Desde que arrancásemos el silencio reinó dentro del vehículo. Fernando no escatimó en la velocidad, cosa que le agradecí. Atrás Graciela tomaba fuerte por el cuello a Adriana, sin conocerla. Estaba asustada. Vanda por su parte, miraba en todas las direcciones.
–Fernando ¿Cuántos carros viste a tu llegada? –Le preguntó estirando el cuello fuera de la ventana viendo a lo lejos la entrada donde el enorme árbol recibió el impacto.
–Sólo el de María de Lourdes.
–Hay otro muy cerca desde aquí puedo verlo.
Saqué la cabeza por mi ventanilla y vi el auto.
–Quizás fue alguien que quiso auxiliarlos. –Comentó Adriana, su tono era de gran preocupación.
–No, ese es el carro donde José se llevó a Yvonne. ¡Para Fernando!
Se detuvo de golpe y bajé, ellos me si
María, con toda su frustración, dio un batazo a Vanda y la obligó a caer. Grité y traté de atajarla pero a pesar de que logré rozarla, sólo rozarla,cayó al suelo, empujada también por María que venía por elsegundo impacto como si se tratara de una piñata.–¡Nooo! –Metí la mano y recibí parte del golpe que iba directo a la cabeza de Vanda.¿Qué pretendía hacer mi hermana? ¿Convertirse en una asesina enserie? No dudé entonces que Antonio estuviese muerto, María venía con todo.–¡Muéranse ya!–¡María!Cuando te cuentan algo así, al principio no lo crees y luego piensas que hubieses hecho tú.Varias teorías abordan tu mente, juzgamos los otros comportamientos.Decidimos que hubiese sido mejor en ese momento. Lo cierto es que existen situacion
Un bate. Las luces del auto alejándose. El sonido de los huesos de sus manos quebrarse. La detonación de un arma. ¡Salte! Estaba solo en la habitación del cómodo departamento de Adriana.Seguramente Yvonne se quedó hablando sola después que llegamos del hospital y me recosté en la cama mientras ella le daba una compota a Graciela.Me estaba conversando algo sobre su madre, o sea, Vanda.Había sido mi idea que se fuera a Betel con nosotros, no era justo que se quedara con un futuro incierto ahora que conocíamos la verdad. De hecho era parte e la felicidad que necesitaba Yvonne para nunca más extrañar Madeira.Con los días el calor había disminuido y el clima ahora templado me agradaba.Continué sentado en la orilla de la cama, los últimos días habían resultado una pesadilla familiar, algo que pudo haber terminado muy mal y que
Con mucho gusto hubiese permanecido en la cama. Retozando después de por poco perder el peinado con cintillo que con tanto esmero me había hecho Vanda, osea, mi madre. Mi verdadera madre, mi real madre, la de verdad, no Gracia, Vanda.Significaba más que un ejercicio sentimental uno mental. Vivir toda una vida con la imagen de una madre y poder llamarla ahora por su nombre, o peor aún, no querer pronunciar ni siquiera su nombre era peor que las contusione ssufridas.Vanda, llevaba en brazos a su nieta que miraba y señalaba todo a su paso desde la entrada con cadenetas de flores y papeles alegóricos. Una abuela muy bien arreglada gracias a Fernando que le compró un vestido verde gua y pidió a Adriana que la peinara hasta que su castaño cabello brillara. Mi antigua secretaria nos maquilló a las dos. La manera en que lo hacía me hizo recordar a Andrea cuando nos arreglaba a Isabel y a mí,
Una vez que la tomé por el cuello y la apreté volví a respirar. Su falta de aire era mi oxígeno.No había mucho de heroísmo en eso, lo sé. Pero si me consideraban un salvaje este era el momento para demostrar que si podía llegar a serlo.No tengo idea que hacía mi cuñada mientras crecía, pero era buena con las ideas de autos,bates, las manos y ahora las armas. Cuando apuntó a mí no me tuvo mala puntería, yo me cubrí con la Virgen subida a un altar. El disparo le voló una mano. Todos se echaron al piso y quedé descubierto. Mi cuñada viendo que me escondí apuntó a su esposo y éste miró a la derecha, luego a la izquierda, pensó en Yvonne y mi hija en aquel momento en el que casi pierde la vida él, en el que casi lo rematan, segundo intento. Su esposa se regodeaba viéndolo nervioso así que apro
Coloqué el segundo zarcillo en mi oreja mirándome al espejo. Pegaditos y brillantes haciendo juego con el delgado collar plateado y la luminosidad de mi vestido de fiesta negro para embarazadas que desean irse de fiesta.Pagamos cuatro habitaciones en un hotel de la ciudad para asistir a la boda de nuestro amigo Jasper. Mi embarazado estaba avanzado y a pesar deque me sentía muy bien, por las tardes solía dormir largas siestas.Comencé a tomar píldoras para la taquicardia y durante tres mesessufrí de terribles pesadillas. El niño se portaba muy bien dentro en mi panza, sin embargo, yo no era la misma desde que regresáramos de Madeira. Tomé la pintura roja para darle color a mis labios, era laesposa del padrino y debía destacar después de la novia.Enla habitación contigua estaban mi madre e Isabel, ambas lucirían hermosas con sus atuendos esa noche. En el piso de abajo esta
Fernando cerró la puerta del auto frente al volante. Miró al frente, gente iba y gente venía en el aeropuerto. Su hermana despegaba lejos ya y sin ninguna esperanza de verla regresar, ¿para qué? Había sido realmente traumático y se sentía culpable, ayudó en cierta forma en que los planes de su padre se cristalizaran, tener a Yvonne de nuevo en Limongi hubiese sido fantástico, un descanso, una seguridad de que todo saldría bien. Hasta intento seducir a Ensuan y se sorprendió al notar que a pesar de que todo podía hacerlo, él no deseaba eso, quería regresar a Betel.Sintió la respiración de Adriana a su lado. No es que la estuviese ignorando pero ahora tocaba dar explicaciones, durante esos tres días casi no habían hablado, apenas se encontraban y solucionaba
Los días pasaban con enorme rapidez últimamente.Cuidar a una niña no era tarea fácil, trabajar para mi hermano, como siempre, era estresante, conseguir señal últimamente para comunicarme mucho más difícil, así que en cuanto amanecía procuraba aprovechar al máximo el día. Atendía a Graciela si era la primera en despertar pero si no era así, le dedicaba tiempo a mi esposo. Hacerlo seguía siendo un placer y ahora más, que a petición mía llevaba tres meses sin tocar su barba y ésta estaba poblada, a veces enredada, suave, con hebras rojas que me raspaban no sólo la boca, sino también el cuerpo. Verlo desde arriba y oler su cabello cuando mis dedos se entrelazaban en él mientras besaba mis senos y seguía descendiendo era vivir en el
Algún ruido de afuera me despertó, era sábado y no tenía apuro en madrugar, desde que Graciela naciera le dedicaba gran parte de los fines de semana. Como estaba me asomé a la puerta y vi a dos de las mujeres de mi vida. La madre vestía aún su bata corta de dormir con otra encima abierta, los cabellos alborotados y los ojos chinos de dormir, durante la noche no se acercó a mí, las diferencias habían marcado distancia. La otra, aún con su pijama rosada fresca de ositos, comía con las manos unos pedazos de melón y miraba las expresiones simpáticas de su madre. Fui por una franela t salí con eso y el bóxer, de inmediato ambas me miraron, Graciela mostró sus dientitos afilados y extendió las manos.-Hola preciosa, te has quedado otra vez a dormir afuera-La saqué