Me mantuve durante toda la noche de cautiverio despierta, con los ojos cansados y pesados, podía sentir el ardor en mi visión, las bolsas debajo de mis ojos y mi cuerpo suplicando que descansara, pero aun así no lo hice. Por un momento sentí que mis ojos se cerraban y que era imposible volverlos a abrir. ¿Un descanso de unos minutos no haría nada no? Me decía mi cerebro. Pero Luego mi inconsciente me decía que estábamos en peligro y abría los ojos de golpe y con un sacudón de todo mi cuerpo, mirando hacia todos lados, con la respiración agitada y el hierro en la mano apuntando hacia adelante a la defensiva. Casi no se veía nada, el cielo se había nublado y la luna no iluminaba a través de la ventana, sólo podía apreciar la silueta de mi ex esposo que estaba a unos metros de nosotros durmiendo plácidamente, con la respiración pausada y relajada. Hubo momentos en los que pensé en acercarme hacia él con sigilo, tomar el arma de su cinturón y vaciar todo el cargador en su cuerpo antes
- ¡Vamos niño! - Le gritó Pablo a su hijo mientras bajaba las peligrosas y rotas escaleras de metal de la fábrica que rechinaban oxidadas con el niño en brazos, que no paraba de llorar y de retorcerse encima suyo, queriéndose liberarse de las garras del tirano hombre. -¡Quiero a mami quiero a mami!- pedía el niño una y otra vez, casi sin dejar tiempo a que el aire entrase a sus pulmones poniendo su rostro casi morado. Pablo también estaba rojo, pero de la ira, aturdido por los gritos agudos del niño al lado de su oreja y sin saber cómo callarlo, nunca había sido bueno en eso, cuando su hijo era bebé y no paraba de llorar, simplemente se iba a beber a un bar para que Carla lo solucionara por su cuenta. El pequeño no dejaba de patalear y entre tanto movimiento de sus pequeños pies contra el cuerpo de su padre, uno de sus zapatos de hebilla color negro, que Nicolás le había comprado para ir a la escuela, cayó al suelo de la fábrica, sin que Pablo se percatara. -¿Puedes callarte de un
No paré de retorcerme sobre el duro suelo de cemento, tratando de liberar mis muñecas de las ataduras que estaban cortando mi piel de tanto forcejear, pero no había caso, al ser un cable tan grueso y anudado con tanta fuerza y crueldad lo único que hacía era que mi piel se curtiera cada vez más a cada movimiento. “Si tan solo encontrara algo filoso” Pensé mientras buscaba algo a mi alrededor y vi una viga de hierro partida. “Podría frotar el cable contra eso” Me dije a mí misma y me arrastré hacia allí, era a tan solo unos metros, pero al estar inmovilizada se me había una larga distancia. Había escuchado como el llanto de mi niño que cesaba, sentí náuseas y el líquido subir por mi garganta al imaginar que mi ex esposo lo había dormido o había hecho algo inimaginable para que se callara, luego de lo que había presenciado sería difícil hacer que deje llorar.Debe estar aterrorizado, mi niño. Gemí debajo de la tela que tapaba mi boca sintiéndome impotente por no haber podido salvarlo.
