Evan había informado a sus padres de la situación esa misma noche, y la reacción no se hizo esperar. Su padre, Stephen, estaba indignado, casi furioso, al enterarse del engaño perpetrado por Jacob Hamilton. Ese hombre no solo había mentido descaradamente, sino que había involucrado a su propia hija en un acto tan despreciable para salvarse a sí mismo. Para Stephen, estaba claro que ese hombre no tenía reparos en usar a sus hijas como piezas de un juego para resolver sus problemas financieros. Pero saber que, además, le habían entregado a la hija menor en lugar de la mayor era un insulto que no pensaba tolerar.En la sala, Stephen aguardaba junto a su esposa. Ella, aunque también se sentía traicionada por la joven que había logrado ganarse su aprecio en tan poco tiempo, mantenía una calma exterior que contrastaba con la tormenta de emociones que se agitaba en su interior. Su mirada estaba fija en el suelo, pero sus pensamientos eran un torbellino de dudas y decepción.Stephen, incapaz
Habían transcurrido varias semanas desde la última vez que Hayley había puesto un pie en la imponente mansión de los Bourousis, y desde entonces no había vuelto a coincidir con Eleonor. Su ausencia en las habituales reuniones sociales organizadas por las damas en la residencia de los Hughes resultaba, cuanto menos, desconcertante para la joven. En más de una ocasión, había considerado preguntarle a Evan por su madre, pero él parecía evitar cualquier tipo de interacción con ella. Su rutina era un misterio, cuando despertaba por las mañanas, él ya había salido rumbo a la empresa, y al anochecer, regresaba muy tarde, siempre con la excusa de los interminables proyectos que requerían su atención. Sin embargo, desconocía este detalle y había llegado a una amarga conclusión.Tal vez Evan simplemente prefería quedarse trabajando con tal de no soportar su compañía. Reconocía que, en el fondo, él tenía razones de sobra para distanciarse de ella. Su mentira había sido grave, y no sería sencil
Hayley acababa de salir del edificio cuando Jared apareció en su camino, acompañado por Debby y otra chica que recordaba vagamente como parte del equipo de redacción. Su intuición no fallaba: seguramente iban a invitarla a los planes que habían estado comentando durante el día. Había escuchado sobre un club nocturno que, según ellos, prometía ser la mejor opción para pasar un buen rato.—¿Qué harás más tarde? —preguntó Jared, esbozando su característica sonrisa coqueta. Antes de que pudiera responder, añadió con un tono burlón—. Y no nos salgas con que tu esposo no te deja salir. Si es así, deberías considerar el divorcio. Tengo contactos...Hayley rodó los ojos con una mezcla de exasperación y diversión. Sin embargo, antes de que pudiera responder, Debby intervino con los ojos brillando de curiosidad.—¿Estás casada? —preguntó, sorprendida.—Sí, lo estoy —afirmó Hayley con un tono neutro, evitando dar más detalles—. Y, para que lo sepan, claro que puedo salir sin su permiso. Mi espos
Evan se encerró en su despacho, tratando de disipar el cúmulo de emociones que lo invadían. Había intentado concentrarse en los documentos que yacían apilados sobre su escritorio, pero cada palabra que leía se desvanecía en su mente, eclipsada por la imagen de Hayley. La había visto marcharse con ese hombre, y lo había hecho tan descaradamente, sin importar que él estuviera allí, observándola con incredulidad. Frustrado, se levantó de la silla y caminó hacia la pequeña mesa donde guardaba su licorera. Con movimientos mecánicos, se sirvió una copa de whisky; el líquido ámbar chispeó bajo la luz tenue que iluminaba el despacho. Dio un sorbo largo, dejando que el ardor del alcohol quemara su garganta, como si así pudiera mitigar el fuego que sentía en el pecho. Pero no surtió efecto. La furia seguía ahí, latiendo con fuerza, mezclada con una punzada de algo que no quería admitir; Celos."¿Cómo podía ser tan osada?", pensó, apretando los dientes. Hayley no solo había roto una de las regl
