Nicolás alcanzó rápidamente en la ruta a sus hombres que iban en su otro vehículo, al ver que su jefe estaba detrás de ellos haciéndoles luces, pusieron las balizas y estacionaron a un costado de la ruta. El joven bajó rápidamente y alcanzó por la ventanilla a quien conducía antes de que siquiera pudiera bajar del automóvil.- ¿Sucedió algo? - preguntó con poca amabilidad- ¿Alguna novedad? ¿Ya tenemos la ubicación?Fueron tantas preguntas que el conductor lo miró un poco asustado sin saber qué contestar y fue su mejor empleado quien bajó del asiento del copiloto y se acercó hasta él para explicarle en nombre de todos. -Señor, los hemos perdido de vista por un momento- exclamó suavemente. - ¿Y eso por qué? - preguntó manteniendo la calma, para no asesinar en quien confiaba. -Hemos sido detenidos por la policía- informó avergonzado- Nos han visto como sospechosos del secuestro de su mujer. Nicolás caminó en círculos al costado de la ruta llena de polvo y pateó con fuerza una piedra,
Nicolás retomó la ruta, dejando las luces rojas y azules de las sirenas atrás en el horizonte, haciéndose más y más pequeñas hasta desaparecer.La ruta estaba oscura, no había iluminación, solamente los faroles del vehículo. Esta vez no manejaba él, su mejor hombre había insistido en conducir ya que había visto a su jefe bastante alterado como para hacerlo y temía que se estrellen antes de poder recuperar a su mujer y a su hijo. -Déjeme hacerlo a mí, señor- dijo con seguridad en su voz- Confíe en mí, soy muy bueno en esto. Nicolás lo miró seriamente, como si buscara en sus ojos una pizca de miedo o inseguridad, pero desde que había contratado al muchacho siempre había trasmitido confianza ante él, no le temía, como todos los demás. Le sonrió complacido. -Está bien, confío en ti- Exclamó sinceramente dándole la vuelta al auto y sentándose en el asiento del copiloto, como hace mucho no lo hacía. La última vez había sido cuando intentó enseñarle a manejar a Carla, sintió el corazón hu
-Son ellos- dijo con seguridad Nicolás, mirando fijamente el auto a lo lejos. -Sí Señor, creo que lo son- afirmó el conductor. -No los pierdas de vista- Ordenó Nicolás sin siquiera parpadear, como si temiera que de un segundo al otro desaparecieran para siempre de su vista. -No señor- exclamó el joven apretando el volante y manteniendo la velocidad constante. Estuvieron así varios minutos, casi acechando al vehículo donde podría estar su familia. El joven chofer miró hacia atrás por el espejo retrovisor y comprobó que el otro vehículo de su jefe aún estuviera siguiéndolos por detrás.El otro vehículo estaba ahí, siguiéndolos a unos metros de distancia, pero de repente, un vehículo 4 x 4 color negro que salió de la nada se adelantó a sus otros hombres, quedando en el medio y casi se pegó a la parte de atrás del auto donde se encontraba Nicolás y su empleado. El vehículo les hacía luces para que aceleraran el paso, encegueciendo el espejo retrovisor y molestando la vista del joven
- ¿Y ahora que vamos a hacer? - pregunté abrazándome a mí misma al sentir que la temperatura dentro de la fábrica iba bajando lentamente acorde iba anocheciendo- ¿Quedarnos en este frío y sucio lugar hasta morirnos congelados? Mientras hablaba mi aliento salía en forma de humo blanco.Él encendió un cigarrillo, sin inmutarse por mis reclamos y estiró las piernas en el suelo, empujando los restos de suciedad lejos de él.- ¿Quieres uno? - estiró la caja de cigarrillos hacia mí.-No gracias- negué rotundamente y con asco. Nunca en mi vida había tocado un cigarrillo, de tan solo sentir el olor rancio me hacía recordar a mi madre fumando en todos los rincones de la casa- Quiero que me digas si este es tu plan o si no tienes un plan- me froté el brazo para darme calor.- ¿Plan? - se rio soltando el humo del cigarrillo hacia el techo- mi único plan era que volvieras conmigo Carlita y que seamos una familia otra vez.No pude evitar reírme por eso.- ¿Realmente creíste que eso pasaría? - me b
