Regresaron a casa envueltos en un tenso silencio, cada uno sumergido en sus propios pensamientos. Hayley, con el ceño levemente fruncido, reflexionaba sobre el turbio asunto que, aunque no le concernía directamente, la involucraba de manera inevitable debido a su conexión con su hermana. Hanna se había enredado en un peligroso juego, y como consecuencia, ella también se veía arrastrada, quisiera o no. El poder y la influencia de Alexander, aquel hombre que no solo poseía una fortuna considerable, sino también una red de contactos que lo hacían temible, la mantenían en un estado de constante alerta. Sabía que si él deseaba silenciarla para proteger su secreto, lo haría sin dudar.El problema era más grave de lo que parecía. Alexander había embarazado tanto a Hanna como a su esposa, dos seres inocentes que cargarían las consecuencias de los errores de los adultos. La castaña no podía evitar sentir un peso en el pecho cada vez que pensaba en los bebés, ajenos a la complej
Mientras tanto, Evan permanecía sentado al borde de la cama, una sonrisa satisfecha curvando sus labios. Había logrado su objetivo, y eso le complacía. Estaba seguro de que Hayley no tendría más opción que aceptar la tarjeta que había dejado a su disposición. Sabía que el gesto la pondría en una posición incómoda, pero también confiaba en que ella no abusaría de la oportunidad. Hayley era prudente por naturaleza, y aunque tenía la libertad de gastar cuanto quisiera, Evan estaba convencido de que su esposa evitaría cualquier gasto excesivo. Era parte de su esencia, esa mezcla de humildad y orgullo que tanto admiraba en ella.Para él, sin embargo, el asunto era sencillo. Era su esposa, y su dinero también era suyo. No veía motivo alguno para que ella se contuviera. Compartir sus recursos con ella no solo era natural, sino que lo hacía con genuino agrado. En su mente, aquel gesto no era algo extraordinario, sino un recordatorio de que ella formaba parte de su vida de
Evan había fantaseado tanto con ese momento que, cuando finalmente ocurrió, le pareció irreal, como un sueño del que no quería despertar. Hayley le correspondía con la misma intensidad, y su mano, temblorosa pero decidida, la atrajo hacia él, eliminando cualquier espacio entre sus cuerpos. Sus labios se encontraron en un beso cargado de vehemencia y dulzura, un beso que parecía contener todas las emociones reprimidas que ambos habían acumulado. Los labios de la joven eran los más suaves y dulces que había probado jamás, y por un instante, el mundo dejó de existir para ellos.Sin embargo, como un balde de agua fría, la realidad lo golpeó de repente. Evan cayó en cuenta de que solo llevaba una toalla cubriendo sus caderas. La vergüenza y la conciencia de su impulsividad lo hicieron separarse abruptamente, dejando a Hayley entre confundida y sorprendida. Su mente, hecha un lío, gritaba. ¿Qué es lo que había hecho? la culpa lo invadió. “¡Oh, por Dios! ¡La he besa
—Desde que conocí a Jared, se ha comportado como un caballero conmigo. Jamás me ha faltado el respeto ni me ha confundido como tú lo haces constantemente —respondió con veneno, sus palabras cargadas de reproche—. Tú, en cambio, te escondes tras esa máscara de indiferencia y frialdad porque tienes miedo. Miedo de expresar lo que realmente sientes. ¿Por qué eres tan egoísta, Evan? ¿Por qué tuviste que besarme y confundirme aún más solo para después decir que fue un error?Su voz se quebró ligeramente al final, pero rápidamente enderezó los hombros, intentando recuperar la compostura. No iba a permitir que él viera cuánto la había herido. —Hayley... —intentó tocarla pero ella apartó su rostro.—¿Sabes qué? —continuó, su tono ahora más frío, aunque sus ojos brillaban con dolor y rabia—. Tienes razón. Lo mejor será olvidar que esto pasó. No soy tan ilusa como para creer que me amas solo por un insignificante beso. Un hombre como tú no es capaz de sentir a
