- ¿Y ahora que vamos a hacer? - pregunté abrazándome a mí misma al sentir que la temperatura dentro de la fábrica iba bajando lentamente acorde iba anocheciendo- ¿Quedarnos en este frío y sucio lugar hasta morirnos congelados? Mientras hablaba mi aliento salía en forma de humo blanco.Él encendió un cigarrillo, sin inmutarse por mis reclamos y estiró las piernas en el suelo, empujando los restos de suciedad lejos de él.- ¿Quieres uno? - estiró la caja de cigarrillos hacia mí.-No gracias- negué rotundamente y con asco. Nunca en mi vida había tocado un cigarrillo, de tan solo sentir el olor rancio me hacía recordar a mi madre fumando en todos los rincones de la casa- Quiero que me digas si este es tu plan o si no tienes un plan- me froté el brazo para darme calor.- ¿Plan? - se rio soltando el humo del cigarrillo hacia el techo- mi único plan era que volvieras conmigo Carlita y que seamos una familia otra vez.No pude evitar reírme por eso.- ¿Realmente creíste que eso pasaría? - me b
Nicolás y su empleado, apenas ingresaron al viejo pueblo casi abandonado, supieron que no sería fácil rastrearlos. Había muchos locales, edificios y fábricas abandonados, podrían estar en cualquiera de ellos. -Lo mejor va a ser que nos separemos- deliberó Nicolás cuando se habían reunido en el medio de una ancha calle junto con sus demás hombres, desde ahí, salían varias calles diagonales hacia todas las direcciones del pueblo. - ¿Está seguro señor? - exclamó preocupado su empleado más joven- Estamos casi seguros de que tiene un arma, no sé si es tan buena idea mandarnos solos. -Entiendo lo que dices, pero nosotros también tenemos armas y de esta forma por lo menos vamos a poder abarcar más terreno en menos tiempo- exclamó Nicolás mientras revisaba cuantas balas tenía en su arma. - Nos mantendremos en contacto por los celulares- Ordenó- Enciendan sus ubicaciones así podemos ver el recorrido en tiempo real. -Sí señor- exclamaron todos al unísono y activaron las ubicaciones de sus t
Me mantuve durante toda la noche de cautiverio despierta, con los ojos cansados y pesados, podía sentir el ardor en mi visión, las bolsas debajo de mis ojos y mi cuerpo suplicando que descansara, pero aun así no lo hice. Por un momento sentí que mis ojos se cerraban y que era imposible volverlos a abrir. ¿Un descanso de unos minutos no haría nada no? Me decía mi cerebro. Pero Luego mi inconsciente me decía que estábamos en peligro y abría los ojos de golpe y con un sacudón de todo mi cuerpo, mirando hacia todos lados, con la respiración agitada y el hierro en la mano apuntando hacia adelante a la defensiva. Casi no se veía nada, el cielo se había nublado y la luna no iluminaba a través de la ventana, sólo podía apreciar la silueta de mi ex esposo que estaba a unos metros de nosotros durmiendo plácidamente, con la respiración pausada y relajada. Hubo momentos en los que pensé en acercarme hacia él con sigilo, tomar el arma de su cinturón y vaciar todo el cargador en su cuerpo antes
- ¡Vamos niño! - Le gritó Pablo a su hijo mientras bajaba las peligrosas y rotas escaleras de metal de la fábrica que rechinaban oxidadas con el niño en brazos, que no paraba de llorar y de retorcerse encima suyo, queriéndose liberarse de las garras del tirano hombre. -¡Quiero a mami quiero a mami!- pedía el niño una y otra vez, casi sin dejar tiempo a que el aire entrase a sus pulmones poniendo su rostro casi morado. Pablo también estaba rojo, pero de la ira, aturdido por los gritos agudos del niño al lado de su oreja y sin saber cómo callarlo, nunca había sido bueno en eso, cuando su hijo era bebé y no paraba de llorar, simplemente se iba a beber a un bar para que Carla lo solucionara por su cuenta. El pequeño no dejaba de patalear y entre tanto movimiento de sus pequeños pies contra el cuerpo de su padre, uno de sus zapatos de hebilla color negro, que Nicolás le había comprado para ir a la escuela, cayó al suelo de la fábrica, sin que Pablo se percatara. -¿Puedes callarte de un
No paré de retorcerme sobre el duro suelo de cemento, tratando de liberar mis muñecas de las ataduras que estaban cortando mi piel de tanto forcejear, pero no había caso, al ser un cable tan grueso y anudado con tanta fuerza y crueldad lo único que hacía era que mi piel se curtiera cada vez más a cada movimiento. “Si tan solo encontrara algo filoso” Pensé mientras buscaba algo a mi alrededor y vi una viga de hierro partida. “Podría frotar el cable contra eso” Me dije a mí misma y me arrastré hacia allí, era a tan solo unos metros, pero al estar inmovilizada se me había una larga distancia. Había escuchado como el llanto de mi niño que cesaba, sentí náuseas y el líquido subir por mi garganta al imaginar que mi ex esposo lo había dormido o había hecho algo inimaginable para que se callara, luego de lo que había presenciado sería difícil hacer que deje llorar.Debe estar aterrorizado, mi niño. Gemí debajo de la tela que tapaba mi boca sintiéndome impotente por no haber podido salvarlo.