Jared alzó las cejas, desconcertado, pero antes de que pudiera responder, Hayley carraspeó, arrastrando las palabras.—¿Q-qué haces aquí, Evan? —balbuceó, tambaleándose hacia un lado. Su equilibrio era precario, y él reaccionó por reflejo, sosteniéndola antes de que cayera al suelo.El pelinegro apretó los labios, luchando por mantener la calma. Su mirada pasó de ella al hombre que seguía allí, observándolo con una mueca de ligera diversión.—Te llevaré a casa —declaró, su tono frío pero decidido—. Es tarde, y estás completamente ebria.Sus ojos se posaron entonces en los dos acompañantes, analizándolos con la misma intensidad que un depredador evalúa a su presa. No se molestaron en disimular su incomodidad, aunque el moreno intentó mantener una actitud relajada.—¿Así que tú eres su esposo? —preguntó el hombre, una sonrisa burlona curvando sus labios.—Así es. Y tú, ¿quién demonios se supone que eres? —respondió Evan, con una frialdad que helaba el aire a su alrededor.—Soy Jared, y
Los primeros rayos de sol se filtraron con intensidad a través de las cortinas, golpeando el rostro de Hayley y obligándola a abrir los ojos lentamente. La luz era implacable, y el malestar que recorría su cuerpo no le permitió seguir durmiendo. Con un gesto automático, llevó las manos a su frente y comenzó a masajearla, intentando aliviar el dolor punzante que palpitaba en su cabeza, como si en cualquier momento fuera a estallar. Un gemido ahogado escapó de sus labios al no poder soportar la presión, mientras el sabor amargo y seco en su boca le recordaba la cantidad de alcohol que había ingerido la noche anterior.Se incorporó con dificultad, y al bajar la mirada, su respiración se detuvo por un instante. Su vestido negro había desaparecido, y solo llevaba puesta su ropa interior. Sus ojos se abrieron desmesuradamente, y un escalofrío de vergüenza recorrió su cuerpo.—¡Oh, por Dios! —exclamó, llevándose las manos al rostro.Los recuerdos de la noche anterior comenzaron a golpearla c
No estaba segura de cuánto tiempo había dormido, pero al despertar, se sintió renovada, como si la resaca y el malestar de horas atrás no hubieran existido. Una energía inesperada recorría su cuerpo. Se incorporó lentamente, estirando los brazos con suavidad, y su mirada se dirigió al espejo que colgaba en la pared. Esta vez, su reflejo le devolvía una imagen mucho más decente. Su rostro limpio, sin rastro del maquillaje corrido, y su cabello, aunque algo alborotado, lucía más presentable. Satisfecha, alisó la tela de su camisa arrugada con las manos y decidió salir de la habitación.En la cocina, encontró una nota de Noelia junto a una bandeja cubierta. La caligrafía pulcra de la empleada doméstica le explicaba que había preparado el almuerzo y que solo debía calentarlo, ya que seguramente estaría frío para cuando despertara. Había intentado despertarla antes de marcharse, pero Hayley no había reaccionado.Una sonrisa se dibujó en sus labios. Era consciente de que Noelia no solía tra
Durante toda la velada, Evan permaneció a su lado, aunque parecía más taciturno de lo habitual. Su presencia, sin embargo, lograba mitigar la sensación de soledad y la incomodidad que Hayley sentía en aquel entorno al que no estaba acostumbrada. Los asistentes, en su mayoría magnates de renombre, se regodeaban de sus títulos y cargos. Sus actitudes altaneras y soberbias creaban una atmósfera de superioridad, como si cualquier persona fuera de su círculo fuera irrelevante.Aunque Hayley había sido presentada a algunos de ellos, no podía evitar sentir que la cortesía que le ofrecían era superficial, motivada únicamente por el hecho de ser la esposa de un Bourousis. Si no fuera por esa conexión, estaba segura de que recibiría miradas de desprecio, como la que le lanzaba una mujer rubia de ojos grises que no apartaba los ojos de ella. Aunque, al observarla mejor, parecía que el verdadero objeto de su interés era el hombre que estaba a su lado.Evan, por su parte, parecía completamente aje