CAPÍTULO 25: ¿CASUALIDAD?No me muevo de ahí, quiero que me vea, que sepa que vi cómo su propio tío la humillaba por mí. Podría poner en una cuenta todas las veces que ella veía cómo Leonardo me humillaba y nunca hizo nada por mí. La satisfacción es gratificante e instantánea.Leona pasa por mi lado y ve mi radiante sonrisa burlona por lo que le acaba de pasar.—¿Qué estabas haciendo ahí, perr4 entrometida? —Solo viendo cómo te ponen en tu lugar —contesto con suficiencia.Leona no lo duda ni un momento, toma la copa que tiene en la mano y me derrama el contenido justo en el busto de mi vestido. El líquido frío empapa la tela y me pone los vellos de punta. —¡Ah! ¿Qué hiciste? —exclamo. Leona se ríe con sorna. —Esto no se va a quedar así, ridícula.Camina con la cabeza en alto de vuelta a la fiesta, mientras yo trato de limpiarme el vestido. Esa estúpida no podía quedarse con las ganas de arruinarme la noche. Resoplo mientras intento sacudir la champan del traje, cuando de pronto si
CAPÍTULO 26: ME ESTÁ EVITANDOEl resto de la fiesta transcurre sin incidentes. Camila y Leonardo no se acercan a mí en toda la noche, pero sus miradas de odio se mantienen. Leona se va de la fiesta y poco después, todos empiezan a irse también. Ricardo se mantiene más callado después del incidente en la habitación, solo habla conmigo cuando estamos frente a otras personas. Luego de despedirse de su amigo, caminamos hasta el estacionamiento. Me lleva directo a su auto.—Espera, mi carro…—Mandaré a alguien que venga por él después —responde con frialdad.Me abre la puerta del lado del copiloto y una vez que estoy bien asegurada él se sube del otro lado. El viaje de regreso es tenso y muy silencioso. Intento hablarle, pero la verdad es que no sé qué decir, y tampoco entiendo por qué su actitud ha cambiado de repente. Sin querer me quedo dormida. Despierto cuando siento que el auto se detiene y ya hemos llegado. Ricardo me abre la puerta del coche, no obstante cuando creo que vendrá tr
CAPÍTULO 27: NO ES LO QUE CREESEl hotel donde se encuentra Becca parece más bien un lugar de mala muerte, pero no reparo en eso, entro directo a la habitación donde me dijo que estaba y cuando llego me encuentro con un tremendo desastre.Hay vómito por el piso y ella se ve mucho peor que ayer. Siento una profunda tristeza y decepción al verla así. Sé que la está pasando mal, pero no va a terminar bien si continúa por este camino. —Becca, ¿qué hiciste? —Mi tono denota un reclamo y una decepción. No quiero juzgarla, pero me es imposible si la encuentro así. Ella levanta la cabeza con los ojos llenos de lágrimas.—No puedo… no quiero perder a mi bebé —solloza.Me siento demasiado identificada con ella, porque de una forma u otra, ambas queremos recuperar a nuestros hijos. Saco un pañuelo de la bolsa de cosas que compré antes de llegar aquí y le ayudo a limpiarse. —Estuve tratando de llamarte todo el día, se suponía que debíamos ir a rehabilitación.—Lo sé, lo sé, pero fue él… ese mal
CAPÍTULO 28: PUNTOS SOBRE LA MESARicardo manda a ese hombre con pinta de sicario a llevarse mi carro, mientras que a mí me obliga a subir a su camioneta en el asiento del copiloto. La tensión entre los dos podría cortarse con un cuchillo, me mantengo en silencio sin saber realmente qué decir. Él pensó que lo estaba engañando y su primera reacción ha sido la de acabar con la vida de mi supuesto amante. Se me eriza la piel solo de imaginar qué hubiera pasado si de verdad hubiese estado con un hombre. Y ni siquiera quiero pensar en el destino que me hubiera tocado a mí. Ricardo es un hombre mucho más oscuro de lo que había imaginado, un misterio que no estoy segura si quiero desentrañar.Lo observo conducir con el semblante serio, sus ojos se mantienen fijos en la carretera, pero no está tan tranquilo como quiere aparentar. Sus dedos tamborilean de forma ansiosa sobre el volante del carro y las venas de su cuello y su cien están sobresalidas, incluso puedo ver cómo laten a un ritmo ace
