Lily se cepillaba su largo cabello con nerviosismo, ya se había maquillado estilo natural y se había puesto un vestido de bambula blanco holgado al cuerpo, unas sandalias de verano y por supuesto, debajo un conjunto sexi por si la cosa se ponía candente. -Señorita- llamó su atención uno de sus hombres que se asomó por la puerta de su cuarto- El señor Hamilton está entrando a la quinta. -Perfecto- retocó el labial color rosa- Que pase a la sala de espera. ¿La sirvienta como esta?-Parece haberse recuperado de lo de anoche, señoritaLily sonrió triunfante mirando por la ventana de su cuarto el auto color negro de su amante entrar al estacionamiento privado. -Todo parece salir de acuerdo al plan- se regocijó la rubia- Asegúrate que la zorra que tiene como esposa se quede callada y no haga algo de lo que se puede llegar a arrepentir. El hombre asintió con una profunda inclinación y salió hacia la habitación donde tenían cautiva a Carla. La joven castaña se había despertado hace tan s
Nicolás hizo un rápido movimiento, hundiendo su codo en el estómago de la rubia, pero sabiendo que el movimiento haría que la mujer deslizara el filo de la navaja por su cuello. Iba a morir, de eso estaba seguro, pero mientras tuviera conciencia salvaría a su mujer. La escuchó gritar su nombre, y eso le dio fuerzas para seguir luchando e ignorando el dolor punzante al costado de su cuello. Lily estaba tirada en el suelo, sosteniendo su estómago y tratando de recuperar el aire, un poco de su propia medicina. El joven mafioso pasó rápidamente por encima de ella y se abalanzó sobre el corpulento hombre antes de que siquiera pudiera agarrar a Carla de escudo, la castaña se arrastró por el suelo, alejándose de la pelea que se estaba dando. -¡Hijo de puta, te voy a cortar las manos!- gritó Nicolás mientras golpeaba al hombre, pero este también lo golpeaba, y su mano era mucho más dura que la suya, además la sangre seguía corriendo del pequeño pero certero corte y el brazo de Nicolás aún
El sonido de un disparo dentro de la habitación dejó a todos los presentes aturdidos. Se había hecho un silencio sepulcral, Nicolás había cerrado con fuerza los ojos, aceptando su derrota, le había fallado a su mujer y a su hijo, y ahora pasaría los días del resto de su vida lamentándose por esto.Escuchó un llanto a unos metros, seguido de una respiración agitada, levantó el rostro con los ojos pesados, quedándose casi inconsciente, si iba a morir en esa fría habitación entonces sería al lado del cuerpo de su mujer, o por lo menos lo último que vería seria el rostro de ella. Pero cuando pudo enfocar la mirada hacia la esquina donde yacía el cuerpo de Carla, se encontró con la mujer estaba abrazada a sí misma y sin ninguna marca aparente de un disparo, miró más allá de su mujer y divisó una gran mancha rojo carmesí que había manchado de forma brutal e irregular el empapelado de la pared, esa sangre no era de su esposa, era de su enemiga, que yacía detrás de Carla con los ojos mirando
Carla vio desde su habitación en la clínica a doctoras y doctores corriendo por el pasillo hacia una misma dirección, se los veían bastante apresurados, parecía una emergencia. Sin poder soportar la curiosidad y la sensación de inquietud en su nuca se bajó lentamente de la cama, con cuidado de no caerse porque aún estaba débil y se asomó por la puerta.-¡Traigan el desfibrilador!- gritaron desde dentro del quirófano que estaba al final del pasillo. -¡Que venga la anestesista!- volvieron a gritar. Una mujer con bata blanca corrió hacia dentro de la sala de cirugías, las puertas se abrieron y por un milisegundo Carla pudo ver el cuerpo de su esposo recostado en la camilla rodeado de cables y de médicos que corrían de un lado al otro.-¡Despejen el área!- gritó un médico con el desfibrilador en la mano, frotó los extremos- Un, dos, tres- los apoyó en el pecho de su esposo haciéndolo saltar con fuerza, pero luego del impacto el cuerpo seguía inmóvil. -¿Hay latidos?- preguntó el médico.
