CAPÍTULO 32: NO TE DEJARÉ SOLA, AMIGAMientras voy en el auto con el señor Díaz, no puedo dejar de pensar en las acciones tan contradictorias de Ricardo. Dice que no le importan mis problemas familiares, pero luego me da una tarjeta de crédito para que disponga de ella como quiera. No sé si solo está jugando conmigo o si en alguna parte, muy, muy en el fondo de su oscuro corazón, le importo aunque sea un poquito.Miro por la ventana dejando que el aire fresco acaricie mis mejillas. Sé que estoy siendo demasiado ingenua en cuanto a mis aspiraciones con él, pero es toda su culpa por comportarse así. —Hemos llegado, señora Velazco.—No me llame así, por favor. Puede decirme Isabella.—Si me disculpa la intromisión, ¿por qué no quiere le llame por el apellido de casada? El chofer es el mismo que me recogió el día que salí de la cárcel, pero ahora se ve menos amenazante que aquella vez.—Pues porque… me hace sentir vieja.Él se echa a reír.—No creo que eso sea posible, si usted se ve m
CAPÍTULO 33: INCÓMODAFinjo una sonrisa a medida que me acerco a ellos. No sé por qué, pero esto me da muy mala espina. No me gusta estar alrededor de hombres alcoholizados. —¡Aquí está! ¿Sí o no que es una belleza? Te lo dije, esta es mi mujer —declara Ricardo tomándome del brazo y acercándome a su cuerpo. Me abraza por la cintura y me da un beso en la mejilla mientras me presume a los dos hombres desconocidos.—Si no lo veo no lo creo. Pensé que me estaban engañando los dos, pero la mujer sí existe —dice uno de ellos. —Ah… Ricardo, ¿qué pasa aquí? —pregunto intentando sonar lo más amable posible.—Mis amigos no querían creer que me volví a casar con una mujer espectacular, así que tuve que hacerte venir para que me creyeran —dice, al tiempo que me toma de la mano y me hace girar en una vuelta de 360° grados. —¿Esto es en serio? —murmuro mirándolo a los ojos, sin embargo Ricardo se hace el desentendido.—Mira, ellos son Rafael y Samuel. Ella es mi mujer, Isabella. —Mucho gusto —
CAPÍTULO 34: ILUSIÓN DE UNA NOCHELlegamos a la casa y Ricardo está prácticamente muerto en el asiento de atrás. Se quedó dormido luego de echarme la culpa de su estado, como si yo lo hubiese mandado a beber así. —Señor Díaz, por favor ayúdeme a llevarlo arriba.—Por supuesto, llama a algunos vaqueros, no podré yo solo.Entro a la casa y le pido a Tamara que consiga un par de vaqueros para que lleven al señor Velazco a su habitación. En cuestión de minutos dos hombres bien fornidos salen a la entrada principal y lo cargan a cuestas como si fuese un costal de papas. Lo recuestan con cuidado en su cama y se despiden para seguir con sus labores.—Señora Isabella, ¿le traigo algo para el malestar? —pregunta Tamara.—Sí, tráele una aspirina, mucha agua y un pañuelo húmedo.Ella asiente y sale de la habitación para traer todo lo que le he pedido. Mientras tanto, empiezo a desvestirlo. Saco sus zapatos, desabrocho la correa de su pantalón y desabotono su camisa con cuidado. Esta es la pri
CAPÍTULO 35: DOLIDADespierto a la mañana siguiente hinchada de tanto llorar. Me siento sucia y usada, me siento como una completa estúpida. Dejé que mi cerebro jugase conmigo y se ilusionara por unos cuantos momentos de plac3r. Quisiera decir que no me dolió que me llamase por el nombre de otra; y no cualquier otra, sino su exmujer; pero estaría mintiendo, sería la más grande mentirosa de todos los tiempos.Me levanto de la cama con lentitud y todavía un dolor punzante en el pecho. Las lágrimas quieren aflorar de nuevo pero me las trago. No voy a dejar que esto me domine. —Ricardo es solo un medio para un fin, recuérdalo —digo en voz alta.Debo presionarlo para que averigüe más a prisa el paradero de mi hijo y acelerar la venganza contra Leonardo y Camila, tengo que salir de esto lo más pronto posible para poner un continente de distancia entre los Velazco y yo. Limpio la gota que, de forma atrevida escapó de mi ojo y me levanto. En la ducha tallo mi cuerpo con insistencia hasta e