Nicolás recorrió la fábrica con el arma en la mano, apuntando hacia enfrente y preparado para disparar al ex de Carla si llegaba a verlo intentando huir. Caminó tratando de hacer el menor ruido posible, pero a cada paso que daba parecía que el piso se deshacía debajo de él. Imaginó que a esa altura el hombre ya estaría enterado de su presencia. -Ya sé que estás aquí hijo de puta, devuélveme a mi familia y no te voy a matar- Exclamó Nicolás, escuchando su voz en eco retumbando en toda la fábrica. Él sabía que eso era mentira, lo mataría de una forma u otra. Hizo silencio por un momento y miró paranoico hacia todos lados, sabía que él también tenía un arma, se lo había confirmado el vagabundo. No obtuvo respuesta, y subió las escaleras de metal, que rechinaban a cada paso. - ¿Carla? - llamó a su esposa, con la esperanza de que ella gritara por ayuda o algo. Hizo silencio nuevamente, esperando una respuesta y nuevamente nada. Escuchó unos pasos detrás suyo y velozmente, como todo un
Sentí los brazos protectores y fuertes de Nicolás rodearme con delicadeza, como nunca antes lo había sentido, me resguardaron en su pecho y finalmente pude sentirme protegida y lejos del peligro. -Shh, tranquila- susurró con amor- Ya estás a salvo. Creí en sus palabras y apoyé mi cabeza cansada en su pecho que no paraba de latir con fuerza golpeando las paredes.-Vamos a casa Carla- exclamó y me alzó en sus brazos.La sensación me llevó a un hermoso recuerdo, el día en que habíamos llegado a nuestra casa con mi niño, y Nicolás me había alzado en la entrada, como si fuéramos recién casados. Yo me colgué a horcajadas en su cuello, pero luego caí en que la realidad ahora era otra. -N-no- dije a duras penas, con el poco aire que me quedaba. Sentí que detuvo su caminar y bajó el rostro para mirarme. -Debes descansar mi amor- dijo con suavidad. -No hasta que mi niño esté conmigo- sentencié. No tenía derecho a hacerlo si él aún estaba en peligro. Mi esposo no contestó y salió de la h
Pasamos por la estación de servicio abandonada, donde Pablo había asesinado a la pobre e inocente mujer. Había rastros en el lugar de que la policía había estado allí la noche anterior, aún danzaban en el viento las cintas de precaución amarillas. Pobre mujer, pensé. Seguramente a esta hora ya había pasado su momento en el noticiero de turno y la gente iba a olvidarse de ella con el tiempo. No tenía que ser así, no podía permitir que mi ex esposo se saliera con la suya, tenían que condenarlo por secuestro y por asesinato, y además quería gritarles en la cara a los jueces que yo había advertido muchas veces, cuando lo había denunciado por maltrato, que era un hombre peligroso y que todo esto se pudo haber evitado si tan solo me hubiese escuchado. Acaricié el zapatito de mi niño, ahora reluciente luego de haberlo pulido con la falda de mi vestido. -Sabe…- dije en voz alta, pero sin dejar de mirar el calzado- Ahí mataron a una mujer a noche. -Lo sé- respondió rápidamente el conductor
- ¡Son ellos! - gritó Nicolás señalando el vehículo rojo que estaba a lo lejos en la ruta. Su mejor hombre siguió el dedo de su jefe y aceleró aún más- Que esta vez no se nos escape- exclamó nervioso. -No señor, esta vez no va a suceder- respondió su mejor empleado pisando el acelerador a fondo- Luego tocó un botón en la pantalla del vehículo que conectaba un mensaje a todos los demás automóviles- Señores, hemos encontrado al vehículo rojo, no lo pierdan de vista y encierrenlo. -Papi, ¿Por qué vas tan rápido? - preguntó el niño que estaba sentado en la parte trasera del viejo vehículo.El hombre, que estaba acelerando a la máxima velocidad con peligro de fundir el motor, miraba nervioso al vehículo negro de alta gama que se acercaba cada vez más. - ¿Papi? - volvió a preguntar el niño, comenzando a asustarse-Porque si no, no vamos a llegar a recoger a Teddy- Respondió con los dientes apretados y el cuerpo tenso- Así que agárrate del asiento que vamos a salir de la ruta. –Apretó las
Frené de golpe cuando vi a un costado de la ruta a los vehículos de Nicolás con sus hombres fuera, ¿Ya había terminado todo? ¿Había llegado demasiado tarde?Estacioné el vehículo a un costado y pude ver, detrás del vidrio polarizado, como los hombres miraban el auto con expresión de extrañeza mirándose los unos a los otros. Apenas apagué el auto se acercaron a mí, y el más joven de ellos se asomó por la ventana, aunque no podía verme, y dijo con real enojo:- ¿Qué haces aquí? El jefe te dejó en claro que debías cuidar a la señorita mientras él no estaba, más te vale que tengas una buena excusa para esto- Gritó al vidrio. Yo bajé lentamente la ventana dándole una gran sorpresa al joven, que retrocedió sorprendido al encontrarse con mi cara y no la de uno de sus hombres-Hola- exclamé sonriente. -Señorita Hamilton- dijo atónito- pero ¿qué hace usted aquí? - Miró hacia todos lados- Debería estar en su casa, este lugar no es seguro. - Exclamó alarmado. -No podía quedarme de brazos cruz