Por escasos segundos Dante se perdió en el brillo de los ojos de Aurora, algo diferente, algo distinto había en aquellos ojos azules tan profundos como el mar, él movió su cabeza y volvió a tomar su postura.Dante tomó con firmeza el brazo de Aurora, atrayéndola con una seguridad que no dejaba lugar a protestas. Su expresión era serena, pero sus ojos reflejaban algo más profundo, algo que solo ella parecía no notar. Sin soltarla, dirigió una última sonrisa a sus invitados antes de hablar con voz clara y decidida.—Me retiro con mi esposa. Buenas noches —expresó Dante a los miembros del clan, quienes llevaron sus copas e hicieron un brindis, claro está algunos solo murmuraron lo hermosa que era Aurora y lo afortunado que era él, Don Dante al estar casado con ella.Aurora sintió cómo su cuerpo se tensaba ante aquellas palabras. Abrió los ojos con sorpresa y tragó saliva, intentando procesar lo que acababa de escuchar. No pudo evitar notar la presión cálida de la mano de Dante sobre su b
Dante sonreía mientras se acercaba a Aurora, su mirada llena de intención, por hacerla suya por completo.—Esa noche, tú vas a ser mía —dijo Dante en voz baja y seductora. Pero Aurora no se intimidó. En lugar de eso, lo insultó con una serie de palabras duras, miró hacia un lado y vio otra lámpara la tomó en sus manos y lo miró fijamente a los ojos —Si no sales de mi habitación, te la pondré en la cabeza como la noche anterior —amenazó Aurora, su voz temblando de rabia. Dante se rió, pero no se movió. Alonzo, que caminaba por el pasillo, se detuvo frente a la habitación de Aurora y escuchó la conversación detrás de la puerta, una leve sonrisa se dibujó en sus labios, aún guardaba la esperanza que ella no fuera de su amigo.“Joder Alonzo, ¿Que crees que haces aquí?, ¿Acaso estás esperando a que tú mejor amigo y hermano te diga, ven y compartimos a mi esposa” dijo Alonzo en voz baja sin quitarse un milímetro de la puerta.Dante se acercó aún más a Aurora, su sonrisa cada vez más am
Dante caminó por los pasillos en busqueda de Alonzo, con su mirada intensa y su paso firme. No lo encontró en los lugares habituales, dónde él solía estar, así que decidió ir hasta la biblioteca, donde sabía que posiblemente estaría ahí. La mansión aún estaba llena de los miembros del clan, así que ese sería el mejor lugar para encontrar a su amigo.Al entrar en la biblioteca, Dante vio a Alonzo sentado en un sofá, con una mujer en sus piernas. La mujer estaba riendo y acariciando el cabello de Alonzo, quien parecía relajado y contento. Dante se enfureció al instante y se acercó a ellos.—¡Sal de aquí! — le gritó Dante a la mujer, con voz fuerte y autoritaria. La mujer se asustó y salió corriendo de la biblioteca, dejando a Alonzo solo con Dante.Alonzo se levantó del sofá y se acercó a Dante, con una sonrisa en su rostro. —¿Por qué actúas de esta manera?, pareces que estás perdiendo el control hermano. ¿Sabes que no amas a Aurora? ¿Por qué te importa tanto? —dijo Alonzo sin quita
Alonzo trato de mantener la tranquilidad, los hombres vestidos de negro lo sacaron a la fuerza, sujetándolo por los brazos. Uno de ellos le cubrió la cabeza con una capucha oscura, privandolo de la vista. Sin poder defenderse, sintió cómo lo empujaban contra una superficie metálica y lo arrojaban dentro de un vehículo más grande.La camioneta arrancó de inmediato. Durante el trayecto, Alonzo apenas podía respirar bajo la tela gruesa que cubría su rostro. Intentó forcejear, pero una mano firme lo inmovilizó mientras una voz fría le ordenaba quedarse quieto.Después de lo que parecieron horas, el vehículo se detuvo. Lo arrastraron fuera de la camioneta y lo hicieron caminar a trompicones. El sonido de una puerta oxidada deslizándose sobre rieles confirmó su temor: lo habían llevado a un lugar apartado, sin escapatoria.Cuando le quitaron la capucha, sus ojos parpadearon ante la luz tenue de unos focos sucios. Se encontraba en una bodega abandonada, rodeado por rostros inescrutables. Un
