Alicia se quedó inmóvil, procesando sus palabras. Miró a Guillermo, quien simplemente inclinó ligeramente la cabeza en señal de respeto, pero no dijo nada.—¿Quedarte conmigo? —repitió Alicia, cruzando los brazos—. No entiendo por qué de repente decides venir.Stella dejó la maleta junto a la puerta y le lanzó una mirada llena de determinación.—Porque alguien tiene que cuidarte, Alicia. Mi hermano es un idiota, y no voy a quedarme de brazos cruzados mientras tú te enfrentas a todo esto sola, además, estás esperando a mi sobrino y quiero estar cerca de ti para evitarte el estrés. Y hacernos mutua compañía.Alicia soltó una risa amarga.—¿Y ahora decides preocuparte? No creo que Axel esté muy feliz con esto.Stella sonrió con un toque de desafío.—Pues él puede lidiar con eso. De todas formas, ¿no crees que es mejor tener compañía? Mira, traje a Guillermo también, para asegurarnos de que todo esté en orden y nos proteja de los intrusos.Guillermo alzó una ceja, pero no dijo nada. Alici
El rostro de Axel se endureció. Colgó sin decir nada más, se levantó de golpe y tomó su chaqueta. Miranda lo observó, desconcertada por su cambio repentino.—¿Qué pasó? ¿Algo malo? —preguntó, tratando de sonar casual.Axel le lanzó una mirada glacial antes de responder.—Tengo que irme. Nuestro asunto puede esperar.Sin más, salió de la oficina, dejando a Miranda sola, confundida y con una sensación de inquietud que no podía explicar.Entretanto, la sala de emergencias estaba en un estado de calma tensa, con médicos y enfermeras moviéndose eficientemente entre los pacientes. Alicia estaba recostada en una camilla, su rostro pálido y su cabello enmarcando su delicada expresión. A pesar de que intentaba mostrarse tranquila, el miedo la consumía por dentro. Sus manos, apoyadas sobre su vientre, temblaban ligeramente mientras su mente no dejaba de imaginar escenarios catastróficos.—Señora Thorne, vamos a hacerle una serie de exámenes para asegurarnos de que usted y el bebé estén bien —d
La luz tenue del atardecer se filtraba por las cortinas, bañando la habitación de Alicia con un resplandor melancólico. Stella se inclinó hacia adelante, observando con atención la expresión abatida de su cuñada.Los ojos de Alicia, normalmente brillantes, ahora parecían opacos, cargados de una tristeza que ella no podía soportar.—Voy a salir un momento —anunció Stella, levantándose de la silla junto a la cama. Su voz intentaba ser firme, pero había un temblor apenas perceptible.Alicia la miró, desconcertada por el repentino cambio de actitud.—¿A dónde vas? —preguntó con suavidad.—Solo a tomar aire, quizás te compre algo rico para que comas —respondió Stella, intentando sonreír.Sin embargo, la sonrisa no alcanzó sus ojos. Sin esperar una respuesta, salió de la habitación, cerrando la puerta con cuidado detrás de ella.El pasillo del hospital estaba tranquilo, pero Stella sentía que su interior era un caos. Sus pasos resonaron en el silencio mientras se dirigía a la salida, buscan
Las palabras de Stella golpearon a Axel como un puñetazo en el estómago. El ambiente en la oficina se tornó más pesado. Stella, de pie frente a él, estaba fuera de sí. Y Miranda esbozaba una mueca de disgusto reflejando su enojo, mientras sus manos temblaban por la rabia contenida.—¡Cállate, Stella! —ordenó Axel, con voz cortante y firme. Sus ojos fríos se clavaron en los de su hermana, proyectando una autoridad que no dejaba espacio a la discusión.—Si no te comportas, haré que te saquen de aquí.La amenaza no hizo más que avivar el fuego de Stella. Observó la ligera sonrisa que se formaba en los labios de Miranda, como si disfrutara del momento. Esa sonrisa fue la gota que colmó el vaso.—¡Tú! ¡Zorra descarada! —gritó, lanzándose sin pensarlo contra Miranda.En un abrir y cerrar de ojos, Stella sujetó el cabello perfectamente arreglado de Miranda y comenzó a jalárselo con tanta fuerza que la hizo caer en el suelo. La mujer gritó, intentando cubrirse mientras Stella seguía atacánd
