CAPÍTULO 29: VOY A DESCUBRIR LA VERDADTrato de aparentar normalidad después de todo lo que ocurrió. Pero me es difícil cuando no soy capaz de sacar a Ricardo de mi cabeza. Cuando salgo a la cocina para desayunar, él ya no está; otra vez me dejó sola.—Buenos días, señora Isabella —saluda Julia. —Buenos días —respondo con los ánimos bajos. —¿Desea desayunar? Podemos prepararle lo que desee. —La verdad es que no tengo hambre —digo con un suspiro. Detesto que él me haga sentir así de mal, pero no puedo evitarlo.—No debería irse sin comer, es malo para su salud.—Está bien, dame un café. Julia asiente y se mueve a la cocina para servir el agua caliente en la taza. Noto que quiere decirme algo, pero no acaba de animarse del todo. Una vez que termina de preparar el café, lo desliza en la mesa hacia mí.—¿Qué pasa Julia? —Nada señora, es solo que… Tamara y yo pensamos que tal vez le habíamos causado problemas con el patrón.—¿Qué pasó anoche cuando él llegó? Julia se acerca a mí para
CAPÍTULO 30: NO PUEDO GUARDAR RENCOREntre el nerviosismo de Lucía y mi ansiedad, comienzo a creer que es una terrible idea, sin embargo, no me detengo en mi misión.—Vamos Lucía, tú te quedas ahí afuera en el pasillo y me avisas si es que viene alguien, ¿entiendes? —Pero y si… y si él llega o la señora Camila.—Tocas la puerta, los distraes un poco hasta que yo pueda salir, ¿está bien? De todos modos no debería haber problema, los escuché decir que irían al almorzar.—Ay no sé seño… digo, Isabella, no sé. Esto me pone nerviosa.—Si haces lo que te digo no tendría que pasar nada. Ella asiente, pero noto sus manos sudadas y temblorosas. Mi corazón también late con fuerza, pero me obligo a mantener la calma. Llegamos a la puerta de la oficina de Leonardo. Miro a ambos lados del pasillo, asegurándome de que nadie nos esté observando, y entro rápidamente. La oficina está impecablemente ordenada, casi demasiado perfecta. Me acerco al escritorio y comienzo a revisar los documentos que es
CAPÍTULO 31: ÉL ESTÁ EXTRAÑOLa conversación con mi padre me dejó más afectada de lo que quiero admitir, trayendo recuerdos traumáticos a mi memoria que pensé haber olvidado para siempre. Cuando perdí a mi madre sufrí mucho, pensé que no iba a poder soportarlo, fue ahí cuando conocí a Leonardo y estúpidamente me enamoré de él idealizando a un hombre que nunca existió.Regreso a casa pensando cómo demonios voy a conseguir medio millón de dólares en unos pocos días. El tratamiento que mi padre dice necesitar es muy costoso y no creo que si le pido esa cantidad a Ricardo me la dé sin más.Llego a la mansión, cansada y frustrada. Hoy no fue un buen día, no conseguí nada y solo aumenté un problema más a mi lista.Me saco los tacones y me dejo caer en el sofá de la sala por un momento. De pronto escucho los pasos pesados de unas botas detenerse detrás de mí. Abro los ojos y veo a Ricardo observándome con el ceño fruncido desde arriba. —¡Ricardo! Pensé que no estabas —digo sin pensar.—¿Por
CAPÍTULO 32: NO TE DEJARÉ SOLA, AMIGAMientras voy en el auto con el señor Díaz, no puedo dejar de pensar en las acciones tan contradictorias de Ricardo. Dice que no le importan mis problemas familiares, pero luego me da una tarjeta de crédito para que disponga de ella como quiera. No sé si solo está jugando conmigo o si en alguna parte, muy, muy en el fondo de su oscuro corazón, le importo aunque sea un poquito.Miro por la ventana dejando que el aire fresco acaricie mis mejillas. Sé que estoy siendo demasiado ingenua en cuanto a mis aspiraciones con él, pero es toda su culpa por comportarse así. —Hemos llegado, señora Velazco.—No me llame así, por favor. Puede decirme Isabella.—Si me disculpa la intromisión, ¿por qué no quiere le llame por el apellido de casada? El chofer es el mismo que me recogió el día que salí de la cárcel, pero ahora se ve menos amenazante que aquella vez.—Pues porque… me hace sentir vieja.Él se echa a reír.—No creo que eso sea posible, si usted se ve m
