No podía ocultar que estaba nerviosa. Decidí regresar a casa de inmediato. Graciela, mi pequeña Graciela no era una amenaza para nadie en la Madeira de la casa grande, entre los Teixeira y mucho menos para que se mantuviera el matrimonio de mi hermana, su continuidad matrimonial o la herencia sanguínea que estos pudieran desear dejar. Mi hija era sólo eso: la niña feliz de Betel, la amiga de Catalina, Irene y Georgina, la que Leo y Liborio cuidaban y consentían. ¡Era la hija de Ensuan! Y la nieta de una celosa abuela.
-No tienes por qué preocuparte de esa manera, no quise alterarte, sólo dejar claro que mi vida no ha sido fácil junto a tu hermana
-¿Y qué culpa podemos tener nosotros?
-¿Uste
Mentía. Sus pestañas rizadas, sus cejas pobladas, la onda de su cabello y su naricita bonita decían que mentía. Que ese Antonio algo más le dijo y ella le dijo a él, se bajó cuando vio que veníamos y ella no pudo detenerlo, aunque no quisiera detenerlo pero si necesitara una explicación. Pero a fin de cuentas ella mentía. Quizás él no mentiría.Después que vi a Graciela, conversé con mi suegro y tomé mi copa de vino portugués, de Madeira, cerquita de ahí pisando esas uvas. Fui al comedor guiado por mi cuñado que lucía cansado, con la misma ropa del día y una copa también. Y digo que él no mentiría, a Antonio me refiero, porque cuando Yvonne apareció con el cabello mojado, sólo máscara en las pesta&ntil
–¿Dónde vas Antonio? –Lo detuve cuando ya había abierto la puerta.–A mi casa.–Pensé que te quedarías a dormir aquí.–Pues...no.–¿Por qué? María te necesita.–Que venga conmigo.Traté de retenerlo por el brazo cuando giró para salir pero no se detuvo.–Antonio.–Nos vemos mañana en las tierras, llámame.Se fue y me dejó ah&iacut
Entró de un golpe y permaneció contra la puerta. Yo ya terminaba de arreglarme para bajar, Vanda había venido por Graciela hacía veinte minutos y la niña encantada se fue, tenían mucha afinidad.–¿Y bien? –No dejé de verla, había vestido una braga de algodón color turquesa corta y sus piernas, unos de sus buenos atributos parecían estacas moldeadas y bronceadas, además que sus mejillas esa mañana lucían coloradas y algo más rellenitas, quizás el clima de Europa le sentaba muy bien a mi esposa. –¿qué quería tu mamá?–¿Mi...mamá?Traía una expresión de desconcierto o más bien de incredulidad.
–Pase por aquí por favor señor Joao–Le pedí saliendo del comedor, Graciela caminaba muy cerquita de mí y casi de mí y casi de inmediato apareció Vanda y se la llevó a jugar.–Me encantaría quedarme más tiempo Yvonne–Dijo galante dedicándome una mirada cautivadora. –verte ha sido algo muy bueno.Muy cerca venía mamá escuchando todo atentamente, no había nada que ocultar caminamos rumbo a la entrada.–A mí también me dio mucho gusto verlo y poder ayudar, no he venido a eso pero es mi deber ayudar a papá.–Tu llegada aquí es parte de arreglar los asuntos de la empresa. –Lo
Esta vez cuando llegamos al edificio había alguien esperándonos, un joven para variar, Fernando se bajó con facilidad y casi al instante se quitó el casco.–Buena moto. –le dije bajando también y entregándole las llaves al joven.–Me gustó, aunque no lo creas es mi segunda vez, la primera fue con papá cuando tenía como diez años.–Lo has hecho muy bien. –Me quité el casco también y me dispuse a seguirlo. Frente a nosotros apareció la ex secretaria de mi esposa, Adriana seria como la recordaba del día anterior pero cordial. Le sonreí como saludo, ella susurró unos buenos días y después se dirigió a Fernando.
María de Lourdes ya casi no recordaba cómo era abrir la puerta de su apartamento. Lo cierto fue que pudo abrirlo y se quedó parada en la entrada mirando hacia el interior con el bolso, mediano colgando en el hombro. Cuando se decidió a entrar la rabia regresó para tomar fuerzas dentro d ella. Entró, tiró la puerta y soltó el bolso. Le parecía imposible que su padre le pidiera que regresara a su casa, aquí, en este lugar solitario, lleno de malos recuerdos. No tenía idea de cuándo fue la última vez estuvo en el interior de su apartamento pero todo seguía igual, tal cual, limpio y ordenado, decorado de manera moderna con colores entre violeta y blanco, 125 metros cuadrados de comodidad pero también de soledad, desde ahí adentro comenzó a sentir la soledad por parte de Antonio.
Acompañé a Graciela en su siesta minutos después que Yvonne saliera de la habitación y logré descansar. Traté de olvidar lo que había visto, imposible. Estaba ahí, sin embargo, y con la gran posibilidad de que tuviera que volver a verlo, después de todo esta era la casa de sus suegros.Salí a uno de los balcones de la casa poco rato después con Graciela, corría brisa así que era perfecta. Una de las muchachas del servicio me dio un aperitivo y compartí con la bebé, ella la pasaba bien, la visita aquí era de lo mejor y lo disfrutaba. Le pasaba los juegos a Graciela mientras observaba los alrededores, Yvonne tenía razón, siempre la tuvo, claro que Betel no tenía el aspecto de todo esto pero allá ella consiguió el afecto que aquí no, el ca
Aproveché el sueño de Graciela para bajar a hablar con mi padre. Me ardían los ojos y me dolía la cabeza, sólo esperaba no encontrar a mamá en el camino, la escena que viviéramos hace un rato resultó espantosa, la forma en que me miraba Ensuan era tan distante, tan que no me perdonaba que no sabía que hacer ahora. Él no estaba en Betel en donde se sintiera dueño y amo de todo y yo a pesar de estar en mi tierra me sentía mucho más ajena, sentía que mi verdadero suelo estaba allá, a miles de kilómetros y era imposible moverme y llegar, hacían falta algunos factores con los que no contaba en ese preciso momento.Fui directamente a la habitación de papá, con pasos lentos como si llevara peso en los pies. Había alguien con él en la recámara,