REGINA El miedo me paraliza, pero me puede más el hecho de que los ojos de Ronan no se aparten de Emir, quien balbucea sin llorar en cuanto lo vio, cada fibra de mi cuerpo tiembla de un modo que altera mi sistema, creo que estoy al borde del colapso cuando le apunto con un arma a Ronan, el padre de mi hijo. Mi vena vengativa me dice que le dispare y que acabe con todo de una vez por todas, pero… por otra parte, siento el imperioso deseo de darme la vuelta y salir corriendo, aunque no vaya a llegar demasiado lejos. Mi padre no tiene idea de que me he escapado de Italia y he venido hasta Rusia para recuperar a mi bebé. En cuánto supe que Ronan era quien estaba detrás de esto, me escabullí y ahora estoy aquí, aunque por raro que parezca, Liam se comunicó conmigo, no tengo idea de cómo haya encontrado mi número se celular, pero lo hizo, así que Kendra y mi hijo estaban con ellos. —¿Qué? —me cuestiona. Estábamos por escapar, hasta que apareció Ronan y lo arruinó todo, el ambiente
REGINALa cabeza me duele, al igual que mi cuerpo, camino de un lado a otro con la esperanza de tranquilizar mis nervios, pero no sucede nada, al contrario, creo que esto se me está yendo de las manos, ni siquiera le avisé a mi padre, aunque estoy segura de que él mismo se encargará de deducir en dónde estoy ahora mismo. Eso no es lo que me preocupa aunque sí mantiene mi mente maquinando, es el hecho de que no sé nada de Emir, el no tenerlo entre mis brazos hace que me esté volviendo loca, estoy a nada de romper todo lo que está a mi alrededor, mostrando mi desesperación, cuando la puerta se abre de par en par. Kendra aparece con mi bebé llorando en brazos, el alma me regresa al cuerpo de inmediato. —Gracias, gracias —repito mientras tomo a mi hijo en mis brazos. Enseguida, él cesa el llanto poco a poco, sus ojos me enfocan y parece que se tranquiliza.—¿En dónde estaban? —le pregunto a Kendra mientras vuelvo a la cama. Me siento en una de las esquinas y me preparo para darle de
RONANObservo a Regina, la mujer de la que nunca me he podido olvidar, la mujer que sigo amando pese a que me quise obligar a odiar, sedarla no era parte de mi plan, pero sabía que algo así sucedería si aparecía Alexei, ¿la razón? Necesitaba que ella descansara y porque no quería interrupciones cuando me enfrentara a mi padre. Quien no se puso nada contento con mi decisión de casarme con ella, mucho menos con el hecho de que tuviéramos un hijo y por consiguiente, él un nieto con su sangre. Cierro los ojos y me concentro en repetir nuestro encuentro con la verdad. —Errores, eso es lo que has estado cometiendo últimamente —dice en cuanto entramos a su despacho, no al mío. Se toma el tiempo para servirse un trago, dejándose caer sobre su silla de cuero, clavando sus ojos sobre mí. —¿Algo que me quieras decir? —se limita a preguntar. —Tal vez debería decir lo mismo —me siento delante de él—. Contacto que no solo te atreviste a atacar la fortaleza de los Lombardi y echarme la culpa de
REGINALos recuerdos de lo sucedido golpean mi mente con furia, siento que todo me va a estallar y no puedo hacer nada al respecto. Poco a poco abro los ojos cuando sueño con los ojos penetrantes del padre de mi hijo, y del padre del hombre al que amo y odio al mismo tiempo. Lo primero que veo es el techo, lo conozco. Poco a poco me incorporo, el temor de que me hayan alejado de Emir, hace que despabile, que abra los ojos con rabia y mi corazón se acelere. —Por fin despiertas, Regina. La voz de Kendra llega hasta mis oídos. Para cuando volteo, ella está cargando a Emir en sus brazos, me levanto tan rápido como puedo hasta que me lo da y le lleno de besos el rostro. —Él está bien, solo has dormido un par de horas —me explica—. Ronan parece ser que no quiere hacerle daño a su propio hijo. —¿Y es por eso que me ha desafiado y me ha inyectado? —frunzo el ceño. Observo a Emir, quien solo abre los ojos un par de segundos antes de volverlos a cerrar. —Bueno… según lo que me dijo Liam
