-Hola pequeño Nico- Dijo el joven mafioso- Veo que aún conservas a Teddy. Gracias por cuidarlo.- Sonrió agradecido. El niño miró al oso tristemente y se lo entregó a Nicolás. -¿Qué sucede? ¿No lo quieres?- Nicolás lo tomó-Si, pero es tuyo- dijo con lágrimas en los ojos-Oh no no- Se agachó a su altura y puso a Teddy en su oído- ¿Qué dices Teddy? ¿Con él te diviertes más que conmigo? Ay que malo Teddy. fingió estar triste. El niño comenzó a reírse, como hace mucho no lo hacía. -Teddy me dice que quiere ser tu amigo, le gusta jugar contigo- Nicolás se lo devolvió al niño. -Yo también quiero ser su amigo. -¡Perfecto entonces!- dijo levantándose.- Teddy va a jugar mucho más contigo que conmigo. -Bueno, galán- dijo la madre haciéndole acordar que todavía estaba ahí- ¿Por qué no te lo llevas al parque? o algo así. -¡Si, parque parque!- Gritó emocionado el niño y corrió a tomar su abrigo-Tengo que hacer muchas cosas, tu mujer me obliga a cuidarlo, se cree que soy su niñera- exclam
-Vamos, maldita sea- murmuró por lo bajo el joven, no quería que el niño lo escuchase insultar y menos que se diera cuenta de que estaba comenzando a ponerse nervioso al ver que los autos no avanzaban y habían quedado atascados en una larga fila de autos en el tráfico. Eran las diez en punto, pero aún no habían llegado a la casa. Lo que le había contado el niño lo había dejado preocupado y luego, como un comentario completamente inocente, le había dicho que su abuela trabajaba de noche, lo que quería decir que Carla estaría sola con ese hombre que decía ser su padrastro pero que tenía intenciones oscuras que un padre no pensaría con su hija. Habían dado tan solo unos pasos hacia adelante, a esa altura parecía más rápido ir a pie que sobre ruedas. Nicolás apretó con fuerza el volante, conteniendo la ira para no gritar y no asustar al niño. -Pequeño…- dijo conteniendo el nerviosismo- ¿tienes puesto tu cinturón allí tras?-Si…- respondió el pequeño orgulloso de sí mismo-Perfecto, aga
-¡Suéltame hijo de puta!- grité golpeando su pecho lo más fuerte que mucho. Su rostro pervertido se había convertido en uno de fastidio cuando vio que no se la dejaría fácil. -Cállate, zorra- exclamó y me pegó un golpe certero en mi pómulo derecho dejándome en shock.Aprovechó que había quedado dura y dolorida por el golpe para agarrarme de mi cintura y en un solo movimiento darme la vuelta y estampó mi cuerpo contra la mesada dejándome vulnerable a lo que sea que vaya a hacerme. Quedé en shock por el golpe, y su mano grande y rasposa no dejó que levantara el rosto, aplastando mi cráneo con fuerza contra el frío mármol. Ya está, este era mi destino, ser sometida, silenciada y sin que nadie me defendiera. Los hombres de mi vida habían insistido siempre en ignorar mis súplicas y solo usarme como si de un objeto inanimado me tratase. Ya no quise lugar. Sus manos desesperadas que parecían miles recorrieron la parte baja de mi cuerpo, no me resistí cuando encontró el botón de mi pantal
Me asomé por la puerta, tratando de que no me escuchen. Caminé en puntas de pie y con todo el cuerpo con espasmos, aún lloraba pero me tragué los sollozos. La luz de la cocina iluminó mi rostro congestionado y ahí los ví.Me tuve que tapar la boca al ver que el rostro de Nicolás estaba cubierto con sangre y que el hombre estaba parado frente suyo con todas las de ganar. Me apresuré a cruzar la puerta sin que me esuchara, me quité los zapatos y subí las escaleras de dos en dos. Entré al baño y me lancé hacia el inodoro, levanté la tapa de cerámica y metí el brazo hasta el fondo mojando mi abrigo y saqué una bolsa de plástico sellada. La abrí desesperada y de dentro saqué el arma. La había guardado, aunque jamás creí que la usaría. Fue una buena decisión tomarla después de todo. Bajé las escaleras con el arma en la mano, y casí me caigo, pude sostenerme de la baranda y me levanté lentamente, escuché el ruido de unos vidrios romperse en la cocina. Llegué a la cocina con el arma en l
