—Creo que la barbacoa ya está lista. Iré a buscar el vino —anunció Loren, haciendo ademán de levantarse de la tumbona. Sin embargo, Hayley se apresuró a intervenir.—No se preocupe, yo puedo ir por usted. Dígame dónde está.Loren sonrió agradecida. —Eres un encanto, querida. Está en la segunda planta, a la derecha, en la bodega —dijo, pero antes de que pudiera terminar, se percató de la presencia del pelinegro, quien se acercaba al grupo—. Oh, Evan, cariño, hemos olvidado traer las bebidas. ¿Podrías acompañar a tu esposa a buscarlas? Están en la bodega.La mirada cómplice que Loren compartió con Eleonor no pasó desapercibida para ninguno de los dos. Hayley, quien había observado el intercambio silencioso entre ambas mujeres, sospechó que tramaban algo, pero prefirió no decir nada. En cambio, se limitó a asentir y comenzó a caminar hacia la casa, notando que Evan la seguía de cerca. Antes de entrar, se colocó una camisa ligera que cubría su bañado
Encerrados en la penumbra de la bodega, Evan y Hayley no pasaron demasiado tiempo antes de que los demás notaran su ausencia. Al abrir la puerta, Eleonor y Loren los recibieron con sonrisas maliciosas y ojos llenos de diversión. Era evidente que el encierro no había sido un accidente. Evan frunció el ceño, incrédulo. ¿Desde cuándo su madre era cómplice de tales travesuras? La miró con desaprobación, mientras Eleonor, fingiendo una completa inocencia, se encogía de hombros y ayudaba a Hayley a cargar el vino hacia la mesa.Los cuatro se dirigieron hacia la alberca, donde la comida ya estaba servida. Todos tomaron sus lugares en torno a la mesa, excepto Stephen, quien se había apartado para atender una llamada. Desde su sitio, Evan lo observó de reojo. Había algo en la postura de su padre, en la rigidez de sus hombros y la manera en que giraba la cabeza para lanzar miradas furtivas hacia la mesa, que lo inquietó profundamente.“¿Sería algún cliente mol
Evan soltó un profundo suspiro, irritado por el constante zumbido de su móvil que vibraba insistentemente en su mano. Por un instante, se reprochó no haber eliminado aquel contacto cuando tuvo oportunidad. La imagen de Amber, mucho más joven en una foto de hace años, apareció en la pantalla. La visión lo transportó brevemente a los días de la universidad, a un tiempo que prefería no revivir. Ahora, después de tanto tiempo, ella volvía a su vida de una manera inoportuna, pretendiendo llamar y, al parecer, restablecer una conexión que él consideraba ya rota.Con el ceño fruncido, deslizó el dedo por la pantalla antes de llevarse el teléfono al oído. Su voz, áspera y cargada de molestia, rompió el silencio.—¿Qué quieres, Amber?Del otro lado, el tono de la mujer reflejaba sorpresa y cierta nostalgia, como si no esperara esa dureza en sus palabras.—No me has eliminado —respondió ella, casi incrédula—. Pensé que no te habías comunicado conm
El fin de semana había pasado volando para Hayley y Evan, quienes tuvieron que regresar a su rutina diaria, a pesar de que los Sinclair y los padres de él habían insistido en que se quedaran unos días más. Sin embargo, ellos se negaron, alegando que tenían mucho trabajo pendiente. Con pesar, se despidieron del resto y emprendieron el viaje de regreso. Durante el trayecto, Hayley permaneció en silencio, llenando el espacio del auto con música, tarareando la melodía de una canción cuando escuchó a Evan hablar.—Lo dije en serio, no ha sido por puro impulso —, declaró, captando la atención de la joven. Él mantenía su vista fija en la carretera, pero aprovechó el semáforo para posar sus ojos en los de ella y retomar la conversación del día anterior.—¿A qué te refieres? —inquirió, confundida.—De verdad me gustas, Hayley, y deseo conocerte mejor y descubrir lo que te disgusta, aquello que amas hacer, quiero saber todo de ti. Tal vez nuestro matrimonio ha comenzado algo forzado, ninguno t