Sentado en su escritorio, con la mirada fija en la pantalla de su tablet, Evan repasaba con minuciosidad los últimos detalles del plano que había estado diseñando durante días. El proyecto del hotel que Alexander Hughes deseaba construir era ambicioso, incluso arriesgado, y el arquitecto se encontraba en una constante lucha por convencer al empresario de realizar ciertos ajustes necesarios. Sin embargo, la obstinación de Hughes parecía inquebrantable, y Evan comenzaba a sospechar que todo aquello no era más que una prueba para medir sus límites, para ver si era capaz de lograr lo que a ojos del empresario parecía imposible.Evan sabía que, si no se aseguraba una estructura sólida, las consecuencias podrían ser desastrosas a largo plazo. Pero la inflexibilidad de Alexander lo estaba llevando al borde de su paciencia. Si él seguía ignorando sus advertencias, estaba decidido a cancelar el proyecto, sin importar el impacto que esa decisión pudiera tener en su carrera. Esta
Para Hayley, la idea de que aquella historia que había escrito en la soledad de su habitación, cuando el aburrimiento la consumía, ahora se convertiría en un libro físico que muchas personas leerían, resultaba casi irreal. Cada vez que imaginaba sostener la obra entre sus manos y ver su nombre grabado en la portada, sentía que seguía soñando despierta. Un sueño que, años atrás, había parecido completamente inalcanzable. Pero, por lo visto, su vida comenzaba a transformarse en aquello que siempre había deseado. Ya no vivía con el temor constante de que su padre la descubriera dedicándose a lo que realmente le apasionaba. Aun así, había una sombra que le nublaba la alegría. La indiferencia de su progenitor seguía doliéndole más de lo que estaba dispuesta a admitir. Desde el día de su boda, él no había vuelto a aparecer. ¿Debería preocuparse por su ausencia o sentirse aliviada? La respuesta no era clara. Aunque la relación entre ambos nunca había sido buena, algo en
El silencio en el interior del auto era tan espeso que casi podía palparse. Nunca antes Evan se había sentido incómodo con la ausencia de palabras, pero esta vez era diferente. La tensión entre él y Hayley se había hecho insoportable. Ambos permanecían inmóviles en sus respectivos asientos, como si cualquier movimiento pudiera romper la frágil barrera que los mantenía en una tregua silenciosa. Incluso Copito, que los acompañaba, lucía intranquilo, removiéndose constantemente en el asiento trasero, incapaz de encontrar una posición cómoda.Evan había esperado el momento adecuado para hablar, pero su inseguridad lo paralizaba. Cada vez que intentaba abrir la boca, algo dentro de él lo detenía, temeroso de una respuesta fría o, peor aún, de un rechazo absoluto. La castaña no le había dirigido una sola mirada desde que habían subido al auto. Parecía refugiada en la pantalla de su móvil, aunque él sabía que probablemente no estaba prestándole verdadera atención. Era evidente que lo ignorab
Mientras tanto, abajo, Evan apenas podía concentrarse en las conversaciones que se daban alrededor de la mesa. Los Sinclar hablaban con entusiasmo sobre las actividades del fin de semana, pero él solo podía pensar en Hayley. ¿Estaría dormida? Esperaba que no y así poder retomar la conversación que había quedado a medias. Su mente volvía una y otra vez a la expresión de indiferencia con la que ella lo había tratado desde que llegaron. Esa distancia lo torturaba más de lo que estaba dispuesto a admitir. Finalmente, cuando todos comenzaron a prepararse para cenar, se levantó con la excusa de buscarla. Subió las escaleras con pasos deliberados, intentando contener el revoltijo de emociones que lo invadía. Cuando llegó a la puerta de la habitación, tocó pero al no recibir respuesta la abrió con cuidado, procurando no hacer ruido. Lo que vio al entrar lo dejó inmóvil.Hayley estaba allí, dormida sobre la cama. Su cabello caía en ondas desordenadas alrededor de su rostro, y su pecho subía