CAPÍTULO 36: NO CONFÍO EN TINi Becca ni yo podemos dar crédito a lo que está diciendo Ricardo. ¿De verdad me está pidiendo que la lleve al rancho? —No juegues con algo así.—Yo no juego, Bella, recuérdalo —dice sin apartar sus ojos de los míos—. Es mejor que tu amiga se quede en el rancho, si de verdad quieres ayudarla a rehabilitarse. Hay muchas habitaciones libres. —¡No puede ser! ¿Lo dice en serio señor Ricardo? —pregunta Becca poniéndose de pie. —Por supuesto.—¡Ah! ¡Isabella, tienes el mejor marido del mundo! —exclama, pero yo no puedo mostrarme igual de emocionada, algo más debe haber detrás de todo esto. —Recoge tus cosas, mi chofer nos está esperando abajo —ordena y sale de la habitación. —Ya vuelvo —le digo a Becca, y enseguida salgo detrás de sus pasos. Logro alcanzarlo a la altura de las escaleras, pongo una mano sobre su hombro y le obligo a detenerse.—Espera. —Deberías darte prisa, tenemos cosas que hacer.—¿Qué es lo que estás buscando en realidad? —pregunto. Él
CAPÍTULO 37: SEGUNDO INTENTOLa propuesta de Cristhian resulta ser algo bastante generoso, participar en un rodeo para recaudar fondos para la fundación de niños desamparados, y además, con lo que quede de la subasta, invertir en la construcción de un colegio para ellos. No sabía que Cristhian podía tener un corazón tan bondadoso. Lo que me parece raro es que haya venido con esa propuesta para mí y no para Ricardo. —Lo que espero es que le digas a él para usar las instalaciones del rancho, hay muy buen espacio aquí y podríamos acondicionar el predio para montar un pequeño estadio de rodeo —sugiere.—La idea es ambiciosa, a mí me encanta, pero no sé si Ricardo…—Si se lo dices tú, estoy seguro de que no se va a negar.Me echo a reír, no sé cómo es que nos ve la gente desde fuera, pero no se me pasa ni una sola idea por la cabeza sobre cómo es que él piensa que tengo tanto control sobre Ricardo.—Me subestimas, no sé si pueda convencerlo.—Estoy seguro de que sí —dice poniéndose de pie
CAPÍTULO 38: NO ES TAN FÁCILEspero unos cuantos segundos, cuando de pronto siento la presencia de alguien asomándose debajo del escritorio. Pego un grito y me golpeo con la parte de arriba en el intento por levantarme.—¡Señora Isabella! —exclama Lucía.—¡Demonios, Lucía! Me asustaste.—Perdón, es que esa mujer… casi la atrapa. Por favor dígame que encontró algo.—Primero salgamos de aquí.Las dos nos escabullimos de la presidencia y nos encerramos a toda prisa en mi oficina. Dejo escapar un suspiro de alivio y ella se deja caer en el sofá.—Casi se me sale el corazón, pensé que no se iría.—Lo hiciste bien, no te preocupes —felicito.—¿Encontró los documentos? Niego con la cabeza sintiendo una profunda decepción. —No. No hay nada. Revisé todo el lugar de arriba abajo, ahí no tiene nada. Fue una pérdida de tiempo.Lucía resopla con fastidio y frustración. Imagino que debe sentirse igual que yo.—¡No puede ser! ¿Y ahora? ¿Será verdad que todo eso se perdió? —No lo creo. Si Leonardo
CAPÍTULO 39: ILUSIONES ROTASCon suerte consigo llegar a mi auto y conducir sin estrellarme contra la acera hasta llegar al rancho. Entro y me voy directo a mi habitación con los ojos llorosos y empañados. No puedo más con todo esto, es demasiado para mí.Me siento en la cama y descargo toda mi frustración y rabia. No importa cuánto lo intente me sigo sintiendo prisionera de la familia que destruyó mi vida. Mis manos tiemblan mientras las lágrimas fluyen como un torrente de mis ojos. Lo odio, lo odio con todas las fuerzas de mi ser, no puedo creer que alguna vez estuve enamorada de un tipo como Leonardo.—Pero Ricardo no se queda atrás. Es otro imbécil que solo busca usarme como un beneficio —digo en voz alta. Desde ahí me miro en el espejo. Por fuera he cambiado mucho, pero por dentro, aunque quiera negarlo, sigo siendo la misma tonta de hace tantos años. Caí en la trampa de Ricardo, y dejé que mis emociones se mezclaran con los negocios. —No más —declaro—. No dejaré que me vuelva