REGINA—Estás loca. La voz alterada de Liam a mis espaldas, eriza mi nuca, Kendra nos mira de hito en hito con la sorpresa en su rostro. —¿Qué sucede aquí? —inquiere con cautela. —Dile a tu amiga que es una locura entregarse a Dante Tachibana, el líder Yakuza —habla Liam con una mueca de dolor debido a la herida de bala que le curó Kendra—. Por Dios, tienes un hijo, Emir no se puede quedar sin la protección de ninguno de sus padres. Sé que tiene razón, sin embargo, si no hago nada, lo más probable es que se quede sin ninguno de sus padres. —Estaré bien, le gusto, no me hará daño —termino de guardar lo que necesito en una pequeña maleta de viaje—. Tengo que ir para que liberen a mi padre y a Ronan. —Él no quisiera eso —niega con la cabeza. —Bueno, lo que él quiera o no, sinceramente no es mi problema, la única realidad es que aunque haya aceptado casarme con Ronan, no he firmado nada, por lo que sigo siendo una Lombardi, les guste o no —arguyo sintiendo como la sangre bombea por
PUNTO DE REENCUENTROREGINAMe parece que no logro entender lo que dice hasta que trata de colocarme el hermoso anillo con un diamante tan grande, que hace que retroceda. Le miro a los ojos, aparto mi mirada y mano de él, haciendo que se ponga de pie y cierre de nuevo la caja con el anillo dentro. —¿Esa es tu reacción? ¿De verdad? —brama de tal modo que me eriza la piel. —¿Qué más esperabas? Ni siquiera te conozco —replico dando dos pasos más hacia atrás, con la intención de mantener nuestras distancias. —Pues no esto, queda claro, aunque te doy un punto por el hecho de que tienes razón, no te conozco ni tú a mí. Tomo una larga bocanada de aire. —Vine por mi padre, no estoy aquí por gusto, no me voy a casar contigo —susurro.—¿Segura? Puedo hacer que cambies de opinión —ladea una sonrisa de media luna—. Esta noche, quiero que cenes conmigo, es especial. —No —me cruzo de brazos—. Dame a mí padre y me iré. Dante suelta una risa que no tiene nada que ver con las que en el pasado m
REGINALa molestia hace que no aparte los ojos de mi padre, quien trata de aparentar que no le duelen las heridas, los golpes, o incluso los cardenales rojo sangre que adornan sus muñecas, Dante corta un fino pedazo de carne, actuando como si nada estuviera pasando, no puedo hacerlo, ver los platos llenos de comida, hace que me den náuseas, como una broma personal, Dante ordenó que delante de Alexei, Ronan y mi padre, pusieran platos llenos con la misma comida que él está degustando. —¿Acaso no piensas comer? —me pregunta fijando sus fríos ojos sobre mí, sin dejar de masticar su bocado. —No tengo apetito —reprimo mi disgusto. —Tienes que comer, esta cena la preparé especialmente para ti —arguye bebiendo ahora un poco de vino—. Si no es de tu gusto, puedo ordenar que te sirvan otra cosa, aunque eso sería un inconveniente si tengo que matar al chef esta noche, por no preparar algo que sea de tu agrado. Le miro mal. —¿Qué? —Dije que si no comes, mataré al chef —repite. Ambos nos q
REGINAEl miedo está haciendo estragos, mi sistema nervioso, no puedo creer que esté pasando esto, en cuanto las palabras de Dante toman la forma de una enorme realidad, las manos me sudan y el aire comprime mis pulmones, creo que he perdido la capacidad de hablar y de respirar al mismo tiempo. —Debes estar bromeando —mi voz sale como un lamento gutural e inconexo. —¿Por qué estaría bromeando? Me aferro al barandal de mármol frío que rodea la zona de manera circular, el frío cala hasta mis huesos. —Detén esto —pido sin apartar la mirada de las enormes bestias que se asoman a ver todo a su alrededor, hasta que localizan a sus objetivos—. Por favor. La presencia de Dante golpea mi espalda, se inclina hacia adelante y me susurra al oído, al tiempo que el calor que emana de su cuerpo, se filtra por nuestras ropas hasta causarme un escalofrío. —Me parece que el tiempo de lamentaciones y de súplicas ha terminado —huele mi cuello—. Delicioso, hueles demasiado bien, Regina. Me alejo de