El viaje al hospital fue silencioso, pero cargado de emociones tensas. Axel conducía con la mandíbula apretada, sus manos firmemente sujetas al volante, mientras Alicia miraba por la ventana con el ceño fruncido. Stella estaba sentada en el asiento trasero, abrazándose a sí misma, sus ojos hinchados de tanto llorar.Axel no dijo una palabra durante todo el trayecto, pero su mirada se desviaba constantemente hacia Alicia, buscando cualquier señal de que estuviera herida. Su mente repetía una y otra vez la imagen del hombre arrastrándola por el vestíbulo. El miedo en sus ojos se había grabado como un eco imposible de silenciar, atormentándolo.Cuando llegaron al hospital, Axel no perdió el tiempo. Bajó rápidamente del coche y abrió la puerta para Alicia, ignorando por completo su mirada de enfado.—Vamos, necesitamos que un médico las examine —dijo con firmeza, extendiendo la mano para ayudarla a bajar.—¡No me toques! No necesito tu ayuda, Axel. Estoy perfectamente bien —respondió Al
Axel negó con la cabeza, una mezcla de resignación y ternura en sus ojos. Alicia no pudo evitar reír suavemente ante el gesto de su esposo.—Parece que esa jovencita nunca se cansa —comentó Alicia, poniendo los ojos en blanco.Axel suspiró y se inclinó ligeramente hacia ella antes de hablar.—Volveré enseguida. Es mejor que vaya a ver qué está tramando ahora.Alicia asintió, observando cómo su esposo salía de la habitación con pasos firmes y decididos. A pesar de su renuencia a que él le gustara más, debía admitir que sentía algo tranquilizador en su presencia, en la forma en que asumía la responsabilidad sin titubeos.Su sombra se desvaneció tras la puerta, dejándola con una sensación de ligera curiosidad sobre lo que estaba pasando en la habitación contigua. Incapaz de resistirse, Alicia se levantó con cuidado, asegurándose de que nadie estuviera mirando, y decidió seguirlo. "No puede ser algo tan importante como para que me lo cuenten, pero yo puedo averiguarlo sola” pensó, avanz
El ambiente en la habitación de hospital estaba cargado de tensión y emociones cruzadas. Stella permanecía sentada en la cama, con el rostro iluminado por un rubor que oscilaba entre la timidez y el desafío. Su confesión había caído como una bomba, rompiendo el silencio y dejando a los hombres de la habitación atónitos.Guillermo, siempre tan profesional y sereno, dio un paso hacia atrás, como si buscara distancia física de la situación que acababa de desatarse. Temía la reacción de su jefe y la incomodidad era evidente en su postura. Su mirada fija en el suelo denotaba cierto nerviosismo, pero sus labios se curvaron ligeramente en una sonrisa de cortesía.—Señorita, no diga esas cosas —respondió con voz firme, pero educada—. Tenemos estatus desiguales. Yo soy… un simple guardaespaldas, y usted es la princesa de la familia Thorne. Somos demasiado diferentes, y cualquier relación entre nosotros sería absolutamente inapropiada.Axel, que hasta ese momento había contenido su reacción, d
Alicia lo miró directamente a los ojos, su voz cargada de determinación.—¿Crees que puedes decidir por mí? ¿Me has preguntado si estoy dispuesta a dormir contigo en la misma habitación? Pues tengo noticias para ti. No dormiré en tu habitación, Axel. Prefiero quedarme en la mía. —dijo finalmente, rompiendo el silencio. Axel frunció el ceño, claramente sorprendido por su negativa, se quedó por unos segundos procesando lo que ella había dicho. Luego, como si la respuesta fuera obvia, levantó las cejas con un gesto que denotaba confianza.—¿Por qué no? Eres mi esposa y estás embarazada de mi hijo. Es natural que compartamos la habitación. Este asunto no es negociable.La respuesta de Axel, directa y carente de matices, hizo que Alicia apretara los labios, tratando de contener una risa sarcástica que amenazaba con escaparse. —Natural sería si nos amáramos, pero ese no es nuestro caso —respondió Alicia con frialdad —. Por si lo has olvidado, nuestro matrimonio fue solo un acto de caridad
