Entró de un golpe y permaneció contra la puerta. Yo ya terminaba de arreglarme para bajar, Vanda había venido por Graciela hacía veinte minutos y la niña encantada se fue, tenían mucha afinidad.
–¿Y bien? –No dejé de verla, había vestido una braga de algodón color turquesa corta y sus piernas, unos de sus buenos atributos parecían estacas moldeadas y bronceadas, además que sus mejillas esa mañana lucían coloradas y algo más rellenitas, quizás el clima de Europa le sentaba muy bien a mi esposa. –¿qué quería tu mamá?
–¿Mi...mamá?
Traía una expresión de desconcierto o más bien de incredulidad.
–Pase por aquí por favor señor Joao–Le pedí saliendo del comedor, Graciela caminaba muy cerquita de mí y casi de mí y casi de inmediato apareció Vanda y se la llevó a jugar.–Me encantaría quedarme más tiempo Yvonne–Dijo galante dedicándome una mirada cautivadora. –verte ha sido algo muy bueno.Muy cerca venía mamá escuchando todo atentamente, no había nada que ocultar caminamos rumbo a la entrada.–A mí también me dio mucho gusto verlo y poder ayudar, no he venido a eso pero es mi deber ayudar a papá.–Tu llegada aquí es parte de arreglar los asuntos de la empresa. –Lo
Esta vez cuando llegamos al edificio había alguien esperándonos, un joven para variar, Fernando se bajó con facilidad y casi al instante se quitó el casco.–Buena moto. –le dije bajando también y entregándole las llaves al joven.–Me gustó, aunque no lo creas es mi segunda vez, la primera fue con papá cuando tenía como diez años.–Lo has hecho muy bien. –Me quité el casco también y me dispuse a seguirlo. Frente a nosotros apareció la ex secretaria de mi esposa, Adriana seria como la recordaba del día anterior pero cordial. Le sonreí como saludo, ella susurró unos buenos días y después se dirigió a Fernando.
María de Lourdes ya casi no recordaba cómo era abrir la puerta de su apartamento. Lo cierto fue que pudo abrirlo y se quedó parada en la entrada mirando hacia el interior con el bolso, mediano colgando en el hombro. Cuando se decidió a entrar la rabia regresó para tomar fuerzas dentro d ella. Entró, tiró la puerta y soltó el bolso. Le parecía imposible que su padre le pidiera que regresara a su casa, aquí, en este lugar solitario, lleno de malos recuerdos. No tenía idea de cuándo fue la última vez estuvo en el interior de su apartamento pero todo seguía igual, tal cual, limpio y ordenado, decorado de manera moderna con colores entre violeta y blanco, 125 metros cuadrados de comodidad pero también de soledad, desde ahí adentro comenzó a sentir la soledad por parte de Antonio.
Acompañé a Graciela en su siesta minutos después que Yvonne saliera de la habitación y logré descansar. Traté de olvidar lo que había visto, imposible. Estaba ahí, sin embargo, y con la gran posibilidad de que tuviera que volver a verlo, después de todo esta era la casa de sus suegros.Salí a uno de los balcones de la casa poco rato después con Graciela, corría brisa así que era perfecta. Una de las muchachas del servicio me dio un aperitivo y compartí con la bebé, ella la pasaba bien, la visita aquí era de lo mejor y lo disfrutaba. Le pasaba los juegos a Graciela mientras observaba los alrededores, Yvonne tenía razón, siempre la tuvo, claro que Betel no tenía el aspecto de todo esto pero allá ella consiguió el afecto que aquí no, el ca
Aproveché el sueño de Graciela para bajar a hablar con mi padre. Me ardían los ojos y me dolía la cabeza, sólo esperaba no encontrar a mamá en el camino, la escena que viviéramos hace un rato resultó espantosa, la forma en que me miraba Ensuan era tan distante, tan que no me perdonaba que no sabía que hacer ahora. Él no estaba en Betel en donde se sintiera dueño y amo de todo y yo a pesar de estar en mi tierra me sentía mucho más ajena, sentía que mi verdadero suelo estaba allá, a miles de kilómetros y era imposible moverme y llegar, hacían falta algunos factores con los que no contaba en ese preciso momento.Fui directamente a la habitación de papá, con pasos lentos como si llevara peso en los pies. Había alguien con él en la recámara,
–Si está segura Graciela atrás Yvonne pero igual reduce la velocidad. –Le pedí por segunda vez mientras nos movíamos por una autopista hacia un centro de salud que ella conocía. En realidad, después de tomar agua Graciela había comenzado a dormitar, su madre se tomó el resto de la botella como una sedienta.–No voy corriendo, es sólo que tu no vas al volante.– ¿Por qué tan ansiosa? Podemos...puedes estar equivocada. –Recorrí sus manos en el volante, luego sus brazos trigueños y bien torneados, llegué luego a su pecho, brillaba sudado, subía y bajaba a prisa.–Debo saber si estoy esperando un hijo...tuyo.– ¿Ahhh mío? –Me sorprendió y me encontré asegurando mi cinturón.–Sí, ¿de quién más? –Casi gritaba ajustando el volante
Aire. Aire era lo que necesitaba para saber que estaba vivo, y eso lo tomaba. Aire. Estaba tan frío, su visión nublada, el corazón muy agitado, la garganta muy seca, casi llena de una tierra fantasma, las manos entumecidas como el resto de su cuerpo frío, ese aire era tan poquito pasando por sus vías, todo era muy extraño ahora, como se sentía no se había sentido jamás, era estar ahí pero no estar. A escasas horas o tal vez eran muchas horas de haber sido apuñalado por su esposa.Cuando cayó al piso del baño si acaso sus oídos quedaron medio despiertos, el cuchillo muy filoso entró y salió. María de Lourdes era derecha, pequeña,con la fuerza del odio si, y eso lo hizo sangrar mucho, también le dolía pero con lo poco de energía que le quedaba, sin contar que no podía apoyar las piernas por el terrible dolor que esto le produc
Cerré la ventana de la habitación, había comenzado a refrescar y necesitaba calma para realizar la llamada y dar la grandiosa noticia.Acomodé a Graciela en la cuna, me arreglé el cabello y después de marcar el número esperé. Yo tenía señal perfecta, esperaba que Isabel también. ¿Qué estaría haciendo ella ahora mismo? ¿Le sorprendería mi llamada, sabría para qué? Ella era muy perceptiva,¿qué consejo me daría? Porque yo quería volver a Betel y vivir esto con ella, con la gente de allá, las niñas maravillosas que eran mis amigas, los chicos, hasta los trabajadores y las mascotas debían enterarse que pronto en Betel otro pequeño jugaría y que sus hijos tendrían un futuro en las tierras que tanto les gustaba trabajar.–¡Isabel!– Le grité cuando por fin ate