Nicolás recorrió la fábrica con el arma en la mano, apuntando hacia enfrente y preparado para disparar al ex de Carla si llegaba a verlo intentando huir. Caminó tratando de hacer el menor ruido posible, pero a cada paso que daba parecía que el piso se deshacía debajo de él. Imaginó que a esa altura el hombre ya estaría enterado de su presencia. -Ya sé que estás aquí hijo de puta, devuélveme a mi familia y no te voy a matar- Exclamó Nicolás, escuchando su voz en eco retumbando en toda la fábrica. Él sabía que eso era mentira, lo mataría de una forma u otra. Hizo silencio por un momento y miró paranoico hacia todos lados, sabía que él también tenía un arma, se lo había confirmado el vagabundo. No obtuvo respuesta, y subió las escaleras de metal, que rechinaban a cada paso. - ¿Carla? - llamó a su esposa, con la esperanza de que ella gritara por ayuda o algo. Hizo silencio nuevamente, esperando una respuesta y nuevamente nada. Escuchó unos pasos detrás suyo y velozmente, como todo un
Sentí los brazos protectores y fuertes de Nicolás rodearme con delicadeza, como nunca antes lo había sentido, me resguardaron en su pecho y finalmente pude sentirme protegida y lejos del peligro. -Shh, tranquila- susurró con amor- Ya estás a salvo. Creí en sus palabras y apoyé mi cabeza cansada en su pecho que no paraba de latir con fuerza golpeando las paredes.-Vamos a casa Carla- exclamó y me alzó en sus brazos.La sensación me llevó a un hermoso recuerdo, el día en que habíamos llegado a nuestra casa con mi niño, y Nicolás me había alzado en la entrada, como si fuéramos recién casados. Yo me colgué a horcajadas en su cuello, pero luego caí en que la realidad ahora era otra. -N-no- dije a duras penas, con el poco aire que me quedaba. Sentí que detuvo su caminar y bajó el rostro para mirarme. -Debes descansar mi amor- dijo con suavidad. -No hasta que mi niño esté conmigo- sentencié. No tenía derecho a hacerlo si él aún estaba en peligro. Mi esposo no contestó y salió de la h
Pasamos por la estación de servicio abandonada, donde Pablo había asesinado a la pobre e inocente mujer. Había rastros en el lugar de que la policía había estado allí la noche anterior, aún danzaban en el viento las cintas de precaución amarillas. Pobre mujer, pensé. Seguramente a esta hora ya había pasado su momento en el noticiero de turno y la gente iba a olvidarse de ella con el tiempo. No tenía que ser así, no podía permitir que mi ex esposo se saliera con la suya, tenían que condenarlo por secuestro y por asesinato, y además quería gritarles en la cara a los jueces que yo había advertido muchas veces, cuando lo había denunciado por maltrato, que era un hombre peligroso y que todo esto se pudo haber evitado si tan solo me hubiese escuchado. Acaricié el zapatito de mi niño, ahora reluciente luego de haberlo pulido con la falda de mi vestido. -Sabe…- dije en voz alta, pero sin dejar de mirar el calzado- Ahí mataron a una mujer a noche. -Lo sé- respondió rápidamente el conductor