Capítulo 2: Estar en peligro

Si había algo que no creía posible que me sucediera es este tipo de acoso, porque soy una chica que no es atractiva como las demás empleadas, por eso, aunque trabajo en uno de los clubes más importantes de Las Vegas, no había experimentado este tipo de acoso, por eso, cuando observo sus ojos color verdes y sus labios rojos e hinchados, no lo dudo y respondo dando una buena bofetada.

Pero cuando creí que Andrés y el jefe me defendería, lo que hace es correr hacia el hombre que tensiona su rostro girado por mi bofetada. Todos los que me miraban, cubren su boca y cierran los ojos como si esperaran el inicio de algo trágico, cuando la realidad es que todos corren a auxiliar al hombre que aferra más su agarre a mi brazo.

— Señor Barack…

— Que nadie se me acerque. — dice el hombre que ahora conozco su nombre.

Como lo ordenó nadie se le acerca, pero entiendo que la amenaza no es lo que le causa miedo, si no, el arma que se muestra en su pantalón, una que estoy segura que usará conmigo.

‘Bueno, hoy te ha dicho que estás enferma y que vas a morir en pocos meses, pero, con lo que has hecho morirás en minutos, bien hecho, Axael.’ Me digo mentalmente.

— Señor…

Ni siquiera me deja terminar la oración cuando me coloca sobre sus piernas y me da una nalgada que me corta la respiración.

— Niña mala. — dice él y yo de inmediato intento levantarme, pero, él me lo impide.

— ¡¿Qué estás haciendo?!

— Domando a mi mujer. — dice él y yo comienzo a reírme.

— No sé si estás mal de la cabeza, pero yo no soy tu mujer señor Barack.

— Oh, entonces me conoces. — dice él en un tono divertido que no me agrada.

— Te acabaron de llamar así, ahora, suélteme ahora mismo o si no…

— Continua, pajarita. Me muero por saber cómo vas a amenazar al jefe de la mafia. — dice él y yo tensiono mi cuerpo.

‘¿Dijo jefe de la mafia o yo escuché mal?’ me pregunto mentalmente preocupada.

De inmediato, miro hacia Andrés y este baja la mirada al suelo asintiendo porque mi vida si ya era terrible por pasarla constantemente trabajando para sobrevivir, ahora aumenté la dificultad por meterme con quien no debía.

— Suélteme ahora mismo, señor Barack. — dice ella con su alma saliendo de su cuerpo ante el miedo que está experimentando.

— Eres una chica sorprendente. La mayoría llora en este punto suplicando por su vida, pero tú te ves muy tranquila aunque tiemblas levemente.

— ¿Qué quieres que haga? ¿acaso te has compadecido de esas personas que imploran que les perdones la vida?

— No.

— Entonces suéltame, no voy a perder mi tiempo implorando cuando eso no cambiará las cosas.

— ¿Qué pasa si no te suelto?

— ¿Quieres probar lo que podría suceder? — pregunto con frialdad aunque siento que en cualquier momento moriré del miedo.

‘Quizás soy así de osada porque como estoy por morir, seguramente es eso,’ me digo mentalmente mientras el hombre misterioso me libera.

No sé cómo salir de un problema en el que nunca había estado involucrada, sobre todo, salir ilesa, porque el hombre que he abofeteado, con una sola mirada deja completamente vacío el salón.

— Debo marcharme.

— No, no debes y siendo honesto contigo, si eres una chica inteligente no te marcharías.

— ¿Por qué no puedo marcharme? ¿Acaso necesito tu permiso?

— ¿Qué sucede, Maximiliano? Me dijeron que estás causando problemas. — dice un anciano que al notar que tiene dos armas, diría que es mi salvación.

— Padre, te presento a mi mujer. — dice Maximiliano Barack dejándome sin aliento.

— ¿Qué clase de alcohol le dieron a este hombre para mentir tan descaradamente a su padre? — pregunto aturdida.

Los dos hombres me observan fijamente y después sonríen como si estuviéramos en una situación en la que se pueda bromear.

— Es diferente a lo que te gusta.

— Por eso será divertido. — responde Maximiliano y su padre asiente, para después acercarse a mirar el rostro de su hijo.

— Es tu problema, pero, ¿Quién te golpeó y por qué no está su cuerpo inerte cerca?

Mi cuerpo se tensiona y ya me visualizo en un ataúd con Lauren llorando por dejarme sola minutos antes de morir. Porque eso es lo que sucederá ahora.

‘Debiste quedarte en casa llorando porque te han dado tu sentencia de muerte.’ Me digo mentalmente.

— Porque no puedo matar a mi rebelde mujer, eso fue lo que me enseñaste. A las esposas no se golpean.

‘No sé si debería ofenderme o sentirme aliviada.’ Me quejo mentalmente.

— ¿Te golpeó ella? — pregunta su padre aturdido.

— Y lo volveré a hacer si no me sueltas. — le advierto y él me libera de su agarre, pero, eso no me asegura que podré marcharme pronto, porque a mi alrededor, lo que hay son personas armadas.

— La chica parece italiana, tiene su carácter. — se burla el anciano.

— Vete, padre. Tengo asuntos que arreglar con la pajarita.

— No me llames así. — digo con molestia.

He tenido un día terrible, ayer me había desmayado y mi jefe me obligó a hacerme una revisión médica porque estaba preocupado que mi exceso de trabajo causará tantos problemas de salud, pero, el verdadero problema es mi cuerpo, porque no es suficiente mi problema del corazón para tener un problema adicional.

— Me gusta llamarte así, te ves tan pequeña y desprotegida, pero, a la vez tan ansiosa por conocer el mundo más allá de la jaula en la que te encuentras. — dice él sonriente.

— ¿Por qué no me dijiste que me marchara cuando me senté a tu lado?

— Quería ver de lo que eras capaz.

— Entonces, ya puedo marcharme, ¿no es así?

— No.

— ¿Qué sucede? ¿Por qué no me quieres dejar ir? No te he hecho algo malo, porque tú me has besado y nalgueado, así que, si comparamos lo que hice, debo golpearte una segunda vez.

— Le as agradado a mi padre y a mí me interesas, pero, no sé si eso es bueno o malo para ti.

— Malo, muy malo. — digo sin dudarlo.

— Una lástima, porque te marchas conmigo ahora mismo. — dice él tomándome del brazo y antes de gritar, algo golpea mi nuca y todo se vuelve negro.

Debí quedarme en casa a llorar mi sentencia de muerte.

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