CAPÍTULO 33: INCÓMODAFinjo una sonrisa a medida que me acerco a ellos. No sé por qué, pero esto me da muy mala espina. No me gusta estar alrededor de hombres alcoholizados. —¡Aquí está! ¿Sí o no que es una belleza? Te lo dije, esta es mi mujer —declara Ricardo tomándome del brazo y acercándome a su cuerpo. Me abraza por la cintura y me da un beso en la mejilla mientras me presume a los dos hombres desconocidos.—Si no lo veo no lo creo. Pensé que me estaban engañando los dos, pero la mujer sí existe —dice uno de ellos. —Ah… Ricardo, ¿qué pasa aquí? —pregunto intentando sonar lo más amable posible.—Mis amigos no querían creer que me volví a casar con una mujer espectacular, así que tuve que hacerte venir para que me creyeran —dice, al tiempo que me toma de la mano y me hace girar en una vuelta de 360° grados. —¿Esto es en serio? —murmuro mirándolo a los ojos, sin embargo Ricardo se hace el desentendido.—Mira, ellos son Rafael y Samuel. Ella es mi mujer, Isabella. —Mucho gusto —
CAPÍTULO 34: ILUSIÓN DE UNA NOCHELlegamos a la casa y Ricardo está prácticamente muerto en el asiento de atrás. Se quedó dormido luego de echarme la culpa de su estado, como si yo lo hubiese mandado a beber así. —Señor Díaz, por favor ayúdeme a llevarlo arriba.—Por supuesto, llama a algunos vaqueros, no podré yo solo.Entro a la casa y le pido a Tamara que consiga un par de vaqueros para que lleven al señor Velazco a su habitación. En cuestión de minutos dos hombres bien fornidos salen a la entrada principal y lo cargan a cuestas como si fuese un costal de papas. Lo recuestan con cuidado en su cama y se despiden para seguir con sus labores.—Señora Isabella, ¿le traigo algo para el malestar? —pregunta Tamara.—Sí, tráele una aspirina, mucha agua y un pañuelo húmedo.Ella asiente y sale de la habitación para traer todo lo que le he pedido. Mientras tanto, empiezo a desvestirlo. Saco sus zapatos, desabrocho la correa de su pantalón y desabotono su camisa con cuidado. Esta es la pri
CAPÍTULO 35: DOLIDADespierto a la mañana siguiente hinchada de tanto llorar. Me siento sucia y usada, me siento como una completa estúpida. Dejé que mi cerebro jugase conmigo y se ilusionara por unos cuantos momentos de plac3r. Quisiera decir que no me dolió que me llamase por el nombre de otra; y no cualquier otra, sino su exmujer; pero estaría mintiendo, sería la más grande mentirosa de todos los tiempos.Me levanto de la cama con lentitud y todavía un dolor punzante en el pecho. Las lágrimas quieren aflorar de nuevo pero me las trago. No voy a dejar que esto me domine. —Ricardo es solo un medio para un fin, recuérdalo —digo en voz alta.Debo presionarlo para que averigüe más a prisa el paradero de mi hijo y acelerar la venganza contra Leonardo y Camila, tengo que salir de esto lo más pronto posible para poner un continente de distancia entre los Velazco y yo. Limpio la gota que, de forma atrevida escapó de mi ojo y me levanto. En la ducha tallo mi cuerpo con insistencia hasta e
CAPÍTULO 36: NO CONFÍO EN TINi Becca ni yo podemos dar crédito a lo que está diciendo Ricardo. ¿De verdad me está pidiendo que la lleve al rancho? —No juegues con algo así.—Yo no juego, Bella, recuérdalo —dice sin apartar sus ojos de los míos—. Es mejor que tu amiga se quede en el rancho, si de verdad quieres ayudarla a rehabilitarse. Hay muchas habitaciones libres. —¡No puede ser! ¿Lo dice en serio señor Ricardo? —pregunta Becca poniéndose de pie. —Por supuesto.—¡Ah! ¡Isabella, tienes el mejor marido del mundo! —exclama, pero yo no puedo mostrarme igual de emocionada, algo más debe haber detrás de todo esto. —Recoge tus cosas, mi chofer nos está esperando abajo —ordena y sale de la habitación. —Ya vuelvo —le digo a Becca, y enseguida salgo detrás de sus pasos. Logro alcanzarlo a la altura de las escaleras, pongo una mano sobre su hombro y le obligo a detenerse.—Espera. —Deberías darte prisa, tenemos cosas que hacer.—¿Qué es lo que estás buscando en realidad? —pregunto. Él