Alonzo malherido en brazos. Por un instante, sus pensamientos se arremolinaron con preguntas sin respuesta, pero su expresión permaneció firme. No tenía tiempo para enfrentamientos innecesarios, no cuando la vida de Alonzo estaba en juego.—Llévenlo a una de las habitaciones y avisen a Giuseppe para que prepare lo necesario —ordenó con voz fría, sin apartar los ojos de Fiorella. Los hombres asintieron y continuaron su camino por el pasillo, desapareciendo con rapidez tras una de las puertas laterales.Cuando el silencio volvió a instalarse en el vestíbulo, Aurora cruzó los brazos sobre el pecho y dio un paso hacia adelante. La presencia de Fiorella en la mansión no podía significar nada bueno, y no estaba dispuesta a dejarse intimidar.—¿Qué haces aquí, Fiorella? —preguntó con dureza, sin rodeos.Fiorella dejó escapar una pequeña risa, divertida por el tono autoritario de Aurora. Dio un par de pasos con elega
Fiorella salió de la casa con paso firme, los tacones resonando contra el pavimento mientras apretaba con fuerza las llaves del auto. Estaba furiosa. No podía creer que, después de tanto buscar a Dante, Aurora se lo negara y, él simplemente desapareciera sin dejar rastro. Subió al auto y cerró la puerta de un golpe, descargando parte de su frustración. Encendió el motor con brusquedad y, antes de arrancar, marcó el número de su hermano Vittorio.—¿Qué quieres, Fiorella?, ¿Acaso tú adorado Dante aún no corre a tus brazos? —respondió él con tono seco al otro lado del teléfono, como si ya esperara una de sus quejas.—¡Acabo de ver a tu adorada Aurora! ¿Sabes lo que eso significa, verdad?—soltó ella con veneno en la vozDel otro lado de la línea hubo un silencio tenso antes de que Vittorio respondiera con frialdad:—Ni se te ocurra hacerle nada, Fiorella, o puedes olvidarte de que soy tu hermano —dijo Vittorio secamente, sabía perfectamente lo impulsiva que era Fiorella, así que solo de
El hombre encargado de matar a Antonio llegó al hospital con pasos firmes, pero sin levantar sospechas. Su mirada fría recorría el lugar mientras avanzaba por los pasillos iluminados con una tenue luz blanquecina. Con las manos en los bolsillos y el rostro cubierto por una gorra, se mezclaba fácilmente entre el personal y los visitantes.Al llegar a una esquina, se detuvo unos segundos para asegurarse de que nadie lo observaba. Luego, con rapidez y discreción, entró a un cuarto de suministros médicos. Sus ojos escudriñaron el lugar hasta encontrar lo que buscaba: una bata de médico colgada en un perchero. Se la puso encima de su ropa, ajustándola con cuidado para no llamar la atención, debía ser bastante cuidadoso, sabía que si había este trabajo bien Don Dante lo recompensaría y sin contar que estaría la lado de Don Dante Salió del cuarto con una actitud serena. Caminó con paso seguro, como si conociera perfectamente el hospital. Se detuvo frente a un cartel que indicaba las habita
Ulises salió del hospital con una calma que contrastaba con el caos que acababa de desatar. El cadáver del hombre de Dante aún yacía en el suelo, y el eco del disparo parecía resonar en sus oídos como una melodía de victoria. Caminó por el estacionamiento, se subió a su auto y encendió el motor con una sonrisa satisfecha en el rostro.Sacó su celular del bolsillo y buscó el contacto de Antonio. Apenas presionó el botón de llamada, escuchó la voz de su jefe al otro lado de la línea.—Ya está hecho señor Antonio. El mensaje a Dante ya fue enviado —dijo Ulises con un tono frío.Hubo unos segundos de silencio, hasta que una carcajada abierta y profunda se escuchó del otro lado de la línea.—Por fin mi primito va a conocer lo que es una verdadera venganza. Se ha creído intocable durante demasiado tiempo y creyó haberme derrotado, lo que no sabe es que yo soy como el ave fénix, reviví de las cenizas —dijo Antonio con una emoción oscura.Ulises sonrió de medio lado. Sabía que Antonio había e
La noche en el club estaba en su punto más alto. Las luces parpadeaban en destellos dorados y rojizos, reflejándose en las copas de cristal que sostenían los clientes más selectos. La música retumbaba en las paredes, y el aroma a licor caro y perfume intenso flotaba en el aire. En una oficina privada, situada en la planta superior, Dante y Alonzo discutían los detalles de su próxima entrega de oro blanco, sin contar el golpe que le darían a uno de los miembros del clan, uno de los que estuvo de acuerdo con Antonio.Ambos lucían imponentes, aunque no estaban del todo recuperados de las heridas que casi los habían matado semanas atrás. Alonzo, con el rostro ligeramente más pálido de lo habitual, frotaba su hombro adolorido, mientras Dante, sentado con una pierna cruzada sobre la otra, ocultaba con maestría el malestar que aún lo aquejaba.—El cargamento llegará el viernes en la madrugada. Ya he dispuesto que Pablo supervise el traslado, pero no me gusta la vulnerabilidad que tenemos ah