La puerta de la habitación de Aurora se abrió con un leve chirrido, y la silueta de la ama de llaves apareció. Se acercó con paso firme hasta la cama donde Aurora estaba atada, con manos cuidadosas, quitó las esposas que Dante le había colocado apenas hace unas horas y la mantenían prisionera. —Vamos, niña, necesitas darte un baño —dijo con voz suave pero firme, ayudándola a incorporarse. Su tacto era sorprendentemente gentil, como si quisiera transmitirle algo más que órdenes. —No temas, Giussepe está bien. Desde ahora trabajara aquí en la mansión para cuidar de ti —agregó con una leve sonrisa, como si sus palabras fueran un bálsamo para el miedo que aún se reflejaba en los ojos de Aurora.Aurora parpadeó, intentando procesar la información, pero había algo más que la inquietaba. —¿Dónde está Dante? —preguntó Aurora con un hilo de voz, buscando respuestas en el rostro sereno de la mujer. La ama de llaves bajó la mirada por un instante antes de volver a encontrarse con sus ojos
Aurora bajó las escaleras con el corazón latiendo con fuerza. Sus pasos eran rápidos, impulsados por una mezcla de ansiedad y esperanza. Al llegar a la sala de estar, sus ojos se iluminaron al ver a Giuseppe de pie, esperándola con los brazos abiertos. Sin pensarlo dos veces, Aurora corrió hacia él y se arrojó a su pecho, abrazándolo con todas sus fuerzas, sintiendo la calidez y seguridad que solo él podía darle.—La mia ragazza, (mi niña) —susurró Giuseppe con voz temblorosa, rodeándola con sus brazos fuertes y protectores. Giuseppe acarició su cabello con ternura, como si quisiera asegurarse de que realmente estaba allí, a salvo. Aurora cerró los ojos por un instante, dejando que su corazón se calmara con el familiar aroma del hombre que había sido como un padre para ella.Separándose un poco, lo miró con los ojos llenos de emoción. —¿Estás bien? —preguntó Aurora, buscando cualquier señal de que no siguiera lastimado. Giuseppe sonrió con dulzura y asintió. —Sí, niña, estoy bien
Despertar Aurora se acercó a Dante, que yacía en la cama, herido. Ella podía ver la sangre que emanaba del costado de su pecho, y su corazón se aceleró lleno de preocupación. Con manos temblorosas y ayuda de Giuseppe, le rasgó la camisa, y su rostro se tensó al ver la herida. La bala había perforado su pecho, Aurora sabía que tenía que actuar rápido para salvarle la vida, una vez más, así como el día en que él se cruzó en su camino, el día en que su vida cambió para siempre.Aurora se puso a trabajar, utilizando sus conocimientos médicos para tratar la herida. Limpió y vendó la herida, y luego le administró antibióticos para prevenir la infección. Mientras trabajaba, Dante gemía de dolor, Aurora se esforzó por mantener la calma y concentrarse en su tarea.A medida que pasaban las horas, Dante comenzó a prender en fiebre. Aurora se mantuvo a su lado, refrescándolo con paños húmedos y administrando medicamentos para reducir la fiebre. A pesar de que lo odiaba por no dejarla ir con An
Dante deslizó las manos con más suavidad por la cintura de Aurora, como si temiera romper algo delicado. El calor de su piel traspasaba la tela, y cada roce parecía encender una chispa que amenazaba con consumirlo. Quería perderse en ese contacto, en el sabor de sus labios, y por un instante, se permitió pensar que ella también lo deseaba. Con una mezcla de necesidad y ternura, inclinó el rostro para volver a besarla, buscando prolongar aquel momento que lo mantenía anclado a algo más que el dolor.Pero Aurora apartó el rostro con suavidad, rompiendo el beso. Su respiración era agitada, y sus manos temblaban levemente mientras lo empujaba con delicadeza para alejarse. Dante sintió el vacío inmediato al perder el contacto con ella, una sensación de pérdida tan repentina que lo dejó paralizado por un segundo. Sus ojos oscuros la buscaron con una mezcla de deseo y frustración contenida.Antes de que ella pudiera dar un paso atrás, él la tomó del brazo con firmeza, aunque sin hacerle da