Stella sintió cómo el tiempo se suspendía al contacto de los labios de Guillermo. Era suave, inesperado, pero lleno de una intensidad que parecía sacudirle el alma. Cerró los ojos, dejándose llevar por esa corriente que la atrapaba, permitiendo que la calidez del momento la envolviera por completo.Por un instante, todo el caos y la tensión del día desaparecieron. Era como si el mundo se hubiese detenido, dejando solo a ellos dos en ese rincón olvidado del pasillo.Alicia salió de su habitación, con una expresión cansada, pero curiosa al ver a Stella y Guillermo tan cerca.—¿Interrumpo algo? —preguntó, arqueando una ceja con un deje de diversión en su expresión.—No, para nada —respondió Stella apresuradamente, poniéndose de pie. —Solo estábamos... hablando.Guillermo se aclaró la garganta y adoptó su habitual postura profesional. —¿Necesita algo, señora Thorne?Alicia negó con la cabeza. —Solo quería un vaso de agua. Puedo ir yo misma.—Yo te lo traigo —se ofreció Guillermo, agrade
Los hombres se giraron hacia Stella, sus rostros reflejaban sorpresa y molestia. Era evidente que no esperaban ser interrumpidos.—No es asunto suyo, señorita. Estos perros son una molestia y deben irse de aquí —gruñó uno, con tono agresivo.Stella no vaciló. Se plantó frente a ellos, su postura firme y desafiante.—¿Molestia? —espetó, con una ceja arqueada—. Son seres vivos, no basura. Si tanto les incomodan, hay formas más humanas de alejarlos.El hombre frunció el ceño, claramente incómodo con las palabras de Stella. Pero antes de que ella pudiera responder, Guillermo dio un paso adelante, su figura imponente, añadiendo un peso silencioso pero efectivo a las palabras de Stella.—La señorita tiene razón. No hay necesidad de actuar con violencia —dijo Guillermo, su voz, aunque baja estaba cargada de autoridad.Uno de los perros, un cachorro con los ojos tristes y el pelaje lleno de lodo, avanzó hacia Stella con pasos cautelosos. Ella se inclinó y lo acarició con ternura, como si quis
Alicia sintió como si le hubieran echado un balde de agua fría. Las palabras de Miranda resonaron en sus oídos, haciendo que su corazón se acelerara aún más. Sin embargo, se esforzó por mantener la calma, enderezando su postura y mirando directamente a los ojos de la mujer frente a ella con una expresión de frialdad, aunque por dentro la llama de la ira había empezado a arder."¿Exesposa?", pensó Alicia, su mente trabajando a toda velocidad. "¿Acaso Axel ya ha iniciado los trámites de divorcio?", sin embargo, no estaba dispuesta a dejarse intimidar y mucho menos humillar por esa mujer.Se dio cuenta que había algo calculado en la forma en que se acercó, esa sonrisa medida, esa mirada que parecía buscar una grieta para colarse. Pero Alicia era fuerte, más de lo que incluso Axel podía imaginar. Enderezó los hombros, levantando la barbilla con una expresión de calma deliberada.—Creo que hay un error —respondió Alicia con voz firme, aunque por dentro sentía que temblaba—. Sigo siendo la
Miranda sostenía el teléfono con una sonrisa que reflejaba tanto triunfo como malicia.—Axel, querido —pronunció con dulzura calculada, sus palabras claramente dirigidas a Alicia, más que al hombre al otro lado de la línea.Alicia sintió un calor abrasador recorrer su cuerpo. Sus manos, que descansaban a los costados, se tensaron en puños, pero sus ojos permanecieron fijos en los de Miranda, fríos y desafiantes.—Sí, estoy aquí en el centro comercial —continuó Miranda en un tono que rozaba lo teatral—. Claro, siempre tengo tiempo para ti.Las palabras resonaban como cuchillos en los oídos de Alicia. Dio un paso hacia atrás, su mente, luchando por procesar lo que escuchaba. Pero antes de que pudiera alejarse por completo, Miranda volvió a hablar, elevando la voz lo suficiente para asegurarse de que Alicia escuchara cada sílaba.—¿Me estás invitando a cenar? ¡Qué detalle tan caballeroso, Axel! ¿Sabes que no puedo negarme a una invitación tuya?La risa de Miranda llenó el aire, cargada d