Íbamos a mitad de camino por la carretera cuando Nicolás frenó de golpe, se estacionó a un costado y se volteó hacia mí. La adrenalina de la huida aún no me había hecho reaccionar de todo lo que había pasado hace tan solo un momento. Tomó mi rostro con delicadeza y lo giró hacia él, examinándolo por todos sus lados, luego mis brazos y mi cuerpo entero. -Debemos ir a una clínica- exclamó seriamente- se te está comenzando a poner morado el golpe. ¿Te hizo daño en alguna otra parte?- preguntó con ira en su voz. -No- negué- y es nada- dije disminuyendo el problema-Si lo es-Deberíamos ir por el golpe que tienes en la frente- le indiqué- aún está abierta la herida. -He tenido peores- dijo sin importanciaLevanté una ceja y me crucé de brazos-voy a dejar que me atiendan si vos también te dejas-Él me miró cansado, sabía que no iba a ganar esta pelea-Está bien.- cedió resignado. -No quiero ir al hospital mami- dijo mi niño desde el asiento de atrás, asustado.Yo me giré hacia él.-Tr
Nuestros labios se rozaron, sentí la suavidad de su piel y el calor de su ser alrededor mío, mi cuerpo tembló, suplicando que me besara como si supiera que solo le pertenecía a él. Estaba por pasar, él acarició mis mejillas y luego sentí el tirón hacia adelante para cerrar el beso y-Mami- escuché que mi niño se despertabaAmbos nos separamos de golpe, volviendo cada uno a su asiento y fingiendo que nada había pasado. Nicolás se giró hacia el volante y arrancó el auto, yo me giré hacia mi hijo, sonriéndole, pero con el rostro rojo de la vergüenza. Rogando que no haya visto nada. -¿Qué pasa mi amor?- dije con la voz rasposa-¿Ya llegamos?- preguntó frotándose los ojos por el sueño-Aún falta un tramo campeón- respondió Nicolás mirándolo por el espejo retrovisor- Seguí descansando, así guardas energías para cuando lleguemos a casa a jugar. Él niño obedeció emocionado por la palabra “jugar” y se recostó nuevamente en el auto. Yo lo miré descansar, abrazando a su único muñeco. Luego vol
Finalmente llegamos a nuestra casa, ahora podía sentirla como mía sin pensar que todo era una mentira. Apenas mi niño bajó del vehículo corrió hacia la vereda y quedó boquiabierto con lo grande que era el lugar, nunca había estado en una casa de ese tamaño, que además tenía una bonita entrada y una energía familiar.-¡Es un castillo!- gritó y corrió hacia la entradaAmbos, mi esposo y yo, nos miramos divertidos por la emoción del niño. Nicolás corrió detrás de él y lo alzó, haciéndolo girar en el aire mientras reían. -¡Si, Es un castillo! Y tú eres el príncipe- -¿Y quién es mi princesa?- dijo mi hijo pensativo. -Eres muy chico todavía para eso- respondí celosa-Ya vas a tener tiempo cuando seas grande para romper corazones- respondió divertido Nicolás y yo puse los ojos en blanco. Claro que era una broma, mi hijo sería un caballero con las mujeres. -Bueno, ¿Entramos al castillo su alteza? - le preguntó Nicolás mientras lo bajaba y luego le hacía una reverencia. -¡Siii!- gritó eu
-Carla- dijo mirándome con sus ojos negros como la noche que brillaban como nunca antes. - ¿Si? - dije con el poco aliento que aún tenía, sosteniendo mi pecho, para que mi corazón no saliera hacia afuera, jamás me había sentido tan nerviosa y emocionada a la vez. Ansiosa porque dijera esas palabras. -¿Quieres casarte conmigo?- dijo con lágrimas en los ojos.- esta vez de verdad prometo que…-Si- lo interrumpí asintiendo frenéticamente. -¿Enserio?- sonrió con las lágrimas queriendo salir de sus ojos-Si Nico, Si quiero- exclamé emocionada dando saltitos, luego estiré mi mano izquierda para que colocara el anillo. Él se secó las lágrimas y con la mano temblorosa intentó colocar el anillo en mi anular-¡No puede ser!- Gritó Lily detrás, golpeando el colchón- No lo hagas Nicolás, ella es una interesada, te va a robar todoNinguno de los dos la estábamos escuchando, solo era un ruido molesto de fondo, como un mosquito en el oído. Yo seguía mirándolo solo a él, cómo colocaba el anillo a