Nicolás y su empleado, apenas ingresaron al viejo pueblo casi abandonado, supieron que no sería fácil rastrearlos. Había muchos locales, edificios y fábricas abandonados, podrían estar en cualquiera de ellos. -Lo mejor va a ser que nos separemos- deliberó Nicolás cuando se habían reunido en el medio de una ancha calle junto con sus demás hombres, desde ahí, salían varias calles diagonales hacia todas las direcciones del pueblo. - ¿Está seguro señor? - exclamó preocupado su empleado más joven- Estamos casi seguros de que tiene un arma, no sé si es tan buena idea mandarnos solos. -Entiendo lo que dices, pero nosotros también tenemos armas y de esta forma por lo menos vamos a poder abarcar más terreno en menos tiempo- exclamó Nicolás mientras revisaba cuantas balas tenía en su arma. - Nos mantendremos en contacto por los celulares- Ordenó- Enciendan sus ubicaciones así podemos ver el recorrido en tiempo real. -Sí señor- exclamaron todos al unísono y activaron las ubicaciones de sus t
Me mantuve durante toda la noche de cautiverio despierta, con los ojos cansados y pesados, podía sentir el ardor en mi visión, las bolsas debajo de mis ojos y mi cuerpo suplicando que descansara, pero aun así no lo hice. Por un momento sentí que mis ojos se cerraban y que era imposible volverlos a abrir. ¿Un descanso de unos minutos no haría nada no? Me decía mi cerebro. Pero Luego mi inconsciente me decía que estábamos en peligro y abría los ojos de golpe y con un sacudón de todo mi cuerpo, mirando hacia todos lados, con la respiración agitada y el hierro en la mano apuntando hacia adelante a la defensiva. Casi no se veía nada, el cielo se había nublado y la luna no iluminaba a través de la ventana, sólo podía apreciar la silueta de mi ex esposo que estaba a unos metros de nosotros durmiendo plácidamente, con la respiración pausada y relajada. Hubo momentos en los que pensé en acercarme hacia él con sigilo, tomar el arma de su cinturón y vaciar todo el cargador en su cuerpo antes
- ¡Vamos niño! - Le gritó Pablo a su hijo mientras bajaba las peligrosas y rotas escaleras de metal de la fábrica que rechinaban oxidadas con el niño en brazos, que no paraba de llorar y de retorcerse encima suyo, queriéndose liberarse de las garras del tirano hombre. -¡Quiero a mami quiero a mami!- pedía el niño una y otra vez, casi sin dejar tiempo a que el aire entrase a sus pulmones poniendo su rostro casi morado. Pablo también estaba rojo, pero de la ira, aturdido por los gritos agudos del niño al lado de su oreja y sin saber cómo callarlo, nunca había sido bueno en eso, cuando su hijo era bebé y no paraba de llorar, simplemente se iba a beber a un bar para que Carla lo solucionara por su cuenta. El pequeño no dejaba de patalear y entre tanto movimiento de sus pequeños pies contra el cuerpo de su padre, uno de sus zapatos de hebilla color negro, que Nicolás le había comprado para ir a la escuela, cayó al suelo de la fábrica, sin que Pablo se percatara. -¿Puedes callarte de un
No paré de retorcerme sobre el duro suelo de cemento, tratando de liberar mis muñecas de las ataduras que estaban cortando mi piel de tanto forcejear, pero no había caso, al ser un cable tan grueso y anudado con tanta fuerza y crueldad lo único que hacía era que mi piel se curtiera cada vez más a cada movimiento. “Si tan solo encontrara algo filoso” Pensé mientras buscaba algo a mi alrededor y vi una viga de hierro partida. “Podría frotar el cable contra eso” Me dije a mí misma y me arrastré hacia allí, era a tan solo unos metros, pero al estar inmovilizada se me había una larga distancia. Había escuchado como el llanto de mi niño que cesaba, sentí náuseas y el líquido subir por mi garganta al imaginar que mi ex esposo lo había dormido o había hecho algo inimaginable para que se callara, luego de lo que había presenciado sería difícil hacer que deje llorar.Debe estar aterrorizado, mi niño. Gemí debajo de la tela que tapaba mi boca sintiéndome impotente por no haber podido salvarlo.