-Señorita, necesito que me acompañe afuera por favor- dijo suavemente una enfermera a Carla, que no quería alejarse de su esposo.-No- Exclamó con el rostro hundido en el pecho de Nicolás, no quería aceptarlo, no era capaz, de un momento a otro toda su vida había cambiado ¿Como iba a hacer para seguir adelante?Comenzaron a quitarle los cables al difunto, ya había terminado todo ahí. Cuando la máquina, que todavía no había sido desconectada del cuerpo, hizo un “Pip” mostrando que la línea recta hacía un salto. Carla levantó la mirada con los ojos rojos hacia la pantalla, que ahora había vuelto a la larga línea de muerte, se sentía confundida pensando que habían sido sus deseos y que su mente estaba jugando con ella. El doctor, que estaba de espalda, se volteó porque también lo había oído, y miró a su compañera con extrañeza. “Pip” hizo nuevamente y el médico corrió hacia el paciente, puso sus dedos en el cuello de Nicolás para tomarle el pulso mientras Carla ponía su oreja en el p
Cuando comprobaron que Nicolás estaba estable lo pasaron a una habitación común, donde su familia lo pudo ir a visitar mientras aguardaban a que recuperara la conciencia. La primera vez que abrió los ojos, el joven mafioso se sintió perdido, no tenía idea de donde estaba y qué había pasado. Como si los recuerdos de los últimos días los hubiera reprimido en su subconsciente, cómo si su mente quisiera protegerlo.-Mi amor…- escuchó al lado suyo y giró su rostro hacia donde venía la voz, encontrándose con su mujer sentada al lado de la camilla sonriendo ampliamente y con lágrimas en los ojos. Abrió la boca y la cerró, tratando de decir algo, pero le dolió, sintió un dolor punzante en la garganta, pero no pudo levantar los brazos y tocarse. -Está bien mi amor, no es necesario que hables- dijo su mujer, que puso su mano cálida sobre la suya- has estado varios días inconsciente es normal que al principio cueste. Pero él igual quería hablar, así que luego de varios intentos por fin lo co
-¡Mami!- gritó el niño cuando vio a su mamá venir caminando hacia él en el comedor. El hombre que estaba en frente del pequeño se volteó hacia donde estaba mirando y vio a Carla caminando en su dirección con una expresión preocupante. -Hola Cariño- sonrió nerviosa y miró al empleado de su esposo- Dile a uno de tus hombres que se quede con él, necesito que vengas conmigo- ordenó por lo bajo y rápidamente, para que su hijo no escuchara. El hombre la miró extrañada, pero asintió sin hacer preguntas frente al menor y le hizo una seña con la mano a otro hombre que vigilaba a lo lejos. -Quédate con el señor- le dijo con cariño a su hijo- Mami tiene que hablar unas cosas y luego viene. El pequeño asintió y el otro hombre se sentó delante. Ambos caminaron por el largo pasillo, Carla iba con una mano sosteniendo su panza, tanto estrés y ejercicio la estaban agotando, necesitaba un reposo, pero sentía que no iba a conseguir uno por mucho tiempo. -¿Sucedió algo señorita?¿el señor Hamilton
La mujer mafiosa tomó el cuerpo de su hija y lo abrazó con fuerza, como nunca antes lo había hecho y por primera vez en muchos años lloró desconsoladamente. Quien sea que haya matado a su única hija quería la guerra, pensó luego de recobrar la compostura y dejar el cuerpo de su hija sobre la cama y cubrirlo con una fina sábana blanca y cerrando sus párpados. -Juro que voy a vengarte hija mía- exclamó mirando el bulto en la cama.Salió del cuarto decidida, y bajó al sótano de la casa, donde guardaba todo lo necesario para matar a alguien, hace años que no lo hacía con sus propias manos, siempre tenía a alguien bajo su mando que con gusto lo hacía por ella, pero esta vez era personal. Tomó un arma, una 9 milímetros, de sus favoritas y guardó en su bolso suficientes balas como para matar a un pelotón. Volvió a subir las escaleras y entró al cuarto de controles, donde tenía las cámaras de toda la casa y se sentó a ver todo lo que había pasado en su ausencia mientras colocaba las balas