El reloj acababa de marcar las doce en punto cuando Hayley, incapaz de encontrar refugio en el sueño, decidió abandonar la cama. Su mente era un torbellino de pensamientos que la mantenían despierta, y aunque había intentado relajarse de todas las formas posibles, el sueño seguía siendo un visitante esquivo. Con un suspiro resignado, se incorporó, dejando atrás las sábanas que ya no ofrecían consuelo, y se dirigió hacia la biblioteca. Aquel era su refugio secreto, un lugar donde solía perderse entre libros cuando las noches se volvían demasiado largas.Sin molestarse en cambiarse la ropa de dormir, avanzó en silencio por el pasillo. Estaba convencida de que Evan debía estar dormido profundamente en la habitación contigua, ya que no se escuchaba ningún ruido que sugiriera lo contrario. Apenas un tenue murmullo del viento parecía acompañarla en su camino.La penumbra llenaba la biblioteca, pero los contornos familiares de las estanterías se alzaban frente a ella como viejos amigos. Con
Les había costado separarse tras aquel momento íntimo que habían compartido. Evan, con un esfuerzo sobrehumano, se levantó de la cama, luchando contra el deseo de quedarse allí junto a Hayley, besándola y disfrutando de su cercanía. Sin embargo, la responsabilidad lo llamaba. Debía prepararse y dirigirse a la empresa para terminar el proyecto en el que había estado trabajando con tanto esmero. Después de enfrentarse a varias dificultades, al final había logrado convencer a Alexander Hughes del diseño para el hotel, y ahora se proyectaban resultados prometedores.Al bajar a la cocina, el aroma del café recién hecho lo recibió como cada mañana. Nohelia, siempre puntual y diligente, ya había preparado el desayuno. Evan le dedicó una sonrisa agradecida al recibir su taza habitual de café sin azúcar. Se acomodó en la mesa, aguardando pacientemente a Hayley, quien no tardó en bajar. Esa mañana, ella se había esmerado más de lo usual. Había elegido una de las prendas que él l
Durante toda la mañana, Evan se había sentido atrapado por la intensidad de aquellos ojos azules que no lograba sacar de su mente. Cada vez que miraba el reloj, impaciente, deseaba en silencio que las agujas avanzaran más rápido hacia las siete, la hora en que terminaría su jornada laboral. Sin embargo, el tiempo, cruel e implacable, parecía transcurrir con una lentitud exasperante, como si disfrutara prolongando su espera.Ese día, había quedado en recoger a Hayley, y cuando finalmente llegó el momento de marcharse, Evan abandonó la oficina sin detenerse a despedirse apropiadamente. Su repentina salida dejó atónitos a algunos de sus empleados, quienes no estaban acostumbrados a ver al arquitecto, normalmente meticuloso y comprometido, irse con tanta prisa. Las especulaciones no tardaron en surgir. Algunos asumieron que su nuevo estado civil lo empujaba a buscar más tiempo con su esposa. Otros, más pragmáticos, pensaron que tal vez había terminado con antelación el dis
Los días transcurrieron con rapidez, y Evan y Hayley aprovechaban cada oportunidad para demostrar lo enamorados que estaban el uno del otro. A pesar de sus apretadas agendas, siempre encontraban tiempo para estar juntos, ya fuera viendo una película, saliendo a comer o paseando por el jardín que tenían en casa, donde pasaban las tardes compartiendo las meriendas que Noelia les preparaba. La empleada había notado lo unida que se había vuelto la pareja. Aunque Evan y Hayley no eran demasiado efusivos en su presencia, Noelia había sido testigo de algunas muestras de cariño entre ellos. —Evan, nos pueden ver... —le regañó Hayley, mientras él la ignoraba y la besaba con pasión. —No estamos haciendo nada malo. Además, solo está Noelia —dijo, separándose un poco para mirarla a los ojos—. ¿Te preocupa que nos vea en situaciones comprometedoras? Estamos casados, Hayley. Esto es lo que hacen los esposos. —Lo sé, pero, ¿qu