Marcada por el Ceo : Su obsesion , su prisionera
Marcada por el Ceo : Su obsesion , su prisionera
Por: Marnie
1. Una verdad desgarradora

El aire era denso en el pequeño departamento. Apenas eran las nueve de la noche , pero las paredes ya parecían encogerse sobre sí mismas, como si quisieran aplastarla lentamente. Victoria Kaiser estaba en el suelo del baño, con la espalda apoyada contra la fría cerámica, las rodillas encogidas contra el pecho y los dedos temblorosos aferrados a un pedazo de plástico blanco. La prueba de embarazo marcaba un resultado claro, innegable.

Positivo.

Sus ojos, hinchados y enrojecidos, no dejaban de mirarla como si, con suficiente fuerza de voluntad, el resultado pudiera cambiar. Pero no lo hacía. Seguía ahí. Una simple palabra impresa que desmoronaba lo poco que quedaba de su mundo.

Las lágrimas no salieron de inmediato. Fue como si su cuerpo estuviera en shock, congelado entre la incredulidad y el terror. Pero cuando por fin empezó a llorar, lo hizo con un dolor tan profundo que parecía nacer desde sus entrañas. Sollozaba con la boca cerrada, tragándose los gritos, mientras su pecho subía y bajaba con espasmos irregulares. Se abrazó a sí misma, como si pudiera contener la angustia que se desbordaba en su interior.

—¿Qué se supone que debo hacer? —murmuró con voz quebrada, casi inaudible.

No sabía si debía tener al bebé. No sabía si podía. Y lo peor de todo, lo que la desgarraba con más fuerza, era que no tenía la menor idea de quién era el padre. Esa pregunta, esa grieta en su memoria, le pesaba como una culpa que no merecía cargar, pero ahí estaba.

Un zumbido rompió el silencio. Luego otro. Y otro.

Victoria apenas reaccionó al principio, pero el insistente estallido de notificaciones fue imposible de ignorar. Con manos aún temblorosas, soltó la prueba sobre el suelo, dejándola a un lado como si fuera una bomba de tiempo. Se arrastró hacia el pasillo y tomó su teléfono de la encimera. La pantalla se iluminó con una lluvia de mensajes, menciones y noticias.

Cuando abrió una de las notificaciones, el mundo volvió a derrumbarse.

“Selene Kaiser y Enzo Ferrete anuncian su compromiso”

El encabezado de la noticia brillaba con una foto perfectamente tomada: Selene su hermana adoptiva estaba con un vestido de encaje blanco, radiante, abrazada del brazo de Enzo, con una sonrisa torcida que Victoria conocía demasiado bien. Esa sonrisa de hombre encantador que sabía exactamente cómo mentir sin mover un solo músculo.

Un sonido gutural escapó de su garganta. El celular resbaló de sus dedos y golpeó el suelo. Su reflejo en el espejo del baño le devolvió una imagen que no reconocía , ojos desorbitados, cabello desordenado, mejillas húmedas por las lágrimas. Luego, sin pensar, sin contenerse, golpeó el espejo con el puño cerrado.

El cristal estalló en decenas de fragmentos que cayeron sobre el lavabo y el piso. Un hilo de sangre corrió por sus nudillos, pero no lo sintió. Estaba demasiado rota por dentro como para notar el dolor físico.

—Ellos lo arruinaron todo… —murmuró con voz rasposa y un dolor profundo en su pecho , clavando la mirada en los restos del espejo—. Y ahora también quieren llevarse mi vida.

Un odio profundo, espeso, le subió por el pecho. Por todo lo que le habían quitado. Su padre , su madre , su apellido , su familia , Todo.

Sus labios temblaban. Su cuerpo temblaba. Todo en ella era un temblor constante, una olla de presión a punto de estallar.

—Los odio… —dijo, casi en un susurro, apretando los dientes con furia—. ¡Los odio tanto! ¡Son unos malditos! ¿Cómo pudieron hacerme esto?

Apoyó la frente contra la pared, dejando que su llanto volviera a tomar el control. Las palabras se repetían en su mente, una y otra vez, como un eco sin fin.

¿Por qué?

¿Por qué Selene? ¿Por qué Enzo? ¿Por qué todo le había sido arrebatado sin previo aviso? Su padre muerto , su madre odiandola , su casa, su futuro… su dignidad. Y ahora, ¿un hijo que no sabía si podría amar o criar?

El silencio que siguió fue más estridente que cualquier grito. Victoria se dejó caer sobre el suelo nuevamente , rodeada de fragmentos de cristal, de culpa, de recuerdos rotos. Las lágrimas caían sin permiso, enmudeciendo sus labios, empapándole la camiseta vieja que apenas recordaba haberse puesto esa noche .

Quería gritar, pero no tenía voz.

Quería golpear algo más, pero ya no tenía fuerzas.

Sentía que se estaba deshaciendo en mil pedazos, igual que el espejo frente a ella. Como si cada parte de su cuerpo estuviera fracturada, como si su alma estuviera hecha de vidrio molido.

Le costaba respirar y tragar el nudo que oprimía su garganta . El pecho le dolía como si algo estuviera aplastándolo por dentro. Cada inhalación era un suplicio, cada exhalación un intento desesperado de no colapsar por completo. Y en su cabeza, giraban imágenes que no podía borrar la última vez que vio a su padre con vida; el ataúd sellado; la sonrisa falsa de Selene en el funeral; la mano de Enzo sobre su espalda, fingiendo consolarla.

Todo había sido mentira.

Todo.

Victoria se abrazó a sí misma con más fuerza, acurrucada como una niña perdida. Su cabello desordenado cubría parte de su rostro, pero no lograba esconder la mirada vacía que tenía. No parecía una chica de 19 años que alguna vez lo había tenido todo.

Pensó en su padre. En Rayner Kaiser. En cómo solía acariciarle el cabello cuando era niña, cuando lloraba por tonterías. Él siempre sabía qué decir. Siempre encontraba la manera de hacerla sentir protegida. "Eres fuerte, Vicky. Mucho más de lo que crees."

Pero ahora no estaba. Se lo habían quitado. Se lo habían arrebatado. Y ella nunca creyó la versión oficial. No fue un suicidio. No pudo ser. No el hombre que la miraba con tanto amor. No el hombre que aún tenía tantos planes, tantas batallas por librar. Lo mataron.

Y ella… ella no hizo nada para evitarlo.

—Perdóname, papá… Por no poder salvarte —susurró con la voz rota—. Perdóname por no haber estado ahí para ti .

Se quedó así durante largos minutos, llorando en silencio, recordando su antigua vida como si hubiera sido parte de otro universo. El mármol blanco de la mansión, las cenas con copas de cristal, los abrigos caros. Todo eso parecía tan lejano ahora. Como un sueño que se le escapó entre los dedos.

Ahora estaba aquí. En un departamento gris, con paredes descascaradas, con muebles prestados y un futuro incierto latiendo en su vientre.

Un bebé. ¿Cómo se suponía que podía cuidar a otro ser cuando ni siquiera podía cuidar de sí misma?

Victoria se sentía perdida, como si el mundo que conocía se hubiese desvanecido bajo sus pies. El miedo le apretaba el pecho y la soledad la envolvía como una sombra persistente. Anhelaba volver a su vida de antes, a esos días donde todo parecía más simple, más seguro. Pero, en el fondo, sabía que eso ya no era posible.

El silencio del baño se rompió con un sollozo más, uno que brotó tan hondo que hizo eco en su pecho vacío. Pero antes de que las lágrimas ahogaran su conciencia por completo, recordo aquel dia en el que todo su mundo se vino abajo por completo ....

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