Evan esperaba pacientemente en el interior de su coche, observando el reloj con creciente inquietud. Su esposa no había regresado como le había prometido, y la preocupación comenzó a apoderarse de él. Tras unos segundos más de duda, salió del vehículo con decisión. Algo no estaba bien.El frío del pasillo del edificio lo recibió mientras caminaba hacia el mostrador principal. La mujer detrás de la recepción levantó la vista y su rostro se iluminó al instante. No era todos los días que tenía frente a ella al renombrado Evan Bourousis, el arquitecto más solicitado de la ciudad.—Disculpe, ¿ha visto a mi esposa? Es una mujer castaña, lleva ropa casual —preguntó con tono firme, aunque sin perder la cortesía.La recepcionista asintió rápidamente, aún algo embelesada por su presencia.—Ha subido junto con una residente del edificio —respondió sin titubeos, incluso indicándole el número del departamento sin que él lo pidiera.Evan agradeció con una inclinación leve de cabeza, ignorando la so
Llegar a casa jamás se había sentido tan pesado como en aquel momento. Hayley apenas podía procesar la magnitud de lo que acababa de suceder. Su propia hermana, la había arrastrado a una situación que ahora parecía insostenible. ¿Cómo había sido capaz de actuar con tanto egoísmo y vileza? Todo por la simple razón de no tener el respaldo de Hayley ante aquella relación que mantenía con Alexander Hughes. Claro que no la apoyaría. Nunca. Ser la amante de un hombre casado era repugnante, una decisión denigrante que jamás habría imaginado de Hanna. Lo peor de todo era que ese capricho no solo estaba destruyendo el matrimonio de su amiga Kenia, sino que ahora también arrasaría con la vida de aquella criatura inocente que ella llevaba en su vientre. Sentía un nudo en el estómago solo de pensar en ello.Un ruido la sacó bruscamente de sus pensamientos. —¿Ibas a decírmelo alguna vez? —La voz de Evan resonó desde el umbral de la sala, helada como una hoja de acero, cortando el aire entre ell
Evan había informado a sus padres de la situación esa misma noche, y la reacción no se hizo esperar. Su padre, Stephen, estaba indignado, casi furioso, al enterarse del engaño perpetrado por Jacob Hamilton. Ese hombre no solo había mentido descaradamente, sino que había involucrado a su propia hija en un acto tan despreciable para salvarse a sí mismo. Para Stephen, estaba claro que ese hombre no tenía reparos en usar a sus hijas como piezas de un juego para resolver sus problemas financieros. Pero saber que, además, le habían entregado a la hija menor en lugar de la mayor era un insulto que no pensaba tolerar.En la sala, Stephen aguardaba junto a su esposa. Ella, aunque también se sentía traicionada por la joven que había logrado ganarse su aprecio en tan poco tiempo, mantenía una calma exterior que contrastaba con la tormenta de emociones que se agitaba en su interior. Su mirada estaba fija en el suelo, pero sus pensamientos eran un torbellino de dudas y decepción.Stephen, incapaz
Habían transcurrido varias semanas desde la última vez que Hayley había puesto un pie en la imponente mansión de los Bourousis, y desde entonces no había vuelto a coincidir con Eleonor. Su ausencia en las habituales reuniones sociales organizadas por las damas en la residencia de los Hughes resultaba, cuanto menos, desconcertante para la joven. En más de una ocasión, había considerado preguntarle a Evan por su madre, pero él parecía evitar cualquier tipo de interacción con ella. Su rutina era un misterio, cuando despertaba por las mañanas, él ya había salido rumbo a la empresa, y al anochecer, regresaba muy tarde, siempre con la excusa de los interminables proyectos que requerían su atención. Sin embargo, desconocía este detalle y había llegado a una amarga conclusión.Tal vez Evan simplemente prefería quedarse trabajando con tal de no soportar su compañía. Reconocía que, en el fondo, él tenía razones de sobra para distanciarse de ella. Su mentira había sido grave, y no sería sencil