CAPÍTULO 29: VOY A DESCUBRIR LA VERDADTrato de aparentar normalidad después de todo lo que ocurrió. Pero me es difícil cuando no soy capaz de sacar a Ricardo de mi cabeza. Cuando salgo a la cocina para desayunar, él ya no está; otra vez me dejó sola.—Buenos días, señora Isabella —saluda Julia. —Buenos días —respondo con los ánimos bajos. —¿Desea desayunar? Podemos prepararle lo que desee. —La verdad es que no tengo hambre —digo con un suspiro. Detesto que él me haga sentir así de mal, pero no puedo evitarlo.—No debería irse sin comer, es malo para su salud.—Está bien, dame un café. Julia asiente y se mueve a la cocina para servir el agua caliente en la taza. Noto que quiere decirme algo, pero no acaba de animarse del todo. Una vez que termina de preparar el café, lo desliza en la mesa hacia mí.—¿Qué pasa Julia? —Nada señora, es solo que… Tamara y yo pensamos que tal vez le habíamos causado problemas con el patrón.—¿Qué pasó anoche cuando él llegó? Julia se acerca a mí para
CAPÍTULO 30: NO PUEDO GUARDAR RENCOREntre el nerviosismo de Lucía y mi ansiedad, comienzo a creer que es una terrible idea, sin embargo, no me detengo en mi misión.—Vamos Lucía, tú te quedas ahí afuera en el pasillo y me avisas si es que viene alguien, ¿entiendes? —Pero y si… y si él llega o la señora Camila.—Tocas la puerta, los distraes un poco hasta que yo pueda salir, ¿está bien? De todos modos no debería haber problema, los escuché decir que irían al almorzar.—Ay no sé seño… digo, Isabella, no sé. Esto me pone nerviosa.—Si haces lo que te digo no tendría que pasar nada. Ella asiente, pero noto sus manos sudadas y temblorosas. Mi corazón también late con fuerza, pero me obligo a mantener la calma. Llegamos a la puerta de la oficina de Leonardo. Miro a ambos lados del pasillo, asegurándome de que nadie nos esté observando, y entro rápidamente. La oficina está impecablemente ordenada, casi demasiado perfecta. Me acerco al escritorio y comienzo a revisar los documentos que es
CAPÍTULO 31: ÉL ESTÁ EXTRAÑOLa conversación con mi padre me dejó más afectada de lo que quiero admitir, trayendo recuerdos traumáticos a mi memoria que pensé haber olvidado para siempre. Cuando perdí a mi madre sufrí mucho, pensé que no iba a poder soportarlo, fue ahí cuando conocí a Leonardo y estúpidamente me enamoré de él idealizando a un hombre que nunca existió.Regreso a casa pensando cómo demonios voy a conseguir medio millón de dólares en unos pocos días. El tratamiento que mi padre dice necesitar es muy costoso y no creo que si le pido esa cantidad a Ricardo me la dé sin más.Llego a la mansión, cansada y frustrada. Hoy no fue un buen día, no conseguí nada y solo aumenté un problema más a mi lista.Me saco los tacones y me dejo caer en el sofá de la sala por un momento. De pronto escucho los pasos pesados de unas botas detenerse detrás de mí. Abro los ojos y veo a Ricardo observándome con el ceño fruncido desde arriba. —¡Ricardo! Pensé que no estabas —digo sin pensar.—¿Por
CAPÍTULO 32: NO TE DEJARÉ SOLA, AMIGAMientras voy en el auto con el señor Díaz, no puedo dejar de pensar en las acciones tan contradictorias de Ricardo. Dice que no le importan mis problemas familiares, pero luego me da una tarjeta de crédito para que disponga de ella como quiera. No sé si solo está jugando conmigo o si en alguna parte, muy, muy en el fondo de su oscuro corazón, le importo aunque sea un poquito.Miro por la ventana dejando que el aire fresco acaricie mis mejillas. Sé que estoy siendo demasiado ingenua en cuanto a mis aspiraciones con él, pero es toda su culpa por comportarse así. —Hemos llegado, señora Velazco.—No me llame así, por favor. Puede decirme Isabella.—Si me disculpa la intromisión, ¿por qué no quiere le llame por el apellido de casada? El chofer es el mismo que me recogió el día que salí de la cárcel, pero ahora se ve menos amenazante que aquella vez.—Pues porque… me hace sentir vieja.Él se echa a reír.—No creo que eso sea posible, si usted se ve m