La brisa suave de la tarde acariciaba las mejillas de Alicia mientras salía del hospital. Había tomado la decisión de marcharse sin avisar a nadie. No estaba dispuesta a tener más confrontaciones, con Axel.Necesitaba espacio, un lugar donde pudiera respirar y pensar con claridad.La idea de regresar al hotel no le resultaba atractiva. Había algo incómodo en permanecer en un lugar que ahora asociaba con el reciente caos. Entonces, casi por capricho, decidió hacer algo que pocas personas podían permitirse: decidió comprarse una villa en la ciudad donde vivía.Alicia sacó su teléfono y llamó a un agente inmobiliario de lujo que conocía. —Necesito una villa, la más costosa en la zona más lujosa y exclusiva de la ciudad —fue su orden.En menos de una hora, había cerrado el trato, el precio era exorbitante, pero para ella no significaba nada. Después de todo, era heredera de una fortuna considerable que rara vez utilizaba.Mientras se dirigía a su nueva propiedad, Alicia no pudo evitar s
La noche había caído como un manto de terciopelo sobre la ciudad, y Axel conducía por las calles iluminadas, con la mandíbula apretada y los pensamientos dando vueltas en su cabeza. Había pasado horas buscando respuestas, tratando de entender cómo Alicia, la mujer que creía conocer, había sido capaz de ocultar algo tan fundamental como su verdadera identidad. Le molestaba la idea de que ella se hubiese burlado de él.Le había mentido haciéndole creer que sus padres habían muerto, y siempre se había mantenido en un perfil bajo, fingiendo ser una mujer de recursos limitados. ¿Por qué? ¿Qué ganaba con esa farsa?, se preguntó indignado.Cuando finalmente llegó a la imponente zona exclusiva donde se encontraba la villa, se quedó sorprendido por la magnitud y elegancia de la propiedad. Era evidente que Alicia no había escatimado en gastos. Se detuvo frente a la casa y descendió del vehículo, su figura alta y robusta, proyectando una sombra imponente bajo la tenue luz de las farolas. La v
Axel, sentado junto a la barra todavía con el vaso de whisky en la mano, se quedó mirando a la mujer con los ojos entrecerrados, pero antes de poder responderle, habló ella sin poder ocultar su alegría.—¡No puedo creer que seas tú! —preguntó Miranda, cuyos ojos verdes brillaban con entusiasmo.Axel entrecerró los ojos, estudiándola en silencio por un momento antes de responder.—Miranda —dijo, finalmente, su tono controlado, sin rastro de emoción, aunque manteniendo la necesaria cortesía—, mucho gusto.Ella sonrió radiante, acercándose con intención de abrazarlo. Axel retrocedió un paso, manteniendo la distancia con un movimiento casi imperceptible.—Han pasado años. ¿Qué haces aquí? —preguntó, su voz baja y directa.Miranda, notando su frialdad, tomó asiento junto a él, disimulando su incomodidad con una sonrisa amable.—Me fui a continuar mis estudios en el extranjero, y luego decidí quedarme más tiempo. Trabajé duro, reuní capital y, después de varios años, fundé mi propia empresa
La puerta de su habitación se abrió de golpe, rompiendo el silencio como un trueno. Stella apareció en el umbral, su rostro encendido de indignación, con un periódico sujeto en la mano.—¡¿Cómo pudiste hacerle esto a Alicia?! —espetó, agitando el periódico frente a él con furia.Axel frunció el ceño y se incorporó lentamente, apoyándose en los codos. Su expresión reflejaba una mezcla de cansancio y desagrado ante la interrupción.—¿De qué estás hablando, Stella? —preguntó con voz ronca.Stella avanzó hacia él, sus pasos resonando con fuerza sobre el suelo de madera. Le lanzó el periódico al regazo, apuntando con un dedo a la foto que ocupaba la portada.—¡De esto! —dijo, su tono cargado de acusación—. ¿Cómo pudiste aparecer en un bar con otra mujer mientras Alicia no estaba? ¿Es esto lo que haces? ¿Humillarla públicamente?Axel miró el periódico con indiferencia, su rostro impasible mientras sus ojos recorrían la imagen. Era la foto de su encuentro con Miranda, el saludo capturado des