Hayley acababa de salir del edificio cuando Jared apareció en su camino, acompañado por Debby y otra chica que recordaba vagamente como parte del equipo de redacción. Su intuición no fallaba: seguramente iban a invitarla a los planes que habían estado comentando durante el día. Había escuchado sobre un club nocturno que, según ellos, prometía ser la mejor opción para pasar un buen rato.—¿Qué harás más tarde? —preguntó Jared, esbozando su característica sonrisa coqueta. Antes de que pudiera responder, añadió con un tono burlón—. Y no nos salgas con que tu esposo no te deja salir. Si es así, deberías considerar el divorcio. Tengo contactos...Hayley rodó los ojos con una mezcla de exasperación y diversión. Sin embargo, antes de que pudiera responder, Debby intervino con los ojos brillando de curiosidad.—¿Estás casada? —preguntó, sorprendida.—Sí, lo estoy —afirmó Hayley con un tono neutro, evitando dar más detalles—. Y, para que lo sepan, claro que puedo salir sin su permiso. Mi espos
Evan se encerró en su despacho, tratando de disipar el cúmulo de emociones que lo invadían. Había intentado concentrarse en los documentos que yacían apilados sobre su escritorio, pero cada palabra que leía se desvanecía en su mente, eclipsada por la imagen de Hayley. La había visto marcharse con ese hombre, y lo había hecho tan descaradamente, sin importar que él estuviera allí, observándola con incredulidad. Frustrado, se levantó de la silla y caminó hacia la pequeña mesa donde guardaba su licorera. Con movimientos mecánicos, se sirvió una copa de whisky; el líquido ámbar chispeó bajo la luz tenue que iluminaba el despacho. Dio un sorbo largo, dejando que el ardor del alcohol quemara su garganta, como si así pudiera mitigar el fuego que sentía en el pecho. Pero no surtió efecto. La furia seguía ahí, latiendo con fuerza, mezclada con una punzada de algo que no quería admitir; Celos."¿Cómo podía ser tan osada?", pensó, apretando los dientes. Hayley no solo había roto una de las regl
Jared alzó las cejas, desconcertado, pero antes de que pudiera responder, Hayley carraspeó, arrastrando las palabras.—¿Q-qué haces aquí, Evan? —balbuceó, tambaleándose hacia un lado. Su equilibrio era precario, y él reaccionó por reflejo, sosteniéndola antes de que cayera al suelo.El pelinegro apretó los labios, luchando por mantener la calma. Su mirada pasó de ella al hombre que seguía allí, observándolo con una mueca de ligera diversión.—Te llevaré a casa —declaró, su tono frío pero decidido—. Es tarde, y estás completamente ebria.Sus ojos se posaron entonces en los dos acompañantes, analizándolos con la misma intensidad que un depredador evalúa a su presa. No se molestaron en disimular su incomodidad, aunque el moreno intentó mantener una actitud relajada.—¿Así que tú eres su esposo? —preguntó el hombre, una sonrisa burlona curvando sus labios.—Así es. Y tú, ¿quién demonios se supone que eres? —respondió Evan, con una frialdad que helaba el aire a su alrededor.—Soy Jared, y
Los primeros rayos de sol se filtraron con intensidad a través de las cortinas, golpeando el rostro de Hayley y obligándola a abrir los ojos lentamente. La luz era implacable, y el malestar que recorría su cuerpo no le permitió seguir durmiendo. Con un gesto automático, llevó las manos a su frente y comenzó a masajearla, intentando aliviar el dolor punzante que palpitaba en su cabeza, como si en cualquier momento fuera a estallar. Un gemido ahogado escapó de sus labios al no poder soportar la presión, mientras el sabor amargo y seco en su boca le recordaba la cantidad de alcohol que había ingerido la noche anterior.Se incorporó con dificultad, y al bajar la mirada, su respiración se detuvo por un instante. Su vestido negro había desaparecido, y solo llevaba puesta su ropa interior. Sus ojos se abrieron desmesuradamente, y un escalofrío de vergüenza recorrió su cuerpo.—¡Oh, por Dios! —exclamó, llevándose las manos al rostro.Los recuerdos de la noche anterior comenzaron a golpearla c