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—Creo que la barbacoa ya está lista. Iré a buscar el vino —anunció Loren, haciendo ademán de levantarse de la tumbona. Sin embargo, Hayley se apresuró a intervenir.

—No se preocupe, yo puedo ir por usted. Dígame dónde está.

Loren sonrió agradecida.

—Eres un encanto, querida. Está en la segunda planta, a la derecha, en la bodega —dijo, pero antes de que pudiera terminar, se percató de la presencia del pelinegro, quien se acercaba al grupo—. Oh, Evan, cariño, hemos olvidado traer las bebidas. ¿Podrías acompañar a tu esposa a buscarlas? Están en la bodega.

La mirada cómplice que Loren compartió con Eleonor no pasó desapercibida para ninguno de los dos. Hayley, quien había observado el intercambio silencioso entre ambas mujeres, sospechó que tramaban algo, pero prefirió no decir nada. En cambio, se limitó a asentir y comenzó a caminar hacia la casa, notando que Evan la seguía de cerca. Antes de entrar, se colocó una camisa ligera que cubría su bañado
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